«No creo que haya ni una sola mujer que no haya sufrido micromachismos a lo largo de su vida»
ASTURIAS
Estos son los testimonios de mujeres asturianas que se han concentrado en las plazas. Relatan desde intentos de violación a la brecha salarial o la inseguridad que sienten por las noches
15 mar 2019 . Actualizado a las 14:17 h.El 8-M ha vuelto a movilizar a todas las asturianas que continúan en la lucha feminista por una sociedad más igualitaria y justa. Para muestra, las concentraciones esta mañana en las plazas de los ayuntamientos de todas las ciudades, donde se han juntado mujeres de todas las edades, sin importar la generación y se han unido bajo una marea morada de pancartas y cánticos. Cada una de ellas tiene una historia que contar, un motivo para acudir a una huelga multitudinaria, pero todas miran al futuro con esperanza y ganas de cambiar las cosas. Estos son sus testimonios:
Dorita Pérez no ha tenido que ponerse en huelga porque es jubilada pero sí ha acudido a la concentración de Oviedo. Con la misma energía que derrocha desde bien joven, cuando era trabajadora y secunda jornadas de paro, cuenta su dura historia. Reconoce que intentaron forzarla sexualmente en dos ocasiones pero matiza que no han podido arrebatarle la sonrisa ni las ganas de cambiar las cosas: «No he tenido que secundar la huelga laboral porque estoy jubilada. Pero antes cuando trabajaba, siempre secundé otras convocatorias. Desde mi experiencia, cuando era adolescente en mi pueblo tuve dos intentos de violación, aunque afortunadamente no llegaron a consumarse, siempre se me quedó esa secuela».
Nuria Lago, ataviada con su bandera y su camiseta moradas, posa orgullosa ante la cámara mientras observa la multitdunaria concentraciónen la plaza del ayuntamiento. Explica que aún hay mucho que cambiar, sobre todo los micromachismos, que por desgracia son cosa del día a día: «He venido para reivindicar todos los comportamientos machistas que sufrimos. Por ejemplo, a mí lo que más me molesta es tener que aguantar que los tíos nos digan cosas por la calle. Todas lo hemos sufrido muchas veces, en un autobús, por la noche, antes de entrar en nuestro portal... Cada día».
Verónica Martínez y Covadonga Prieto se manifiestan de la mano, no solo les une la amistad, también la lucha feminista y la hermandad que se ha ido creando gracias a este movimiento. A pesar de su juventud, ya han vivido la misma experiencia, sentirse acosadas e inseguras cuando salen por la noche: «Queremos luchar para cambiar lo que más hemos sufrido, que es el acoso callejero y de fiesta sobre todo. Es una situación que nos ocurre todos los fines de semana, prácticamente. Llega un chico y se siente con el derecho de tocarte el culo y encima sus amigos le aplauden».
Samara Pecos y Bárbara del Barrio han decidido no ir a la Universidad esta mañana. Quieren un cambio real y utilizan sus historias y las de las mujeres cercanas a ellas para dar testimonio del problema de género de la sociedad actual: «No hemos ido a clase porque hemos vivido muchas situaciones machistas y queremos cambiarlas. Por ejemplo yo tuve una amiga que estaba saliendo con un chico que no le dejaba vestirse como ella quería sino como le mandaba él. Incluso más tarde, cuando lo dejaron, me enteré que hasta le había pegado y ella lo estaba pasando fatal. Incluso no hace falta irse al extremo, a nosotras nos han excluido a la hora de hacer deporte por ser mujeres».
Carmen Muñiz está orgullosa por la gran concentración ovetense pero tiene clara una premisa, hay tanta gente queriendo luchar contra el machismo y sobre todo tantas mujeres que es porque por desgracia han tenido que lidiar con ello. Decidida, habla claro de lo que ella cree firmemente: «Secundo la huelga porque no creo que haya ni una sola mujer que no haya sufrido micromachismos a lo largo de su vida».
Elena Albarrán se ha acercado hasta la plaza del Ayuntamiento de Oviedo acompañada de su perra, que también luce un pañuelo morado al cuello, el color de lucha de las mujeres: «Creo que en el entorno laboral es donde las mujeres sufrimos más micromachismos. En mi caso he tenido suerte y no he tenido que sacrificarme en mi trabajo ante esos comportamientos, pero sé que los sufren muchas personas y tenemos que continuar moviéndonos para cambiar».
María José Fernández se ha escapado a la concentración, a pesar de no estar haciendo huelga, porque le ha cuadrado el día con sus vacaciones. Acompañada de su madre, afirma que, por suerte, su entorno más cercano es muy feminista, lo que le da fuerzas y la arropa en su lucha: «No he hecho huelga porque justo me ha cuadrado con mis vacaciones, pero aún así hay que ir a la manifestación. He vivido situaciones machistas en cosas tan comunes como el tema de conducir. Aunque por suerte tengo que decir que yo estudié delineación y, aunque ese mundo es muy masculino, no he tenido ningún problema. Además, mi marido es también muy feminista así que estoy muy arropada en mi lucha».
