Ninguna de las proyecciones oficiales augura una reducción tan drástica como la apuntada por el presidente de Fade y la candidata del PP en Asturias
26 jul 2019 . Actualizado a las 20:00 h.Desde hace tiempo, al menos en Asturias, la cuestión del envejecimiento de la población y el declive demográfico, forman parte de la agenda política. Ha sido un asunto marcado como prioritario por la totalidad de las formaciones con representación parlamentaria y el año pasado, el Ejecutivo Autonómico presentó un plan a largo plazo para abordar esta materia mientras se reclamaba en la cumbre de presidentes que comenzara a considerarse como un asunto de Estado. La despoblación ha comenzado a acaparar titulares en la prensa nacional especialmente después de la manifestación celebrada en Madrid este último fin de semana con el protagonismo de las regiones de la denominada «España vacía». En el Principado, una cifra y una fecha redonda han comenzado a poner cuerpo al temor a la despoblación: una Asturias de apenas 600.000 habitantes en el año 2050. Pero ¿tiene visos de realidad un pronóstico tan drástico? ¿De dónde sale ese número?
En el año en el que Asturias afronta una mengua de representación parlamentaria en el Congreso de los Diputados tras las próximas elecciones generales (pasará de 8 a 7 diputados), el primero en señalar que a mediados del siglo XXI, el desplome de habitantes se rebajaría a 600.000 asturianos fue el presidente de la Federación Asturiana de Empresarios (FADE), Belarmino Feito. Fue el pasado mes de febrero en una acto celebrado por el Club AsturManager y allí en un discurso titulado «Las claves de Asturias» citó cifra y fecha como destino fatal si no se tomaban medidas «valientes» que, en su opinión, debían ser ante todo rebajas fiscales.
Unos 20 días después la misma fecha, la del año 2050, y el mismo número de habitantes, los 600.000, volvían a la actualidad de la mano de la candidata del PP en las elecciones autonómicas, Teresa Mallada, quien en una mesa de debate organizada por su grupo parlamentario, señaló que los datos ponían de relieve la «sangría demográfica» con un descenso de población del 3% desde el año 2000 mientras aumentaba un 14% en el conjunto de España «una tendencia que de no corregirse, podría situar a la región en el año 2050 en los 600.000 habitantes». Por este motivo, consideraba una necesidad «la toma de medidas para evitar la fuga poblacional e incrementar la natalidad».
Es cierto que el descenso demográfico asturiano es grave, con una población muy envejecida, una tasa de hijos por mujer muy reducida y además con una caída de población muy prolongada que se remonta al año 1985. Pero ninguno de los indicadores oficiales apunta una reducción tan drástica.
En el caso del Plan Demográfico del Principado, junto a los análisis variables sociales de la comunidad, se incluye una proyección de población para el año 2050 en Asturias, lo hace tomando como referencia el saldo vegetativo, negativo, que se ha dado en las últimas décadas constatando año tras año que el número de muertes supera ampliamente el de nacimientos. Así apunto que de mantenerse esa tónica a mediados de siglo se daría un descenso del 15,65% respecto a la población registrada en el año 2015 (entonces el padrón era de 1.051.229 habitantes). El cálculo es que, con esa misma tendencia, Asturias se quedaría con 886.711 habitantes, una mengua importante, que además hace bajar de la barrera psicológica del millón, pero no tan drástica como la apuntada por Feito o Mallada.
El Instituto Nacional de Estadística, el INE, tiene también proyecciones de población que llegan, en su caso, hasta el año 2068 para el conjunto del país y también incluye pronósticos específicos para las comunidades autónomas hasta el año 2033. Para esa fecha, en Asturias, el INE estima que la población se haya reducido hasta los 940.249 habitantes; de nuevo por debajo del millón, pero aún bastante por encima de los 600.000. El INE incluso se atreve a reseñar el reparto por sexos que habrá entonces en el Principado: 445.183 hombres y 495.066 mujeres.
Y, en realidad, ninguno de estos augurios tiene por qué cumplirse como un hado inexorable. En los cambios de población influyen dos variables, por un lado el saldo vegetativo (la diferencia entre nacimientos y muertes) y también el saldo migratorio. El primero es muy negativo en Asturias, con una población muy envejecida en el que alrededor de la cuarta parte de los asturianos es mayor de 65 años mientras que apenas un 10% tiene menos de 15. Ese saldo negativo hace que, año a año, Asturias pierda entre 6.000 y 7.000 habitantes.
Pero la misma tónica se lleva dando desde hace décadas y durante los diez primeros años del siglo XXI la población asturiana se mantuvo estable y lo hizo gracias a la llegada de inmigrantes. Fue con el inicio de la gran recesión cuando parte de esa población extranjera abandonó el Principado por la pérdida de oportunidades laborales y el descenso demográfico se hizo más evidente. Pero en el último año las cosas han vuelto a cambiar. La población extranjera en Asturias aumentó el pasado año en 1.200 personas, un 3,1%, hasta 40.084 habitantes, con lo que se puso fin a cinco años consecutivos de descensos, según un informe elaborado por la Sociedad Asturiana de Estudios Económicos e Industriales (Sadei) con el padrón municipal a 1 de enero de 2018. Pese a ello, la tasa de extranjería de Asturias se mantiene como la tercera más baja del país, con un 3,90 por ciento, sólo por delante de Galicia (3,43%) y Extremadura (2,95%). Muchos de los trabajadores extranjeros en Asturias se ocupan precisamente en el sector de los cuidados, con la atención a los ancianos nativos, Y la mayor parte de ellos procede de países hispanoamericanos. La población inmigrante es más joven que la media española y tiene también de media más hijos que los españoles.
El envejecimiento de la población es una característica que afecta especialmente al noroeste español, que se ceba singularmente en comunidades como Asturias, Galicia y Castilla y León, mientras que en el litoral mediterráneo, con una mayor actividad económica, el saldo es positivo. También esas comunidades son las que acogen a un mayor número de inmigrantes.
Esta característica europea que afecta a la mayor parte del continente tiene también algunas excepciones. Algunos países nórdicos y Francia, campeona de natalidad por muchos años. ¿Por qué? Una extensa red de guarderías a la que van hasta un 40% de los niños, y que son gratuitas en la práctica totalidad de los casos, ayudas por hijo por parte del Estado que superan los 900 euros y 16 semanas de permiso laboral para los padres. También una cierta «cultura» de aceptación de los niños en la sociedad que en España no se da todavía. Pero sobre todo, políticas de apoyo a los padres, en el trabajo y el sistema educativo. Ese es el secreto.