Pequeña biografía de Tito Estatilio Tauro, cuya intervención fue decisiva en la victoria romana sobre los habitantes del actual territorio de Asturias
17 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.Cada vez que cojo entre mis manos algún libro que nos narra la vida de algún personaje que entró en relación con Octavio o los familiares que le sucedieron al frente del Imperio no puedo por menos evitar el esbozar cierta sonrisa. En efecto. No son precisamente pocos los biógrafos que, atribuyéndose una falsa erudición, se creen a pie juntillas -ingenuos ellos- toda la información que le vino en gana facilitarnos a un aparato imperial que comienza a manipular seriamente la información precisamente desde los tiempos en que desaparece del escenario mundano este grandísimo general del que hoy les voy a hablar: un Tito Estatilio Tauro a quien nadie pudo restarle mérito alguno en vida. Nadie en su sano juicio se hubiese atrevido a incomodar a este nuevo Hércules del periodo. Fue por tanto tras su muerte, tiempo en el que se trató de magnificar la figura de Augusto, cuando se ocultaron sus grandes hazañas.
Leyenda
Tito Carisio, nacido en el entorno de una familia lucana de ignoto pasado, vino al mundo un lustro después de que el mundo contemplara la llegada de Julio César (1). Era un niño por tanto cuando su región de origen vivió las grandes batallas que tuvieron lugar por causa de la llamada Guerra Social, que condujeron al práctico exterminio de la mayoría de sus parientes a manos de Sila.
En torno al año 65 a.C., habiéndose redactado dos décadas antes una Ley Plaucia Papiria que otorgaba la ciudadanía romana a todos los habitantes itálicos y muerto ya el dictador, vemos su nombre por primera vez en el reverso de un denario firmando como monetalis (2), un cargo que le permitiría acceder más tarde al cursus honorum y que nos deja entrever su pertenencia a una familia plebeya acomodada (3).
En los veintiocho ocho años que siguieron el silencio de las fuentes es total, sin embargo, parece a buen seguro que sirvió bajo las órdenes de César: la enemistad que les unía a ambos con la facción de Sila, el encontrarlo más tarde como lugarteniente de su Magister Militum y esa especial relación que mantuvo siempre con la legión X, la unidad de combate preferida del divino, nos señalarían esta circunstancia.
En el año 37 a.C., convertido ya en la mano derecha de Marco Antonio, pasó a Sicilia al objeto según parece de dar cobertura a Octavio en sus luchas contra Sexto Pompeyo y les recalco esa duda que les he apuntado sobre el objeto de ese viaje por cuanto algunos sucesos que se narran de esa guerra son fuertemente contradictorios: no parece una simple casualidad el que una fuente nos diga que Agripa destruyó 28 embarcaciones de Sexto Pompeyo, coincidiendo exactamente con el número de embarcaciones que perdió Tauro por los efectos de un temporal. Tampoco parece creíble el que Octavio anduviera deambulando por las cuevas y bosques de las costas de Italia para esconderse de un enemigo que se hallaba acantonado en la isla de Sicilia (4). Sin duda, aquí hay mucha más miga de lo que se cuenta. Lo que si que queda claro, mentiras aparte, son dos hechos. El primero de ellos es el observar que en un pasaje de esa guerra tan compleja una de las fuentes -Apiano- dice que fue Carisio el general encargado de comandar el ala izquierda de la flota de los triunviros, observando en las restantes que a ese mismo comandante se le llama Tauro. De lo anterior, se colige que pudo haberse transformado el nombre de este general, circunstancia ésta que se producía con carácter excepcional por haber obtenido un triunfo de especial relevancia. El segundo, deviene de su numerario. En efecto, observamos en un denario de la época como un Tito Carisio que ya debería tener en torno a los 60 años nos señala que ha obtenido un triunfo mayor vestido con un atuendo cartaginés, una victoria que sólo él y nadie más que él pudo celebrar en Roma por esa época (5). Así pues, y teniendo en cuenta que los Acta Triumphalia no nos indican ningún triunfo para este general y si en cambio otro para un Tauro en el mismo escenario -triunfo ex África, año 34 a.C.-, quedaría más que probado que ambos generales se tratarían en realidad de la misma persona. Ahora bien, ¿por qué razón pasó a utilizar ese agnomen Carisio?, ¿cuál fue esa gran victoria que le permitió utilizar un cuarto nombre?. Esta cuestión nos la aclaran las fuentes escritas. Previo a pasar a África, las mismas nos afirman que Estatilio Tauro obtuvo un importante triunfo en Tauromenio, escenario en el que también se nos señala una fuerte derrota para Octavio, una información que en su conjunto nos permite reconstruir a grandes rasgos lo acaecido por esos lares y que daría lugar a una leyenda similar a la que sigue: Carisio pasó a integrarse en el ejército de Octavio por motivo de una cesión de tropas entre éste y Antonio, desempeñando sus funciones en una isla -Sicilia- que pertenecía al heredero del César merced al pacto territorial establecido entre los triunviros. Así pues, era Octavio el que ostentaba el imperium en la guerra contra Pompeyo en Sicilia y era a él a quien debían de anotársele los triunfos.
