Aumentan los casos de violencia sexual entre adolescentes

Elena G. Bandera
Elena G. Bandera REDACCION

ASTURIAS

Fotomontaje de un supuesto caso de malos tratos.
Fotomontaje de un supuesto caso de malos tratos.

«Estamos de fiesta, borrachos, no controlamos y entonces hacemos lo que nos da la gana es un mensaje que está calando en la gente joven», advierte la directora del Centro de Atención a Víctimas de Asturias

07 mar 2018 . Actualizado a las 11:08 h.

La violencia sexual, pese a que sigue sin ser considerada de manera oficial como un tipo de violencia de género, es otro claro síntoma de la sociedad patriarcal contra la que se ha convocado la huelga feminista de mañana, 8 de marzo, con motivo del día internacional de las mujeres. La violencia sexual contra las mujeres, que todavía sigue siendo la cara más vergonzante de la violencia machista, también crece y lo hace además entre los jóvenes asturianos de entre 14 y 18 años. 

«No solo está aumentando sino que también se siguen dando roles entre las chicas jóvenes de sentir vergüenza, culpa, de no denunciar. Los mismos patrones que existían hace 30 años en lo referente a la actitud de las víctimas», asegura Mariti Pereira, directora del Centro de Atención a Víctimas de Agresiones Sexuales y Malos tratos de Asturias (Cavasym), que lleva décadas asistiendo a víctimas de la violencia sexual.

Pereira pone un ejemplo: una chica sale con sus amigas, está en un pub y, en un momento dado, dos o tres chicos la arrinconan y empiezan a tocarla. «Eso es la agresión más suave entre comillas de las situaciones que hemos tenido. La arrinconan y empiezan a tocarla por todos los sitios porque consideran que pueden hacerlo y porque en muchas ocasiones ellos lo justifican con que estaban bebidos, con que estaban cargados», explica.

Agresores que no son desconocidos

Menciona el caso de La Manada, los jóvenes acusados de una presunta violación grupal en los Sanfermines cuya sentencia debería hacerse pública próximamente. «Estaban de fiesta, estaban borrachos y es una forma de justificarlo. Este tipo de mensajes, que estamos de fiesta, borrachos, no controlamos y entonces hacemos lo que nos da la gana, cala en la gente joven. Cala de manera más fácil que otro tipo de mensajes que les pueden parecer más represivos, y que no lo son porque son preventivos», advierte. 

En los casos de violencia sexual en la adolescencia, los agresores normalmente no son desconocidos. «Suelen tener algún tipo de relación o se conocen de haber estado la noche por ahí juntos en pandilla, de fiesta. Puede haber también algún caso de desconocidos, pero no es lo habitual. Ellas normalmente les suelen conocer como mínimo de vista y mantienen esos patrones de culpa y de sentir vergüenza», reitera. 

Del «tengo vergüenza» al «me siento culpable»de las víctimas

Esto es importante porque, añade, «intentamos que las mujeres cada vez se sientan más libres y sean más capaces de denunciar, pero seguimos encontrándonos con ese problema: es que tengo vergüenza, es que me siento culpable, por qué fui, por qué estuve, por qué salí, por qué vine, por qué le di confianza… Todo esto se sigue repitiendo». 

La labor de Cavasym, por ello, se centra en parte en trabajar mucho con las adolescentes para conseguir que pierdan el miedo a denunciar y para «decirlo claramente porque no es ninguna vergüenza. Ellas son las víctimas, no son las causantes de la agresión y la culpa la tiene siempre el agresor». También insiste en que hay que trabajar con los adolescentes para que sepan relacionarse con las mujeres y entiendan que las relaciones afectivo-sexuales tienen que ser de otra manera, «que no hay que utilizar la violencia ni agredir a las mujeres por la calle».

Descubrir la sexualidad a través del porno

¿Por qué crece la violencia sexual entre los adolescentes? «Es cierto que cada vez se empieza a salir mucho primero, con 14 o 15 años, y a veces se generan situaciones muy complejas entre esa gente tan joven que tampoco tiene muy claro cómo se tienen que relacionar o qué puede estar bien o qué puede estar mal, por decirlo de una manera suave. Y la gente tan joven puede pensar que lo sabe todo y que lo conoce todo, pero todavía les falta mucho que aprender. Aún tienen mucha inmadurez porque no han tenido experiencia de vida», considera Pereira.

