La ciudad alberga los grandes ejemplos del arte conservado de la época
22 abr 2018 . Actualizado a las 20:02 h.Oviedo es una ciudad cuyo atractivo resalta desde el primer momento en el que un foráneo posa un pie en ella. La arquitectura de sus edificios, coloridos y señoriales en el centro de la ciudad; más llanos y acogedores en los barrios colindantes, ofrecen desde el principio un aura de metrópoli en el que la espíritu de vecindad sigue vigente. A ello se le suma su gran oferta artística, de la que no solo destaca el Museo de Bellas Artes o distintas salas de exposiciones, sino la perfecta conservación de edificaciones históricas correspondientes a la época prerrománica, símbolo y ejemplo de una era. Es un estilo arquitectónico único en el mundo y reconocido por la Unesco del que los asturianos se sienten muy orgullosos.
Así, es posible caminar por toda la ciudad y encontrarse sin quererlo con uno de sus monumentos; una pausa lo más de idónea para impregnarse de la historia y majestuosidad de las construcciones del pasado en un presente vibrante.
Cámara Santa
El camino empezará pasando por la Catedral de Oviedo para adentrarse en sus reliquias. En ella se encuentra la Cámara Santa que, recientemente restaurada, luce con el esplendor de las cosas nuevas y emana el espíritu de lo antiguo, lo que la convierte en un símbolo de Asturias y en un significativo reclamo religioso, cultural y turístico.
Se cuenta que Alfonso II el Casto, que siempre se consideró un «humilde siervo de Cristo», mandó construir, en el siglo IX, la llamada Cámara Santa. Está formada por dos capillas superpuestas y sin ningún tipo de comunicación entre ellas. La inferior es la Cripta de Santa Leocadia y la superior la de San Miguel; nombre que le viene dado por el hecho de estar adosada a la Torre de San Miguel, edificación anterior a la misma y que es de los pocos vestigios que quedan del palacio de los reyes de Asturias.
Todo aquel que se adentre en la sala sentirá el privilegio de tener ante sus ojos unos de los tesoros mejor guardados de la cultura y la historia de la Europa Occidental de los últimos mil años.
Gracias a las labores de restauración, lo que durante años fue una sala oscura es a día de hoy un área llena de luz que se relaciona a la perfección con la naturaleza de su arte conservado. Ahora se aprecia en toda su magnitud la pátina marfileña medieval, la perfección de las tallas románicas que reproducen las figuras de los apóstoles o la sobriedad de las cabezas del calvario. Al adentrarse en la Cámara Santa se perciben las cicatrices de la intensa historia de Asturias, conservando inalterable su mensaje y su atractivo.
San Tirso del Real
A escasos metros de la catedral se encuentra el templo de San Tirso del Real. Aunque data del siglo IX, ha sufrido diversas reconstrucciones y restauraciones a lo largo de los años. La última tuvo lugar durante el siglo XX, por lo que de la iglesia primitiva únicamente queda el muro frontal de la cabecera. Está catalogada como Bien de Interés Cultural, con la categoría de Monumento, desde el año 1931.
Como curiosidad, en su interior se conserva la tumba de Balesquita Giraldez, fundadora de la Capilla de la Balesquida.
La Foncalada
Una vez fuera, si se baja por la popular calle Gascona se llega al siguiente punto de arte: la fuente de La Foncalada, que pasa muchas veces desapercibida para aquellos que no van en búsqueda. Enclaustrada en pleno centro, se conserva desde del siglo IX y fue construida durante el reinado de Alfonso III el Magno (866-910). Además, constituye el único ejemplo de construcción de carácter civil con fines de utilidad pública de la Alta Edad Media.
Lo que hoy se considera monumento no fue más en la antigüedad que un bien para el pueblo. La fuente protege de la luz un manantial de agua potable que brota del mismo suelo que se recoge en una piscina cubierta por un cuerpo de sillería, de planta rectangular con arco y bóveda de cañón peraltada, cuya parte superior se remata en doble vertiente, a norte y a sur, y termina lateralmente en imposta lisa en nacela. Actualmente no brota agua de su interior, pero sigue siendo posible acercarse para apreciar con lupa cada detalle de su sobriedad.