Por tanto, ese triunfo en Tauromenio, que debió de producirse necesariamente durante el verano del 37 a.C. (6) y en el que seguramente Carisio debió de rescatar a Octavio de ese desastre que le acaeció en ese lugar mediante una acción tan sumamente arriesgada que le habría permitido adoptar ese agnomen de prestigio y abrirle el camino hacia su primer consulado, le fue apuntado en su haber al heredero del César.
Expuesto lo anterior, alguno de ustedes podría pensar que esta leyenda es incompatible con el que en esos actas sólo aparezca mencionada una ovación -triunfo menor- ex Sicilia para Octavio, cuestión que también les voy a explicar. Tanto Tauro como Agripa obtuvieron dos triunfos de gran calado en ese escenario -Tauromenio y Nauloco-, victorias que en otras circunstancias les habrían permitido celebrar un triunfo curul en Roma, sin embargo y como les he argumentado, todos los triunfos acaecidos en esa isla le fueron imputados globalmente a Octavio por las condiciones expuestas, un Octavio que al declarar ese conflicto como una lucha contra esclavos al objeto de humillar a un Pompeyo que se hallaba huido, se vio en la obligación legal de celebrar esos dos grandes triunfos sin ningún tipo de pompa ni festín por razón de los usos y costumbres establecidos para estos casos.
En resumen, quiero que les quede meridianamente claro lo siguiente: Tito Carisio (7) utilizó ese agnomen -Tauro- por esa victoria tan importante acaecida en Tauromenio, una victoria de la que unas fuentes escritas controladas por el aparato augústeo no nos facilitaron detalle alguno para tratar de minimizar otro de los grandes fracasos militares que vivió Octavio en su carrera.
Avanzado el conflicto y ya inmersos en el año 36 a.C. (8), sabemos que Lépido quiso quedarse con esa isla en propiedad, un momento que considero clave en la carrera de Estatilio Tauro. En efecto, dicen esas mismas fuentes tan manipuladas que las aspiraciones de Lépido de meterse en el bolsillo esa isla tan rica fueron coartadas por un Octavio que se ganó a los soldados del otro triunviro con promesas de aumentar su prosperidad, hecho de lo más desconcertante pues debemos de recordar que Octavio acababa de ser recibido a flechazos por esos mismos legionarios y que esas unidades de Lépido pasaron a ser controladas por Estatilio Tauro. Con todo ello, lo que parece que podría haber pasado es que ese ejército de Lépido se habría rendido a un general de verdad como fue Tauro (9), una acción que quedó lejos de ser la mejor solución para Octavio, al darse cuenta de que ahora tenía junto a su lado al mejor general de Antonio al mando de un enorme ejército compuesto por 44 legiones, un Antonio al que previamente había engañado no habiéndole enviado los soldados que se había comprometido remitirle durante el encuentro celebrado en Tarento.
Así las cosas, Octavio debió de pensar que en esa situación tan complicada lo más aconsejable sería tratar de ganarse el favor de Tauro, y así hizo, intermediando ante el Senado para que le concediesen a este general carta blanca para que hiciese lo que le viniera en gana en las colonias de África.
Es debido a esta causa por la que un Tauro, revestido con su imperio proconsular y el Senatus Consultum, sí celebra personalmente en esta ocasión su triunfo sobre un territorio dominado otrora por un enemigo tan peligroso para Roma como fue Cartago, hecho que nos confirman tanto los actas como sus monedas.
