«El feminismo no es una caza de brujas, es luchar para conseguir la igualdad de la que carecemos»

Natasha Martín REDACCIÓN

ASTURIAS

Teresa Peramato
Teresa Peramato

Teresa Peramato, fiscal adscrita a la Unidad Coordinadora de Violencia sobre la Mujer en la Fiscalía General del Estado, analiza el movimiento feminista desde la perspectiva judicial y aclara los puntos a mejorar en materia legislativa

06 mar 2018 . Actualizado a las 12:34 h.

«Feministas deberíamos ser todos». Así de contundente se muestra Teresa Peramato (Salamanca, 1962), fiscal adscrita a la Unidad Coordinadora de Violencia sobre la Mujer en la Fiscalía General del Estado, ante los detractores del movimiento igualitario. Al igual que el ensayo de Chimamanda Ngozi, We should all be feminists, Peramato tiene claro que el feminismo es necesario para conseguir, entre otras cosas, la igualdad económica ya que, según el informe del Foro Económico Mundial de 2016, no será efectiva hasta el año 2186 «dados los retrocesos de los últimos años», apunta el documento. Peramato recibe este miércoles el Premio a la Igualdad Alicia Salcedo, instituido por el Colegio de Abogados de Oviedo, en reconocimiento a su intensa labor como jurista formadora y experta en violencia de género y doméstica, destacando por su rigor jurídico-analítico, así como por su empeño en la aplicación del Derecho con perspectiva de género y sus estudios sobre diferentes materias jurídicas.

-Se vive un momento álgido del movimiento feminista. ¿Llega esta nueva ola tarde o en el momento justo?

-El movimiento feminista lleva muchísimos años funcionando y gracias a él estamos donde estamos. Tarde no llega. Lo que ocurre es que tenemos tantos frentes contra los que luchar para alcanzar la igualdad efectiva que el movimiento feminista no encuentra su fin. Y ahora es un momento álgido. Es importante destacar la labor que están haciendo. No solo tienen la legitimidad del principio del movimiento feminista sino que la tienen avalada por sus propios éxitos, porque estamos aquí gracias al movimiento de mujeres y porque quedan muchas cosas todavía pendientes.

-Parece que las víctimas de violencia de género empiezan a superar el miedo a denunciar, pero se siguen archivando numerosos casos por falta de pruebas. ¿Qué hace falta para que el proceso llegue hasta el final?

-Lo primero es que no es necesaria la denuncia de la víctima porque todos estos actos de violencia son públicos a excepción de los delitos contra la libertad sexual. Es decir, que pueden ser perseguidos de oficio aunque la víctima no denuncie. Segundo, lo que necesitamos para llegar al final y conseguir una sentencia condenatoria es un nivel de pruebas suficientes que enerve la presunción de inocencia que ampara al investigado sin ningún género de dudas. Tenemos que tener en cuenta que cuando hablamos de delitos contra la mujer en el ámbito de la pareja o expareja, estamos hablando de delitos que se suelen cometer en la más absoluta intimidad de la relación. Eso es una garantía para la ejecución del acto, ya que no habrá terceros que puedan intervenir en defensa de la mujer ni declarar en contra del agresor, luego le va a facilitar la comisión e incluso la impunidad. Si a eso le añadimos que la prueba fundamental es la declaración de la víctima y estas tienen el derecho de acogerse a la posibilidad de no declarar, si ejercen ese derecho se produce un vacío probatorio que no permite continuar el procedimiento. Los fiscales, aunque ella decida no declarar, seguimos con la acusación y vamos a juicio pero, si la mujer insiste en no prestar declaración, es muy frecuente que se produzca un vacío probatorio y que termine con una sentencia absolutoria o un archivo de la causa. Tenemos que ser conscientes de que eso produce en las víctimas un perjuicio tremendo: las somete a una profunda vulnerabilidad y el agresor sale crecido y, por tanto, el riesgo es mucho mayor.

-¿Cuán numerosos son estos casos?