Lucía Falcón ha venido acompañada de muchos militantes del PSOE, todos ellos con sus camisetas reivindicativas y con ganas de combatir el machismo. La han animado a que sea ella la portavoz y hable en nombre del partido y de sus intenciones: «Necesitamos hacer huelga para demostrar que estamos aquí y que pedimos feminismo en todas las vertientes. Aún tenemos mucho que luchar para que el día de mañana no tengamos que hacer más huelgas ni manifestaciones. Pero de momento esta es la realidad que hay y por eso nos movemos para visibilizar que las mujeres estamos aquí y queremos igualdad».
Celia Riyeros y Lidia Lasarte son dos amigas que han acudido juntas a la concentración. Son dos Universitarias que se han sumado a la huelga estudiantil. Creen que además de para la presencia en las calles en un día como el 8-M es imprescindible
Celiar Riyeros: : «Hemos hecho huelga y nos manifestamos para cambiar las cosas. Sin ir más lejos el otro día volviendo a casa de noche sola un chico paró su coche y se acercó a mí para pedirme fuego o tabaco y luego para supuestamente llevarme a casa. No sé qué hubiera pasado si hubiera montado en ese coche o si hubiera querido hacerme algo aprovechándose de la situación, pero por suerte no paso nada. Es una impotencia sentirse así de desprotegida solo por ser mujer, si le preguntas a un tío dudo que le haya pasado eso nunca».
Lidia Lasarte: «También pasa de fiesta porque no aceptan un no por respuesta. Cuando un chico se acerca a ti en la discoteca parece que tiene que venir tu novio o un amigo fingiendo ser tu novio para que el que te estaba molestando se vaya. Parecen perros meando el territorio».
Beatriz Requejo es profesora de lengua y cuenta que ha acudido a la huelga por todas aquellas personas que no siendo funcionarias quizás no hayan podido ir porque les echan de sus puestos de trabajo o ,directamente, no les dejan parar. También por su madre, de la cual cuenta que siempre ha sido una «curranta». Acompañada de sus amigos y de su galgo, denuncia el machismo que ha castigado durante tantos años a las mujeres en la Universidad: «Hay que cambiar la situación y trabajar duro porque siento que en vez de avanzar vamos en retroceso y me parece alucinante la cantidad de machismo que hay. En mi caso soy profe de lengua y el currículo oculto lo llevo denunciando ya desde que era estudiante. La presencia femenina es cero, no hemos existido como escritoras y como académicas de la Real Academia, que se funda en 1713. ¿Sabéis cuántos hombres trabajaron? Más de 200 y solo once mujeres. Mujeres que además tienen que demostrar que son superheroínas para alcanzar un mediocre, como fue el caso de Alarcos Llorach».
Lucía Díaz, candasina y estudiante de ESO, sigue la huelga y ha acudido con dos de sus compañeras a la concentración de la plaza Mayor de Gijón. El año pasado no estuvieron y no podrán tampoco estar en la manifestación, así que han echado el resto en la jornada de mañana exhibiendo carteles hechos por ellas mismas en los que se leen mensajes como el que ella sostiene: «Somos las nietas de las brujas que no pudiste quemar». Sobre la presencia del machismo en su entorno, asegura que desconoce casos de violencia o agresiones a mujeres, pero que sí abundan «los casos de micromachismo, de hombres que ni siquiera se dan cuenta de que están siendo machistas, y que consideran que hay igualdad entre hombres y mujeres». Algo que ella tiene muy claro que está lejos de lograrse.
María Luisa Acera, gijonesa en la sesentena, tampoco conoce o padece casos de machismo «de los graves» en su medio cotidiano. Pero sí de un machismo que «lo es también» aunque no cause la misma alarma: «En mi propia casa hay machismo; no el machismo que tiene que ver con agresiones físicas o con insultos, pero sí el del hombre que te pide que le traigas esto o lo otro, un pantalón o una camisa», asegura María Luisa. Por ese machismo que a fuerza de ser corriente llega a ser inadvertido y por el otro, el que afortunadamente no padece ni ha visto en su entorno, se ha decidido a hacer huelga y a sumarse a la concentración en la Plaza Mayor, apenas a unos metros del popular establecimiento hostelero de Cimavilla donde trabaja.
Cristina Vázquez, por su parte, es gijonesa y ejerce como maestra en Quintes. Sus clases han tenido que esperar hoy, porque ha apoyado la huelga. Después de acudir a la concentración del mediodía, seguía la prolongación que las más jóvenes de las manifestantes han llevado desde la Plaza Mayor hasta el Parchís, y acudirá por la tarde a la manifestación. En su caso, la presencia de conductas machistas está presente con toda su violencia en su entorno cercano ya que dice conocer «por desgracia casos de machismo, de malos tratos en concreto, en el seno de mi propia familia».
Pola Canteli, gestora cultural de 41 años con dos hijos aún de corta edad, secunda a conciencia la huelga, tanto fuera como dentro de casa, donde ha suscrito el paro de cuidados para echarse a la calle «sin arreglar nada» a conciencia, «con todo manga por hombro y sin hacer». En su caso, la intoxicación machista se manifiesta «no en el machismo fuerte de las agresiones o los malos tratos, sino en los micromachismos y las muchas desigualdades que se dan en el terreno de la conciliación familiar y laboral». «Quien diga lo contrario, miente», apostilla Canteli, que denuncia la presencia de esos «trabajos invisibles en todas las familias y en el día a día» e invita a «los compañeros a que den de una vez el paso, se pongan las pilas y asuman su parte» en esa tarea sin horarios y sin descansos.