Como consecuencia de este suceso, Tauro marchó a Roma, donde se celebró una ceremonia de índole espectacular. Imagínense. El pueblo sabía que este general que ahora entraba por sus calles ataviado a la usanza del dios Júpiter (10), era aquél que había vencido tanto en la arriesgada acción de Tauromenio como a aquellos descendientes de un Aníbal que tanto daño había hecho al prestigio de su ciudad, unos hechos en su conjunto que sin duda motivaron el que esos ciudadanos le aclamasen por primera vez como su Imperator (11), nada que ver pues con esa discreta entrada anterior de Octavio en Roma.
Todos estos sucesos debieron de ser presenciados por el heredero del divino con cierta envidia y mayor temor: este general, que disponía de una fuerza de armas tan importante, además era aclamado como su líder por el pueblo (12), un pueblo que debió de exigirle a Octavio que restituyera el orden en el triunvirato, promoviendo a Tauro como tercer hombre en esa institución, y así hizo, lo que le permitió a nuestro general ocupar ese cargo que había quedado vacante tras la condena a Lépido, pasando a sustituirle en todas sus funciones (13).
No tendría mucho tiempo sin embargo de celebrar las mieles de ese triunfo. Al poco tiempo de producirse ese paseo militar, Agripa y Octavio habían tomado rumbo en dirección al Adriático para tratar de apuntarse alguna victoria sobre los siempre levantiscos Pueblos del entorno, unos Pueblos que les derrotaron y les dejaron en una situación de lo más apurada, teniendo que viajar precipitadamente Tauro al escenario de esa guerra al objeto de socorrer a sus dos compañeros (14).
Llegados al año 31 a.C. nos topamos con la famosa batalla de Actium, otro escenario en el que el aparato imperial pasa de largo el extraordinario papel jugado por este general. En efecto, la recluta de gentes por parte de Antonio, apoyado por diferentes reyes orientales, fue masiva, y fue Tauro el encargado de impedir el que muchos de aquellos que habían dado su compromiso de unirse con el nuevo Dyonisos acudieran a la cita (15). A pesar de ello, el ejército de Antonio consiguió reunir en el campo de batalla un número de tropas muy superior a la de sus rivales, sin embargo, esa ventaja numérica del primer Augusto (16) no devino en el efecto esperado, esto es, el que avanzara posiciones, atacando al ejército enemigo, cuestión que sólo se explica por una causa: al frente del ejército rival se encontraba el mejor general de Roma. En efecto, Tito Estatilio Tauro fue el Comandante en Jefe del ejército de tierra durante ese episodio y su sola presencia en ese escenario fue la que motivó el que un ejército de Antonio que tan bien conocía a su otrora general se negara a avanzar (17), limitándose a aguantar una posición defensiva tras el refugio de sus campamentos. A consecuencia de todo ello, ese ejército de Antonio vio como muchos de sus soldados a los que se les iban agotando las provisiones caían enfermos, también vio como muchos de sus aliados se ponían en fuga. Llegado el caso, fue el mismo Antonio el que tuvo que adoptar una solución de emergencia, abandonando cobardemente su campamento para escapar por el mar rompiendo el bloqueo al que le tenía sometido Agripa, Comandante en Jefe de la flota (18).
Ese ejército de tierra de Antonio, conocedor de la defección de su general, huyó en dirección hacia levante, iniciándose una persecución en la que no fueron Agripa u Octavio los generales que comandaron esa acción, fue un Tito Estatilio Tauro el que con decisión hizo avanzar a marchas forzadas a sus tropas para alcanzar al enemigo unas semanas más tarde, hecho éste el de ese encuentro que ha dado lugar a uno de los relatos más sorprendentes que nos ha dejado la historiografía militar y que me permite el que lleguen a comprender perfectamente de qué tipo de general estamos hablando: dicen las fuentes que los generales de Antonio, cansados de huir y advirtiendo que el enemigo se les iba acercando, en un momento dado decidieron plantarse, con intención de presentar batalla o de adoptar una posición defensiva, cuestión que dependía de la identidad del general que condujese esas tropas enemigas. Pónganse en escena. Decenas de miles de hombres detrás de unos generales que esperaban a pie firme ver quién era ese general que conducía las tropas enemigas. Ese enemigo llega, y en ese momento se abren las filas para dar paso a su general: un resplandeciente Tito Estatilio Tauro cuya sola visión hizo que los generales de Antonio montaran en sus caballos y huyeran «espantados».