San Julián de los Prados
Siguiendo el recorrido a pie, mientras se conocen otros barrios ovetenses en dirección al sur, aparece Magna sobre verdes prados en un espacio apacible y tranquilo dentro de la ciudad San Julián de los Prados. La iglesia es el más antiguo y mayor de los edificios prerrománicos que aún se conservan. Construida durante el reinado de Alfonso II el Casto (791-842), fue dedicada a San Julián y su esposa Santa Basilisa. En el año 896 fue donada a la catedral de Oviedo junto con sus palacios, baños y triclinios por Alfonso III el Magno. Sus características y su estado de conservación le valieron el título de Monumento Nacional el 8 de junio de 1917.
Vista desde el exterior se puede percibir un perfecto equilibrio, a pesar de su gran tamaño. Pero lo mejor llega cuando se entra en ella. No puede dejar de sorprender la gran sensación de amplitud, la luminosidad procedente de las grandes ventanas que la rodean y el conjunto de pinturas que cubrían todo el interior del templo y de las que aún se conserva una parte muy significativa. Todo ello la convierte en el referente de casi toda la arquitectura asturiana de la época.
Santa María del Naranco
Para continuar esta guía prerrománica es necesario tomar el autobús urbano que llevará hasta Santa María del Naranco que es, a juicio de muchos expertos, el monumento conservado más importante del arte altomedieval europeo. Construido por Ramiro I en la época de su reinado (842-850), fue declarado Monumento Nacional en 1885.
Es habitual considerar que se trató de un palacio de recreo aunque su finalidad no está del todo clara (una iglesia, un templo, un aula regia, un pabellón real, etc.). Las opciones son diversas y la duda responde a su singular construcción: un edificio de planta rectangular dividido en dos pisos: el inferior cerrado, el superior en estructura diáfana.
Gracias a su localización alejada de los focos de conflicto de la época, en el monumento prevalece la calidad de un estilo excelso. Sufrió diversas modificaciones en el periodo gótico y principalmente durante el barroco, fase en la que se derribó el muro sur y se tapiaron los vanos centrales del mirador oeste para construir una rectoral y una sacristía.
La construcción, de cuidada mampostería, está elevada sobre un zócalo de piedra para imprimirle un sentido vertical que se refuerza con los contrafuertes estriados que llegan hasta el tejado. En el interior se encuentran técnicas y detalles (como la decoración sogueada de ascendencia hispano-visigoda de las columnas) que demuestran la formación artística de sus creadores; sin embargo, la carencia de documentación impide conocer el nombre de los responsables. Entonces, solo queda acercarse para conocer en profundidad las características de uno de los mejores ejemplos de arte prerrománico español.
San Miguel de Lillo
Muy cerca de la anterior se encuentra la última parada: San Miguel de Lillo. Si Santa María del Naranco es referente en cuanto a arquitectura prerrománica, San Miguel de Lillo lo es en cuanto a decoración. En parte derrumbada durante la baja Edad Media, hoy en día se conserva el pórtico y uno de los tramos de la nave original.
Se considera que la edificación fue algo rompedor para la época, ya que abría una diversificación frente a los edificios asturianos de la época: está totalmente abovedada y la separación entre las naves es a base arcos sobre columnas en lugar de utilizar pilares. Asimismo, a diferencia de lo habitual hasta la fecha, la iglesia está poblada de una riquísima decoración esculpida y desarrollada para este edificio.
A lo largo del siglo XX ha sufrido diversas intervenciones arqueológicas y de restauración, la última de ellas, efectuada por el Instituto Arqueológico Alemán en 1989/90, ha permitido reconstruir con suficiente fiabilidad su planta original.
Junto con Santa María del Naranco conforman lo que se conoce como el Prerrománico del Naranco. Unir estas dos visitas suena a plan. Eso sí, es importante informarse acerca de los horarios para que ningún imprevisto impida disfrutar del arte.
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