-No hay datos exactos porque, aunque el Consejo General del Poder Judicial publica en su página los datos trimestrales y anuales en relación a muchos aspectos y dice que en torno al 11% de las víctimas se acogen a ese derecho de no declarar en instrucción o en el juicio oral, tanto los fiscales, como los abogados y los jueces sabemos que esos datos no responden a la realidad, sino que son muchas más las víctimas que se acogen a la dispensa. Por esa razón creemos que el altísimo porcentaje de archivos de causas (abarca en torno al 40%) y de las sentencias absolutorias se deben al silencio de la víctima. Por su puesto, no se trata de culpabilizarlas, simplemente tenemos un instrumento legal que está provocando un alto nivel de impunidad, lo que deriva en desprotección para las víctimas. La Fiscalía viene reclamando desde hace mucho tiempo la modificación de ese artículo.

«Las mujeres que denuncian en falso ponen en duda la credibilidad de las víctimas»

-Aunque no son la mayoría, también se registran algunas denuncias falsas. ¿Cómo perjudica esto a las víctimas reales?

-El falso mito de las denuncias falsas está haciendo muchísimo daño a la lucha contra la violencia sobre la mujer. Se habla mucho de las denuncias falsas pero son muy poquitas. Computadas por la Fiscalía, que son los únicos datos estadísticos, del total de denuncias solo el 0,01% son falsas. Ahora, las hay y son muy perjudiciales para las víctimas. Esas mujeres que denuncian en falso ponen en duda la credibilidad de las víctimas y le dan argumento a esas corrientes que quieren mantener ese gran volumen de denuncias falsas para evitar la lucha contra la violencia de género. Les están dando voz a ellos y perjudicando a las víctimas porque las someten a un examen de credibilidad que no debería exigirse.

-¿Qué supuso la aprobación de la Ley de igualdad efectiva entre hombres y mujeres de 2007?

-Abarca diferentes aspectos que son fundamentales para alcanzar la igualdad. Lo que ocurre es que, aunque establece parámetros importantísimos como la conciliación laboral, la corresponsabilidad o el sistema de cuotas para garantizar una presencia equilibrada en los cargos directivos en las empresas, son todo una serie de normas que no van acompañadas de una sanción y, por tanto, no se está llegando a ese nivel de igualdad entre hombres y mujeres que sería deseable. En muchas ocasiones se ha criticado a la ley española porque carece de carácter sancionatorio cuando en otros países como Reino Unido o Estados Unidos sí que lo tienen y, o se cumple o va acompañado de sanción. En España, como no se establece un régimen sancionador, nos está costando muchísimo conseguir una presencia equilibrada. Salía en la prensa que, ante una pregunta en el Congreso, el Gobierno había respondido que, de las 20 empresas públicas que hay en España, en 9 no hay ni una mujer en los cargos directivos. Si en las propias empresas públicas no se ha llegado desde el 2007 hasta ahora a que como mínimo haya un 40% de representación de cada género, aún queda mucho por hacer.

«Tenemos que avanzar más y dar respuesta a esas otras mujeres que sufren violencia fuera del ámbito de la pareja o expareja»

-La legislación española sobre violencia de género sí es referente.

-La Ley de violencia de género en el ámbito de la pareja o expareja fue pionera y es un continuo referente a nivel mundial y absoluto. Esta ley supuso muchas cosas, entre otras que se crease una jurisdicción y una fiscalía especializadas. Eso es importantísimo porque da una respuesta específica a este tipo de violencia. Además, modificó el Código Penal pero solo en relación a las primeras manifestaciones de violencia, las menos graves (maltrato, amenazas leves, etc.); no modificó para nada el resto de conductas violentas. El homicidio o asesinato se seguían castigando igual que el asesinato u homicidio de un hombre o una mujer en cualquier otra circunstancia. Sí es verdad que hemos mejorado mucho, porque con la Ley Orgánica 1/2015, que fue la que modificó el Código Penal, se introdujo la agravante de género, esto es, de discriminación por razón de género, que sí que nos permite aplicarla en esos otros delitos que no fueron objeto de modificación con la Ley Integral y darle respuesta a ese plus de antijuridicidad que supone la discriminación. Es cierto que tenemos una legislación muy avanzada pero solo en el ámbito de la pareja o expareja, en relación a la violencia sobre la mujer en otros ámbitos como las agresiones sexuales, la trata, el acoso sexual, etc. tenemos leyes absolutamente neutras. Todavía no damos una respuesta integral y es una de las obligaciones que hemos asumido al firmar el Convenio de Estambul. Tenemos que avanzar más y dar respuesta a esas otras mujeres que sufren violencia fuera del ámbito de la pareja o expareja.