Este hecho, que motivó el que ese ejército de Antonio desprovisto de generales se dispersase, fue el que en verdad puso fin a la guerra. Los sucesos posteriores: el forzar a Antonio a suicidarse, el asesinato de Cleopatra a manos de Octavio, etc. son asuntos menores que derivan de este episodio, en el que se desmanteló completamente a ese ejército.
Quede comprendido pues, que ese general que llega a Hispania en 29 a.C. no se trataba de uno más de los muchos de los que disponía la facción cesariana: se trataba sin lugar a dudas del mejor general de la historia de Roma, un general que pese a las difíciles misiones que tuvo que afrontar -Tauromenio, Cartago y Actium- permanecía invictus, un general que supo meter en cintura a una legión X que se había sublevado frente a Octavio y un general que en la realidad ya había sido aclamado dos veces imperator (19).
Su llegada a Hispania respondió a una causa muy concreta: en los quince años que precedieron la venida de Estatilio Tauro, en la península se había ido concentrando la resistencia de una facción pompeyana que, pese a los esfuerzos de un Senado que periódicamente había estado enviando generales al objeto de minar las fuerzas del enemigo (20), contaba con una fuerza de armas considerable. A consecuencia de todo ello, la papeleta que había en la península era muy seria y ese Senado decidió acabar con el problema enviando al lugar a su arma de destrucción masiva: Tito Estatilio Tauro.
Con este fin, iniciándose el año 29 a.C., Tauro desembarcó en Burdeos, para desde allí atravesar la baja Aquitania y pasar al territorio de cántabros (21), astures y vacceos, motivando la puesta en fuga de los dos primeros y el sometimiento de los terceros durante esa misma campaña.
En los cinco años que siguieron, un Tauro revestido de imperium sobre toda la Hispania ulterior (22), apoyó decididamente desde su campamento de Herrera de Pisuerga a los legados de la Hispania citerior, siendo decisiva su intervención en la más que complicada victoria sobre los astures (23) y en la toma de su principal ciudad (24).
Fue también en esta etapa cuando inició la construcción del primer anfiteatro de Roma, acción que le fue agradecida por el pueblo concediéndole a perpetuidad el que pudiese elegir a uno de los pretores de la ciudad, y hecho éste que nos permite hacernos una idea de la fuerza de su imperium para estos tiempos en los que recordemos ese Pueblo aún no le había hecho ninguna concesión similar a Octavio (25).
Tras el año 25 a.C., tiempo en el que le vemos actuando como patrono de la ciudad de Ilici, le perdemos la pista, pero no por ello podemos dejar de hacernos una idea de cómo se desarrolló su trayectoria. En efecto, habiendo sido elegido cónsul por segunda vez en el año 26 a.C. -un mérito que no le era concedido a casi nadie por los tiempos en los que estamos hablando- y encontrándole un año más tarde en Hispania como acabamos de ver, es seguro que renovó su imperium en Hispania ulterior en calidad de procónsul, un cargo que pudo haberlo mantenido durante diez años (26) y que nos conectaría con el año 16 a.C. en donde le vemos por última vez en las fuentes gobernando Roma, cargo que desempeñará hasta su muerte.
Bien, hasta aquí esta sencilla reconstrucción de la vida de este grandísimo general, un gran militar que brillaba tanto por su destreza en el uso de las armas como por su generosidad ante el enemigo (27) y persona que supo ganarse el reconocimiento del Pueblo de Roma, un Tito Estatilio Tauro que gozó de un imperium similar al del propio Augusto y que se conforma como el último hombre libre de una Roma que tras su muerte quedaría sometida a la tiranía de la familia imperial.
Quede pues bien explicado para la honra de los astures, cuyos ancestros fueron los únicos de entre todos aquellos que se enfrentaron con este general que pusieron seriamente en peligro su propia seguridad.
Notas
(1) Es seguro que nació antes del año 76 a.C. puesto que para el tiempo en que obtuvo su primer consulado -37 a.C.- debería contar necesariamente con 40 años de edad, una antigua norma republicana que -salvando el caso de Octavio- se seguía aplicando en esta época. De otra parte, sabemos que para el tiempo en que toma el mando de la ciudad de Roma -año 16 a.C.- ya era un hombre «muy mayor», expresión que en la literatura de la época se solía aplicar a personas que sobrepasaban los 80 años de edad.
