Fernando Rodríguez Miaja es uno de los últimos supervivientes del exilio republicano español en México
27 mar 2019 . Actualizado a las 12:09 h.Fernando Rodríguez Miaja, uno de los últimos supervivientes del exilio republicano español en México, cumple en agosto 102 años enfundado en sus recuerdos y con el agradecimiento a México por haber recibido con los brazos abiertos a los refugiados españoles. Nacido en Oviedo, Fernando Rodríguez Miaja es sobrino del general José Miaja Menat, el militar clave que evitó la caída de Madrid en noviembre de 1936 frente al avance de las tropas franquistas.
El 29 de marzo de 1939 pisaba las tierras mexicanas del exilio, tras una azarosa huida en automóvil, avión y barco que lo llevó, junto a su tío el general, de Madrid a Alicante, a Oran y París hasta recalar en La Habana y finalmente en el puerto de Veracruz. «Nunca un país ha acogido con tanto cariño a los refugiados», admite Fernando Rodríguez Miaja al cumplirse en junio el 80 aniversario de la llegada de los exiliados españoles al puerto de Veracruz.
Rodríguez Miaja recuerda con admiración la figura del presidente mexicano Lázaro Cárdenas del Río (1934-1940), artífice de la decisión de recibir a miles de españoles exiliados republicanos que huyeron de la Guerra Civil y del régimen franquista. Otros presidentes mexicanos continuaron su labor de apoyo a esta comunidad que tanto impactó a la cultura, educación y desarrollo económico de México.
Médicos, catedráticos, ingenieros, arquitectos, profesores, artistas, músicos, escritores o periodistas, pero también agricultores, albañiles o fontaneros que contribuyeron a la modernización de México sin olvidar nunca sus vínculos con España. La longevidad de Rodríguez Miaja sigue siendo un secreto que no comparte: «ser viejo no tiene ningún mérito, es todo biología y genética porque he hecho de todo abusando poco; hasta fumé de joven», afirma embutido en su elegante traje con corbata a juego, sentado en un sillón de cuero granate en su despacho lleno de recuerdos y fotografías de una vida que abarca cuatro generaciones, tras criar un hijo y una hija, cuatro nietos y 6 bisnietos.
De formación ingeniero militar, estableció una exitosa empresa de construcción en Ciudad de México a cuyas oficinas sigue acudiendo a diario. «Aunque ya no me comprometo a proyectos de más de 30 años, no sea que se queden a medias», señala con un agudo sentido del humor que permea durante toda la entrevista. Quizás este sea uno de los secretos de su longevidad. Fernando Rodríguez Miaja no volvió a pisar suelo español hasta 1976, «cuando murió Franco» y sigue siendo un hombre de izquierdas. «Hice la guerra luchando contra todos los -ismos, fascismo, nazismo, franquismo», agrega.
Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial consideraba, al igual que muchos republicanos, que era cuestión de tiempo el restablecimiento de un régimen democrático en España. «Creímos que nuestro porvenir estaba ligado a la suerte de los aliados y nos abandonaron con su tratado de no intervención. Luego llegó la pugna con la Unión Soviética», recuerda.
La realidad mató las esperanzas del regreso de Fernando Rodríguez Miaja y de casi 30.000 refugiados españoles en México y su supervivencia particular prosiguió hasta asentarse en una Ciudad de México que entonces tenía un millón de habitantes (hoy 20 millones), en un país entonces de 20 millones, cuando en la actualidad supera los 120. Recuerda que vio actuar a Cantinflas a los tres meses de llegar y no entendió una palabra, así que se aplicó a estudiar el lenguaje de la calle y sus albures para poder integrarse.
Aunque es conversador, cuando se le pregunta algo que considera indiscreto y no quiere contestar, se hace el sordo apelando a la edad, como cuando se le pide su opinión sobre el recibimiento de los «gachupines» a los exiliados republicanos españoles a México. Los gachupines son los emigrados que llegaron antes que los republicanos y que en su gran mayoría se declararon franquistas. Llegaron a México a «hacer las Américas» y muchos lo lograron. Ya acomodados no recibieron con los brazos abiertos a sus compatriotas «rojos», como sí hizo el pueblo mexicano.
Rodríguez Miaja también se muestra preocupado y triste por «la falta de unidad de los demócratas frente al auge de la extrema derecha y el regreso de los -ismos contra los que tanto peleamos». Recuerda, en este sentido, la famosa frase de María Zambrano sobre la esencia de ser español. Le dice un español a otro: «No sé lo que usted va a decir pero no estoy de acuerdo». ¿Sus consejos a los jóvenes? «No doy consejos, solo opiniones, así te violentas menos si no te hacen caso», dice con su agudo humor.
Opina, entonces, que lo fundamental es unirse en la lucha por la libertad y contra la injusticia «y la mayor injusticia que hay es la pobreza que va en aumento». No se considera un personaje histórico aunque con el paso del tiempo se haya convertido en uno: «Lo cierto es que cuando vives tu vida es una vida como otra cualquiera, no te parece histórica».
No le gusta mucho hablar de recuerdos y es un hombre amable con el mundo, sin rencores. «Los recuerdos son muy mutables y a veces nuestro cerebro los sabotea. Cuando vino mi madre a visitarme la primera vez (sus padres y su hermana quedaron en España) le pedí que me cocinase unas patatas rellenas que hacía excelentes y con las que yo soñaba». Su madre se las cocinó pero no le sabían igual aunque su madre le juró y perjuró que eran las mismas. «Los recuerdos, los sabores, los olores mutan. Nunca recuperé el recuerdo que tenía de esas patatas», concluye.