En Cavasym, de hecho, les preocupa tener la sensación de que los jóvenes descubren la sexualidad, en muchos casos, a través de la pornografía y de imágenes demasiado sexuadas de las mujeres. «Vemos que, de alguna manera, eso propicia que haya este tipo de agresiones. La pornografía no son las relaciones sexuales normalizadas; es pornografía, es película, es cine. Es preocupante esa forma de entender la sexualidad, de cómo la viven e incluso de cómo la aprenden. Aprenden que la sexualidad tiene que ser así y que tienen que practicar ese tipo de actos sexuales. Y en las películas pornográficas muchas veces hay muchísima violencia contra las mujeres. Pese a estar en el año 2018, si eso es lo que vendemos, si tenemos a la mujer como un ser solamente sexuado y esa sexualidad de esa mujer puede ser de todos, esa mentalidad todavía sigue existiendo».

La ley de violencia de género no incluye la violencia sexual

La violencia sexual, al contrario que la violencia de género, no se trabaja demasiado en los centros de enseñanza. «En España hemos conseguido tener una Ley Integral de Violencia de Género buenísima, de las mejores del mundo. Sin embargo, las agresiones sexuales quedaron fuera», apunta Pereira para explicar que los talleres de concienciación sobre las agresiones sexuales queden prácticamente fuera de la labor que se desarrolla en los centros educativos. «Se trabaja el maltrato y el acoso, que también están sucediendo muy habitualmente entre parejas muy jóvenes, pero se siguen manteniendo los mismos roles y los mismos parámetros de comportamientos para hombres y mujeres», indica.

El acoso, el abuso o las agresiones sexuales están perseguidos por el Código Penal, pero a día de hoy no tienen los agravantes propios del delito de violencia de género ni la protección especial que se contempla para las víctimas. En la ley, ni siquiera aparece el delito de agresión sexual dentro del matrimonio. «La violencia sexual, como no entra dentro de la Ley Integral de Violencia de Género, es como la hermana pobre», considera Pereira, que recuerda que desde Cavasym llevan años reivindicando que esta ley abarque también los casos de violencia sexual. «Esta violencia tiene una connotación de género porque la cometen los hombres ante las mujeres por el hecho de ser hombres. E incluso la cometen contra niños por el hecho de que son hombres y tienen el poder. Es violencia de género exactamente igual que la otra», insiste.

«De las asesinadas por agresión sexual nadie se acuerda»

En la actualidad, y con motivo del Pacto de Estado contra la Violencia de Género, «ya se empieza a hablar, pero muy tímidamente, de la violencia sexual». ¿Cuál es el problema para reconocer algo de sentido común? «La violencia sexual es algo vergonzante. Si el maltrato es vergonzante, la violencia sexual es mucho más vergonzante para las mujeres porque todavía seguimos pensando muchas veces que tenemos culpa por salir, por entrar, por ir, por venir, por acceder a tomar una copa, por darle a lo mejor confianza al chico sin darnos cuenta de que era una agresor…», enumera de nuevo.

«Todo eso hace que la violencia sexual todavía se quede en un submundo», afirma. Pone ejemplos: «De las asesinadas por agresión sexual nadie se acuerda y existen muchos casos de chicas desaparecidas, asesinadas que han sido violadas y que a consecuencia de la violación son asesinadas». 

Otro obstáculo es que la violencia sexual se suele quedar en el entorno privado por esa consideración vergonzante que la sigue caracterizando. «Es verdad que afectan a la intimidad de la víctima, pero mientras sigamos considerando que las agresiones sexuales se tienen que quedar en el entorno privado nos será mucho más complejo dar soluciones positivas. Y no pueden quedarse en el entorno privado porque son delitos gravísimos que deben ser jugados y condenados y en los que quienes deben de sentir vergüenza son los agresores y no las víctimas. Hemos avanzado, pero todavía nos queda mucho por caminar para seguir convenciendo a las mujeres», señala.