(2) Esta moneda, dada su tipología que lo vincula con el César, pudo haberse acuñado en 63 a.C., tiempo en el que el divino desempeñaba el cargo de Pretor Urbano. Si tenemos en cuenta que el vigintivirado era desempeñado por los plebeyos una vez cumplidos los 32 años de edad, eso nos llevaría a concretar una fecha de nacimiento para Carisio en torno a 95 a.C. Aprovecharé que hemos sacado el tema de los Monetalis para corregir un error que observo cometen mis colegas en relación a este asunto. En efecto, muchos de mis compañeros han caído en el pecado de determinar que, dado que las fuentes escritas informan que ese cuerpo del vigintivirado estaba compuesto por tres miembros, toda mención en las monedas con la leyenda IIIVIR incluiría el nombre de una de las personas que desempeñaba ese cargo. Esto como vemos es discordante con el caso que estamos tratando, donde observamos que un Carisio que en su juventud desempeña ese cargo de Monetalis no incluye la mención IIIVIR para sí hacerlo unos años más tarde -como luego veremos- cuando adquirió la condición de triunviro encargado de la restitución de la república. Así pues, observando esta discrepancia, convendría que estudiásemos casos similares para tratar de aclarar esta cuestión.
Para el último siglo de la época republicana yo he encontrado que firman como IIIVIR: Caldius, Q. Sicinius, Mn. Acilius. Mn Cordius Rufus, Caesar, Anton y Scarpus, cuyas leyendas completas del todo extraordinarias -y no sólo para el asunto que estamos tratando- así como algunas de sus representaciones gráficas, que comentaremos, son las siguientes:
-Año 51 a.C./ CALDUS IIIVIR ? C COEL CAL L.D. COS
-Año 49 a.C. / FORT - Q. SICINIUS IIIVIR
-Año 49 a.C. / SALUTIS - MN. ACILIUS IIIVIR VALET
-Año 46 a.C. / RUFUS IIIVIR ? MN CORDIUS
-Año 42 a.C. / CAESAR IIIVIR
-Año 39 a.C. / M ANTON IMP IIIVIR RPC AUG
-Año 37 a.C. / IMP CAESAR DIVI F IIIVIR ITER RPC COS ITER ET TERT DESIG
-Año 33 a.C. / ANTON AUG IMPIII COS DESIII IIIV RPC (CON) M SILANUS AUG Q. PROCO
-Año 31 a.C. / SCARPUS IMP (PARA) M ANTONIO COSIII IMPIIII AUG
Bien, habiéndoles presentado estos ejemplos, pasemos ahora a analizar sucintamente lo que nos están diciendo estas monedas.
Caso Caldus. Un Tribuno de la Plebe o un Cónsul, por cuestiones de edad o de su imperium, no puede tratarse de un triunviro monetalis, esto es, un colegial que aún no se ha iniciado siquiera en el Cursus Honorum. Por tanto, esta moneda nos estaría indicando que este personaje habría formado un triunvirato ilegal con César, quien se habría tomado la libertad de sustituir a Craso -fallecido en 53 a.C.- por este hombre. Debido a ese carácter ilegal no aparecería reconocido como triunviro ni inscrito en su calidad de cónsul. Esta leyenda que les he expuesto es concordante con lo que nos dicen las fuentes, quienes nos hablan del esfuerzo de Marcelo por hacer valer su poder consular ante un César que se había atribuido sus funciones.
Caso Sicinius. Nos encontramos con un caso similar al anterior. Aquí habría sido Pompeyo Magno el que se habría tomado la libertad de elevar al triunvirato a este personaje en sustitución de Craso. Resulta muy significativo el que nos indique su obtención de un triunfo mayor, cuestión que quizás pudiera explicarse de haber derrotado al César en alguna batalla -silenciada por el bando ganador- previo a la entrada definitiva de éste en Roma.
Caso Acilius. Si la datación de esta moneda es correcta, inmersos ya en la guerra por el poder entre César y Pompeyo, aquí tendríamos que Julio César se habría tomado la libertad de sustituir a Pompeyo por este hombre en el triunvirato.
