
La inmensa mayoría de alumnos coinciden en que estudiar en otro país es una experiencia imprescindible durante la etapa universitaria
08 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.El programa «Erasmus+» es ya un clásico de la educación europea y son 33 países los que hoy en día se prestan a acoger estudiantes de todo el mundo, entre los que España se mantiene como uno de los países de la UE que más alumnos envía y recibe cada año. Ciudades como Barcelona, Granada o Valencia aparecen en los puestos más altos de las listas de intercambios, pero también son muchos los alumnos que optan por una ciudad más pequeña y acogedora para vivir, como Oviedo. ¿Merece la pena irse de Erasmus? La mayoría de los alumnos ven más ventajas que inconvenientes.
Es el caso de Moritz Hardung, estudiante de idiomas y pedagogía en la Universidad de Heidelberg en Alemania, que llegó a la Universidad de Oviedo en septiembre de 2017 acompañado de su pareja, y recomienda sin ninguna duda esta experiencia. «Ya conocía el sur de España, por lo que preferí ir al norte para disfrutar de la buena comida y el paisaje de Asturias». Aunque se queja del mal tiempo, asegura que «la experiencia fue muy buena, lo he pasado genial y aparte de Oviedo, hay muchos lugares cercanos a los que vale la pena viajar». Moritz quiere ser profesor de lengua alemana y español en un futuro, por lo que la inmersión lingüística en España para él fue fundamental. «Es cierto que fuera de la universidad te juntas más con otros chicos erasmus de otros países y sobre todo del tuyo propio, pero en clase estás en contacto continuo con los estudiantes españoles, y eso te ayuda a aprender mucho. Además, los profesores se preocupan de ello, y mandan formar grupos de trabajo en los que los estudiantes españoles y los erasmus estén mezclados para poder practicar. Mi castellano ha mejorado muchísimo en los últimos meses».
La gran mayoría de estudiantes considera que una beca Erasmus puede ser la llave al futuro, y coinciden en que lo mejor es la apertura de mente que te ofrece salir de España y conocer otra cultura y otra manera de vivir. Para Marina López y Raquel Palacios, alumnas de Lenguas Modernas y sus Literaturas en la Universidad de Oviedo, la experiencia no ha podido ser más positiva. «Ambas coincidimos en que si tuviéramos la oportunidad, volveríamos a irnos de Erasmus», cuenta Marina, que cursó el tercer año de su grado en Limoges, Francia. «Echo mucho de menos Italia», añade Raquel después de haber estado nueve meses en Padua, y apunta que «al contrario de lo que todo el mundo piensa, un Erasmus no es todo salir de fiesta». Esta experiencia les enseñó a valerse por sí mismas y les ayudó a madurar, tanto en lo académico como en lo personal.

Enfrentarse a un idioma nuevo, una universidad distinta, una cultura a la que no estás acostumbrado… puede suponer mucho vértigo al principio, pero para ellas «no hay que tener miedo a salir de tu zona de confort y hacer frente a las nuevas vivencias que te va a dar el Erasmus». Por otra parte, los estudiantes no se contentan solo con vivir durante casi un año en otro país, sino que aprovechan «el tirón» para viajar a otros destinos (generalmente también europeos), a los que les sería más difícil acceder estando en casa. Raquel se ha recorrido prácticamente todo el norte de Italia, pero también recuerda con mucho cariño sus escapadas a otros lugares cercanos, «mis amigas y yo nos fuimos a Bélgica y a Polonia, pero conozco a gente que voló hasta a 10 países distintos, no sé de dónde sacaban el dinero».
Pero no todo es de color de rosas. A pesar de que el balance es muy positivo, el programa europeo supone también una serie de dificultades a los estudiantes que es necesario tener en cuenta, y la parte económica es una de las más problemáticas. Para Raquel, la tardanza de la beca es desesperante: «tengo amigos que no se han podido ir de Erasmus porque una parte del dinero nos llega cuando ya estamos aquí, y ellos no tienen medios para ponerlo por adelantado. Es una pena». En cambio, para Marina y también para la mayoría de jóvenes, lo más «pesado» es el papeleo. «Nos tiramos semanas completando nuestro Learning Agreement, el documento donde figuran las nuevas asignaturas que cursaremos en el extranjero y que convalidaremos por las que tenemos aquí, y una vez estás en la facultad, tienes que cambiarlo todo. Además, llegas allí y resulta que necesitas mil papeles que nadie te dijo que necesitarías». Raquel no puede evitar reírse, «a mí me pasó exactamente lo mismo», añade. Además, algo que lamentan ambas a nivel personal y que muchos otros estudiantes han experimentado, es haberse centrado en «hacer piña con otros erasmus españoles», y no haber aprovechado lo suficiente para conocer a más gente de otros países.
Por otra parte, los periodos de morriña y nostalgia son habituales. «Yo eché más de menos la comida asturiana que a mis padres o a mi novio», bromea Marina, «prácticamente hablaba con ellos tanto o más que si estuviera en casa», ya que hoy en día las videollamadas a través de plataformas gratuitas como Skype o Facetime están al alcance de tu mano en cualquier lugar. «El mejor momento era cuando te llegaba el paquete de tu familia lleno de embutido, aceite de oliva, pipas… cosas que en casa estás cansado de comer pero que allí echabas en falta muchísimo». Los estudiantes suelen valorar mucho más a los seres queridos, a su tierra, y las pequeñas cosas del día a día que parecen no tener importancia a priori, y que se convierten en imprescindibles cuando faltan. «Al llegar lo cogemos todo con más ganas: un paseo por el parque de debajo de casa, una cena con los amigos del barrio...»
Los profesores están de acuerdo en que «los propios alumnos a su regreso del intercambio Erasmus vuelven contentos de lo que esta experiencia ha supuesto para su formación en la lengua. La inmersión lingüística es decisiva para mejorar la corrección y fluidez en el idioma extranjero. Además, la estancia Erasmus representa para ellos un período de madurez, ganando confianza en sí mismos», tal y como señala Flor Bango de la Campa, profesora del Departamento de Francés en la Facultad de Filosofía y Letras de Oviedo y coordinadora de intercambios con ciudades francesas como Limoges o Dijon. «La tarea del coordinador de los acuerdos Erasmus es compleja ya que debe de hacer de puente entre los servicios y requisitos administrativos con estructuras muy diferentes. En el plano académico, uno de los asuntos más espinosos concierne la elección de asignaturas, tanto de los alumnos entrantes como de los salientes dado que es necesario encajar la idoneidad de las materias, los niveles y los horarios».