La altas temperaturas del Cantábrico, por encima de los 21 grados, benefician a los bañistas pero perjudican a los organismos marinos
03 ago 2018 . Actualizado a las 12:18 h.«Si nosotros cada vez somos más, a ellos todavía les queda menos». Así explica el investigador y decano de la facultad de Biología de la Universidad de Oviedo, José Manuel Rico, cómo, conforme la población se expande sin cese y explota una fracción cada vez mayor de la biosfera, al resto de especies les queda una porción reducida a la par que tratan de adaptarse -si pueden- al acelerado cambio de sus ecosistemas. «Estamos transformando la superficie del planeta de manera que cada vez hay menos ecosistemas naturales porque la mayoría se han convertido como consecuencia de la actividad humana», sostiene el biólogo. Las consecuencias ya se están viviendo. Las más visibles afectan al ascenso de las temperaturas, la inestabilidad en las condiciones del clima, la aparición de especies invasoras o la extinción de las autóctocas. Las menos visibles ocurren en los mares y océanos.
El cambio global
Rico piensa en cambio global por encima de cambio climático, ya que este es una consecuencia del primero. «La principal causa del cambio global es el aumento de la población humana y los efectos que eso tiene sobre la utilización de los recursos», cuenta. La sobreexplotación de los terrenos, la masificación de los medios de transporte motorizados, la construcción de infraestructuras en detrimento de la masa forestal traen consigo una mayor liberación de CO2 a la atmósfera. «Los elementos que forman el cambio global son sinérgicos», comenta Rico, «al eliminar biomasa forestal eliminas sistemas naturales y disminuyes la capacidad de estos para retirar CO2 de manera natural».
Los efectos en mares y océanos
La primera idea que a cualquiera se le viene a la mente en cuanto piensa en cambio climático es el efecto invernadero de la atmósfera como consecuencia del aumento de CO2 en ella. En el medio acuático esto produce un aumento de la temperatura superficial, es decir, de la costa. Pero también tiene otro efecto menos evidente y más nocivo. Como explica Rico, al aumentar la concentración de carbono en la superficie, los océanos se vuelven más ácidos, «lo que perjudica directamente a aquellos organismos marinos que forman esqueletos de carbonato cálcico». Las conchas y los corales utilizan este material para formarse, sin él se degradan y desaparecen. «El efecto viene a ser como una deforestación del medio acuático y todas las especies que alberga», sostiene Rico.
En Asturias, al no haber arrecifes de coral esa acificación se percibe con menor intensidad. Aquí, «lo que estamos viendo durante los últimos años es un aumento de la frecuencia e intensidad de las olas de calor marinas», mantiene el biólogo. Según una investigación publicada en la revista de divulgación científica Nature, el número de días anuales de olas de calor en el mar en el mundo ha aumentado en un 54%. «Trasladado a Asturias», detalla Rico, «en los últimos veranos ha habido temperaturas en el mar por encima de 21 grados -lo que se considera anormalmente alta para esta zona- entre 5 y 15 días al año». Este fenómeno afecta desde la superficie hacia el fondo, siendo más evidente en los primeros 30 metros. Si bien, los procesos de mezcla del agua favorecen que, progresivamente, ese calor vaya también afectando a las capas más hondas.
Como apunta Rafael González-Quirós, Jefe del Área de Medio Marino del Instituto Español de Oceanografía de Gijón, la temperatura del agua en Asturias depende también del fenómeno del afloramiento costero, aquel por el cual «los vientos del este o nordeste provocan un desplazamiento del agua superficial que está en la costa hacia mar adentro y la sustituyen por agua profunda que aflora y que tiene una temperatura más baja». Un efecto que este año apenas ha tenido lugar en la costa del Principado y ha favorecido a los bañistas, a los que no les cuesta tanto entrar al agua, pero está perjudicando a los organismos marinos.
La desaparición de los bosques marinos
Debido al sobrecalentamiento del agua de la costa cantábrica bosques de algas han desaparecido prácticamente de Asturias. «Estas especies son organizadoras de las comunidades y todo lo que vive asociado a ellas -otras algas y animales- también sufren impacto», explica Rico. Con su desplazamiento hacia aguas más frías también se desplazan otros peces, crustáceos y moluscos. «Se ha observado, además, un incremento paulatino de especies típicas de mares más cálidos», mantiene González-Quirós.
El impacto económico
Muchas de estas especies huidas son de interés pesquero. Conforme la tendencia de las olas de calor marinas se afianza, los ecosistemas sufren modificaciones que tienen una repercusión económica directa. «Estamos hablando de especies que son sujeto de la pesca tradicional, como la marisquera en Asturias», apunta el biólogo. «Parte de la flota tradicional de Asturias se ha ido reduciendo porque cada vez tienen menos especies como el santiaguín, la nécora, el erizo de mar».
Los datos
En 2006, 2008 y 2013 se produjeron olas de calor marinas especialmente altas. El año pasado fue más bien frío y para los datos el de este año habrá que esperar a diciembre, cuando los expertos tendrán toda la información recabada. Aunque, atendiendo a las previsiones, «lo esperable es que la ola de calor suceda», mantiene Rico, ya que en los últimos 15 años se han producido entre 8 y 10 olas de calor marinas en Asturias, lo que apunta a un patrón cada vez más frecuente.
Frente a la desinformación, soluciones
En los tiempos de la desinformación, es habitual escuchar veredictos como que, gracias al cambio climático, los territorios de Siberia, por ejemplo, se irán convirtiendo en aptos para la explotación agrícola, lo que permitirá alimentar a más personas. El problema es que el ritmo de cambio es tan acelerado «que no estamos seguros es de que los ecosistemas sean capaces de responder», apunta Rico. «Los bañistas del norte pueden pensar que está muy bien que el agua esté más caliente, pero eso puede aumentar también la posibilidad de la aparición de medusas». Para el decano de la facultad de Biología de Oviedo siempre hay pros y contras, «pero con el cambio clímático son muy superiores los contras».
¿Las soluciones? A pesar de que existen estrategias a nivel gubernamental para combatir el cambio climático, al final el peso de las acciones ha de empezar en la ciudadanía. «Si cada vez somos más y cada vez utilizamos más recursos, tenemos en nuestra mano -los países desarrollados que ya tienen las necesidades básicas más o menos cubiertas- darnos cuenta de que nuestras actitudes tienen un efecto sobre el medioambiente. No puede ser que pensemos que el mar es un vertedero donde podemos tirarlo todo, no puede ser que podamos utilizar los combustibles fósiles de manera ilimitada e irresponsable... hay muchas cosas que corregir», explica Rico.
Aunque la conciencia mediambiental ha ido en aumento, para Rico es esencial que se ejerzan mayores presiones a nivel individual. «Los gobiernos reaccionan ante la presión de los ciudadanos, si estos no los empujan desde arriba se va aparcando el tema», mantiene. Y en casos como este, cuanto más pase el tiempo más irreversibles serán los cambios.