Caso Rufus. Hemos visto para el caso anterior que Acilius se encontraba muy enfermo y de ahí que rogara a la diosa Salud que le facilitase una pronta recuperación. Si esa diosa no le hubiera atendido -lo que parece muy probable- este Rufus habría sido su sustituto en el cargo. La representación de ese tipo especial de Venus probablemente nos indique que anteriormente luchó en el bando opositor a César.
Caso Scarpus. Nos encontramos aquí con un coheredero de la herencia de César, perteneciente a la clase patricia y de mayor edad que Octavio, por tanto, cuando emite esta moneda tenía con seguridad más de 35 años. Teniendo en cuenta que entre esa clase el Cursus Honorum se iniciaba con 25 años de edad, éste tampoco sería un monetalis, sino alguien que por añadido nos está facilitando una información del todo extraordinaria. En efecto, esta excepcional moneda nos está informando de varias cosas del todo interesantes. En primer lugar, y dado que aparece la figura de Zeus Amón junto al nombre de Antonio Augusto, nos permite confirmar que ese atributo -el de Augusto- era usado para señalar que la persona que se postulaba como tal había celebrado el matrimonio con la diosa de Atenas -misterios de Eleusis-, una celebración que para el caso de Antonio queda confirmada por las fuentes escritas. Así pues, Antonio -a semejanza de Alejandro- habría pasado a convertirse mediante esa ceremonia en un nuevo dios -y rey de reyes- perteneciente a la estirpe de Zeus. Esto explica el que algunas fuentes antiguas griegas califiquen con ese mismo epíteto a varias diosas del linaje de Zeus y la leyenda de esta moneda, en el que un Scarpus reconoce su inferioridad sobre ese dios: el divino o augusto Antonio.
Quede pues demostrado con este sencillo explicando, sin tener que recurrir a la alta erudición, que la leyenda IIIVIR de las monedas no hace alusión en ningún caso a un triunviro monetalis.
(3) La mención de Syme, quien lo cataloga como un «hombre nuevo», esto es, perteneciente al orden más importante de la clase plebeya, se ajusta perfectamente a su perfil.
(4) Esta cuestión ya la dejé explicada en mi artículo «Apoteosis del Amor en la cueva de Altamira», incluido en mi libro «Mi colección de artículos sobre Alejandro Magno y Octavio Augusto».
(5) Obsérvese que en esa moneda se nos informa que ha obtenido esa victoria merced a un Senatus Consultum, esto es, que actuaba bajo su propio imperium. En relación a este asunto, comentarles que Octavio se atribuyó los triunfos de todos los generales de Roma a partir del tiempo -en torno a 17 a.C.- en que se afianzó en el poder. Anteriormente, debemos de examinar la información caso por caso.
(6) En teoría esa victoria, siguiendo a algunas fuentes, debería de haberse producido en el verano del año 36 a.C., fecha que como les estoy explicando es incompatible con la coherencia de los hechos y «error» del todo usual con el que nos topamos en muchos de los relatos que nos narran la vida de Octavio, a quien el aparato imperial trató de taparle sus miserias. Así pues, se habría manipulado esa fecha de la misma manera que se hizo con ocasión de la llegada de Octavio al escenario del Bellum Cantabricum, cuestión que ya les dejé explicada en mi artículo «Apoteosis del Amor en la cueva de Altamira».
(7) Otra cosa que debo comentarles son las razones que explican el que a lo largo de su vida nos lo encontremos utilizando dos nombres distintos. Tito Carisio, pertenecía a la clase plebeya y de ahí el que veamos firmando de esa manera en sus monedas, esto es, utilizando tan sólo su praenomen y cognomen para una acción que partía de la iniciativa privada. Una vez alcanzado el consulado, se vio en la obligación -al igual que el resto de segundos cónsules, pertenecientes por lo común a esa misma clase- de adoptar en todos sus documentos oficiales una estructura nominal similar a la de los patricios, esto es, con su praenomen, nomen y cognomen, una transformación en donde vemos que tan sólo conserva su praenomen, sustituyendo el cognomen por su nomen familiar -seguramente para dar prestigio a un mayor número de familiares- y esa mención honorífica de sus hazañas.
