Los expertos achacan el declive al fin de un ciclo y la macrotendencia a emigrar a grandes ciudades. El área metropolitana es «la única posibilidad de estar en el mapa» como el octavo territorio funcional de España
25 feb 2019 . Actualizado a las 22:10 h.La percepción que tienen los asturianos desde hace tiempo de que la región va a menos en muchos aspectos socioeconómicos es cierta. Los datos lo corroboran. Hace algo más de dos décadas empezó un declive al que al principio se le ponía los apellidos de industrial y minero. Con el paso de los años se ha visto que esa contracción, como la denominan algunos expertos, pasó de lo particular a lo general y ahora parece que la está en caída libre porque las cifras han entrado en barrena. Esos expertos achacan la situación que atraviesa Asturias al fin de un ciclo como consecuencia de la descarbonización y también a la macrotendencia que se está dando en España de emigrar desde localidades medias a grandes ciudades, un zoom muy aumentado o segunda fase de lo que ya se vivió con la despoblación de la zona rural en pro de las ciudades medias y villas. La alternativa para frenar el declive consideran que es el área metropolitana, cuyo impulso se ha retomado ahora tras años frustrada. La ven como «la única posibilidad de estar en el mapa», ya que se posicionaría como el octavo territorio funcional de España, por detrás de Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Bilbao, Málaga y Zaragoza. Pero para eso tendría que darse una unidad sin escisiones y que Oviedo, la capital, entrara en el proyecto para no perder posiciones en ese ranking.
El caso es que desde el año 2000, la comunidad autónoma ha perdido tanta población como la que tenía el municipio de Langreo ese año, es decir, más de 48.000 habitantes. Comparando los datos de la Sociedad Asturiana de Estudios Económicos e Industriales (Sadei) de ese año y de 2018, sólo siete municipios han ganado población en detrimento de otros de la región. Estos son Oviedo (+19.609), Gijón (+4.417), Siero (+4.302), Llanera (+1.685), Noreña (+847), Llanes (+495) y Villaviciosa (+155). A esto se suma que cada vez hay menos nacimientos. En concreto, un millar menos en estos 18 años, porque si bien en el comienzo de siglo nacieron 6.731 niños, el pasado año la cifra se situó en los 5.785. Un hándicap más, el envejecimiento. Si entonces había unos 56.000 mayores de 80 años, el pasado año había más de 91.000. Claro que la despoblación y la baja natalidad está estrechamente ligada con el ámbito laboral, y aquí los datos son, si cabe, menos alentadores aún: mientras que el paro medio registrado en el año 2000 fue de 54.374 personas, el pasado año esa media se situaba en 73.546 personas, un 35% más.
La causa de esta contracción es para el catedrático de Geografía en la Universidad de Oviedo, y director del Centro de Cooperación y Desarrollo Territorial (Cecodet), Fermín Rodríguez Gutiérrez, es «un fin de ciclo». Un ciclo que ahora termina con la descarbonización y el previsible cierre de las térmicas y que resulta «radical», pagando Asturias así la dependencia que durante muchos años tuvo de la minería y la industria. Para contrarrestar ese declive, Rodríguez Gutiérrez explica que «hace falta oponer mucha energía, inteligencia y voluntad para cambiar con acierto» ese fin de ciclo «porque estas situaciones son de cambio irremediable y con consecuencias de largo alcance». Así, dice que «entenderlos como tal es un acierto» para que haya un pensamiento estratégico y no espontaneidad y «juegos de manos» a la hora de poner soluciones a los problemas que se generan a partir de esa contracción.
Pero este experto pone la vista en que Asturias es «una región diversa y con complementariedades; mundos ricos, variados y muy próximos», lo que en su opinión es «una oportunidad», aunque matiza que hay que gestionarla «con sensibilidad, como si fuera un pequeño tesoro». «Trasladar esta idea al exterior comienza por completar la imagen de paraíso natural con la de Ciudad Astur, de tamaño grande, bien conectada y original en su carácter cosmopolita», señala el director del CeCodet, para quien sería «un gran logro» que fuera reconocida estadísticamente «como una unidad» y todo porque, insiste, «hay que pensar estratégicamente». Es por ello, que el mismo considera que aunque hay un gobierno regional podría haber otra estructura u organismo «que piense y que haga», como pudiera ser una «estructura de gobernanza metropolitana» cuyo objetivo sería «cumplir misiones regionales». Estas aboga porque estén acompañadas «con células de pensamiento, organizaciones ilustradas e independientes que contribuyan al programa regional», y la Universidad de Oviedo «puede contribuir a esto de manera sistemática», matiza.
Confluencia de una macrotendencia
El doctor en Economía Aplicada por la Universidad de Oviedo y coordinador del Laboratorio de Análisis Económico Regional (REGIOlab), Fernando Rubiera, apunta también como causa del declive de Asturias a la confluencia de una macrotendencia en la evolución de la región, un patrón «muy fuerte» cuya primera fase fue la emigración de los pueblos a la ciudad y que ahora ha pasado a una segunda fase en una especie de «zoom muy aumentado», que consiste en la emigración de las ciudades medias a las grandes ciudades, como Madrid, Barcelona, Valencia o Bilbao.
Pero aunque aclara que esa tendencia no es exclusiva de Asturias ni de España porque «ir hacia la gran capital es la tendencia en cualquier país», sí señala que en la región tenemos como «extra que lo refuerza» nuestra historia particular, con la caída de la industria y la minería. «Eso, unido al poco emprendimiento, ha acentuado más nuestro declive particular». Y añade otras cuestiones que, en su opinión, han favorecido la pérdida de población, como pueden ser la mejora de las infraestructuras que comunican, por ejemplo, con Madrid. «Se hicieron pensando que seríamos más atractivos, pero la tendencia fue al revés», lamenta Rubiera que dice que «era previsible» que eso pudiera pasar y señala que igual hubiera sido mejor para los intereses de Asturias intercomunicar las comunidades del cantábrico que crear una estructura radial con «Madrid como centro de todo».
Dicho esto, apuesta por el área metropolitana que en los últimos tiempos se trata de retomar después de años de abandono de la idea. «Cualquier cosa con menos de medio millón de habitantes, no tiene oportunidad de captar fondos», señala el también profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Oviedo, que entiende por tanto que «la única posibilidad de estar en el mapa es pensar como una ciudad de 800.000 habitantes». Para eso ve necesario «integrar a los puntos periféricos pequeños y ser un punto relevante». «Juntos, los municipios tienen una oportunidad», insiste Fernando Rubiera, aunque apunta al hándicap de que cada uno haya ordenado su territorio en estos años de atrás sin pensar en conjunto. «El centro ha crecido de forma caótica porque cada municipio ha planificado su territorio y ahora la consecuencia es un mal ordenamiento territorial con graves consecuencias y difícil de corregir a corto plazo», manifiesta Rubiera, que propone trabajar a partir de ahora con mirar de futuro.
Eso implica, en su opinión, que harán falta cesiones por parte de los municipios y pensar en los intereses comunes. «Las instituciones de gran calidad son las que interactúan bien entre ellas, cooperan fuertemente buscando sinergias para encontrar soluciones y crecer. Eso hace que unas regiones vayan a todo tren y otras no despeguen», explica el coordinador del RegioLab poniendo como ejemplo a los países nórdicos o a Alemania. Así, dice que «hay que pedir calidad institucional» e insta a cambiar el discurso pesimista. «Somos una gran ciudad y tenemos que aprovechar los potenciales que tenemos», concluye Fernando Rubiera.