(8) Continuando con la explicación que les di en (6) acerca de las fechas discordantes que nos facilitan diversos autores clásicos y contemporáneos, cabría preguntarse de ser cierto que la victoria de Carisio en Tauromenio se produjo en el verano del 36 a.C. qué mérito anterior le habría impulsado para obtener ese cargo. Tampoco parece razonable el que Lépido abandonase África para dirigirse a Sicilia con objeto de meterla en sus dominios en Julio del 36 a.C., pues sabemos que ese hecho se produce una vez que Sexto Pompeyo había huido de la zona, entrando pues en confrontación con la fecha comúnmente establecida para la batalla de Nauloco -Septiembre del 36 a.C. ? en donde nos encontramos al hijo del Magno aún en la isla. En definitiva, no conviene ser demasiado taxativo sobre este particular, recomendándonos la razón que nos ajustemos al devenir de los acontecimientos.
(9) Una fuente bastante fiable para este periodo como es Orosio nos dice que tras producirse la rendición de Lépido, Tauro se encargó de someter toda la isla. Según parece, ese relato se reconstruye atendiendo al imperium de uno y otro. Así, si bien Tauro habría sido el responsable de que Lépido se rindiese, esta acción se atribuye a Octavio por causa de ese imperium, para a continuación darnos detalle de quién fue el legado encargado de realizar todas estas acciones.
(10) Es curioso anotar que el cognomen de este general ?Carisio- fue un epíteto utilizado para describir a Júpiter.
(11) Tauro fue aclamado tres veces como Imperator. La primera de ellas debió de producirse en Tauromenio de forma exclusiva por parte de sus tropas.
(12) En Roma, ya no será sólo la tropa la que le aclame como su emperador: será el conjunto del pueblo. Comentarles que, tal como vemos por las inscripciones de la época, resultaba del mayor prestigio para un general el haber sido aclamado Imperator y de ahí el que generalmente veamos en el numerario la leyenda IMP precediendo a la de COS.
(13) Alguien en el exilio como Lépido no podía mantenerse por mucho tiempo en el cargo de Pontífice Máximo, pues las distintas ceremonias en las que debía intervenir exigían su presencia física en determinados momentos en la ciudad. Tampoco tiene mucho sentido pensar el que alguien acusado y condenado por traición ocupara ese puesto. De todo ello se deduce que, si bien en un principio Lépido fue respetado en su cargo, no tardó en ser sustituido por un tercero. Ese tercero, por lo visto en esa moneda que les acompaño, parece ser que fue Estatilio Tauro. Así pues, Tauro se habría quedado con el imperium de las colonias de África, con el pontificado y con un puesto en el triunvirato, esto es, con todo aquello que le perteneció anteriormente a Lépido.
(14) Agripa y Octavio cargaron contra dálmatas e ilirios, sufriendo el primero una derrota y el segundo un accidente (?) que le hizo retirarse del campo de batalla, accidente que como ven pongo más que en duda teniendo en cuenta que, según el relato, el mismo se produce cuando Octavio, encontrándose al frente del ejército, se dispuso a atravesar un puente, esto es, una acción calcada a la que vivió Alejandro Magno en su periplo y que parece responder a un interés de equiparar -en la ficción- a Octavio con el macedonio por ese aparato imperial al que le hemos cogido en tantos renuncios. Contra los demás pueblos del área, cargó Estatilio Tauro.
(15) El más destacado de esos reyezuelos a los que derrotó fue Deiotaro Philadelfo.
(16) Ver supra (2)
(17) Posteriormente les explicaré un episodio en el que demuestro esta cuestión.
(18) Esta es la verdadera historia de Actium. Esa batalla se ganó al no atreverse Antonio a atacar a Tauro. Sin embargo, la fama de este episodio se la llevó un Octavio que no participó ?fue su legado Agripa- en la escaramuza naval que tuvo por objeto el abrir una vía de escape a Antonio en su huida hacia tierras orientales, un Antonio que sacrificó cobardemente a algunos de sus hombres para conseguir ese objetivo.
(19) En el caso de Antonio u Octavio, parece ser que en esas aclamaciones tuvo que ver más el factor miedo que un verdadero sentimiento de admiración hacia su general. Resulta bien significativo en relación a lo anterior el observar cómo Marco Antonio nos dice en sus monedas -véase leyendas en (2)- que entre los años 39 a.C. y 33 a.c. ha acumulado dos ovaciones como Imperator, circunstancia esta incompatible con el único triunfo de cierta importancia -Armenia- obtenido durante todo ese periodo y que se produce de otra parte tras perder en una campaña anterior en esa misma guerra decenas de miles de hombres.
(20) La sucesión de generales en Hispania, previo a la llegada de Tauro, fue la siguiente:
Año 36 a.C. Domicio Calvino
Año 34 a.C. Cayo Norbano
Año 33 a.C. Marcio Filipo
Año 32 a.C. Claudio Pulcro
(21) Tauro derrotó a los cántabros en su primitivo emplazamiento: el actual País Vasco y Cantabria oriental.
(22) El Imperium de la ulterior para Tauro, de la citerior -excluido el tiempo en que estuvo enfermo- para Octavio. Sabido lo anterior, quede también comprendido que Emerita Augusta no fue una fundación de Estatilio Tauro, pues esa ciudad fue construida bajo el imperium -de ahí su nombre- de Augusto, esto es, a partir del año 16 a.C. Comentarles sobre este particular que generalmente se suele confundir a Tito Carisio con Publio Carisio, quien teniendo en cuenta la fecha en que emite sus monedas -bajo el imperium de Augusto- y a que hace uso de la estructura nominal de un plebeyo, debió de tratarse de un hijo bastardo de Tauro. Quede claro pues que fue Tito Carisio el que sometió a los astures -tal como nos dicen algunos códices que se conservan anteriores a que el Padre Flórez postulara su errónea teoría- y Publio Carisio un legado de Octavio que emite alguna de sus monedas ?en un tiempo en el que parece que ya han desaparecido los monetalis al uso- desde Emérita Augusta -fundación de Octavio- y que por lo que parece debió de estar sirviendo anteriormente en su calidad de pretor en Germania, de ahí que en otra de esas monedas veamos unas armas idénticas a las representadas por Julio César coincidiendo con su breve incursión por esas tierras.
(23) Esa victoria de Tauro se produjo en la batalla acaecida en la Espina del Gallego (lugar próximo a Puente Viesgo, Cantabria), esto es, justo en el límite fronterizo del territorio que separaba a cántabros y astures. La demostración de que la ciudad de Noega -el límite de Asturias- se ubicaba al norte de la actual ciudad de Santander y que ese río Astura que dará nombre a los astures se corresponde con el aestuario -la bahía- de esa misma ciudad, la tienen a su disposición en mi libro «Mi colección de artículos sobre Alejandro Magno y Octavio Augusto».
(24) Lancia, necesariamente debe corresponderse con la actual ciudad de León.
(25) El poder de Roma se lo repartían el Pueblo y el Senado (S.P.Q.R.). Ese Pueblo por esos tiempos aún no había efectuado ninguna concesión a Octavio, persona hacia la que no sentía ningún tipo de simpatía, tal como vemos por las declaraciones de la época. Tampoco parece que el Senado sintiera gran predilección hacia este personaje, sin embargo, conocedores de su crueldad se vieron obligados a efectuarle periódicamente varias concesiones que alcanzan su cenit en el periodo 17 a.C. - 2 a.C., tiempo en el que de verdad se puede hablar de un Octavio como auténtico dominador del Imperio.
(26) El Imperium consular duraba por lo general cinco años. Su titular desempeñaba el puesto de cónsul durante un año y en su caso el de procónsul durante otros cuatro. En las ocasiones que se renovaba ese poder, generalmente para el caso de provincias aún no pacificadas, se otorgaba una prórroga de otros cinco años en calidad de procónsul en exclusiva. Si se hubiese dado esta circunstancia -algo que parece incuestionable- tendríamos para Tauro un consulado en 26 a.C., un primer proconsulado en Hispania del 25 a.C. al 22 a.C. y un segundo proconsulado en el mismo área entre 21 a.C. y 17 a.C. Terminado ese periodo habría pasado a gobernar la ciudad de Roma, cargo que mantuvo hasta su muerte.
(27) Tauro perdonó la vida de todos los astures que lucharon en las filas pompeyanas. Ahora bien, otra cosa es que les dejara irse de rositas, obligando a muchos de ellos a trabajar en esas minas -las Médulas- que parecen ser una fundación suya. Esto explicaría el que se hable de la crueldad de Carisio -dada la penuria de esos trabajos- y el que vuelva a Roma con una fortuna tal que, pese a haber sufragado los gastos de la construcción del primer anfiteatro de la ciudad, permitiría que uno de sus descendientes fuese considerado como uno de los hombres más ricos del Imperio.