-¿Cómo se pone en práctica la agravante de género?

-Hay que acreditar la motivación del autor de que comete el hecho porque discrimina a la mujer por mantener con ella una relación de subordinación, de relación de poder, una relación desigual. Y eso requiere un plus de prueba y que la investigación se haga con perspectiva de género porque si no se nos escapan todos los indicios que puedan acreditar esa discriminación.

-El Pacto de Estado contra la violencia de género sigue sin fondos para 2018. ¿Qué consecuencias trae esta parálisis?

-Todos estamos esperando a que se ponga en marcha ya y es evidente que si no se cuenta con las partidas presupuestarias muchas de las medidas no se van a poder hacer. Como todavía parece que hay un problema para alcanzar un acuerdo para aprobar los presupuestos, nos preocupa que se dilate en el tiempo y que las medidas que forman el pacto, que dependen expresamente de esa aportación económica, no se hagan efectivas. Sí que se está trabajando en él. En la Delegación del Gobierno ya hay un grupo de trabajo diseñando un modelo de reformas en relación a las medidas acordadas que afectan a la Ley Orgánica Integral, al Código Penal, etc., pero sin partidas presupuestarias es muy difícil que se lleve a cabo lo que se pretende.

-¿Haría falta un Pacto de Estado contra el machismo?

-El machismo, el patriarcado, la idología sexista... quizás lo sepan mejor antropólogos o sociólogos. Lo que sí tengo claro es que se tiene que poner muchísimo esfuerzo en la educación y en la prevención, sobre todo en la educación, para que nuestros niños, jóvenes y adultos asuman de verdad lo que significa la igualdad y que haya una intolerancia absoluta hacia cualquier tipo de discriminación y, por supuesto, hacia la violencia de género.

-¿Considera que España es una sociedad machista?

-Menos que otras sociedades, quizás; menos que hace bastantes años, también; pero que sigue habiendo machismo, sin duda.

-La directora del Máster de Género de la Universidad de Oviedo, Isabel Carrera, decía que «en la práctica la palabra de la mujer todavía vale la mitad que la de un hombre». ¿Qué opina?

-La frase tan genérica dependerá del contexto y de la interrelación que exista, pero yo no creo que se pueda generalizar y decir que vale menos nuestra opinión.

-¿Dónde se sitúa la paridad de género dentro del sistema judicial español?

-En la carrera fiscal el 63% somos mujeres. Si hablamos de cómo estamos representadas en los cargos directivos y hablamos de los fiscales de área, que son a los que requieren 10 años de antigüedad, casi llegamos a la cuota del 40%. Pero si nos fijamos en la última escala, es decir, en los fiscales de sala, que son los de primera categoría, son 30 y me parece que solo hay 6 mujeres, lo que supondría un 20% solo, luego tenemos ese techo de cristal. Y no me vale esa opinión que he oído que dice que es una cuestión de tiempo porque nosotras entramos más tarde en la carrera. No. Ya hace mucho, en el 74, que entraron las primeras mujeres fiscales y hay quienes superan todos los parámetros de antigüedad y, desde luego, de conocimientos, por lo que podríamos tener una representación mayor.

«No puede ser que vuelva a haber chicos cada vez más machistas y chicas que cada vez identifiquen menos la violencia de género»

-La conciencia feminista se expande; sin embargo, proliferan casos de violencia, abusos, acoso o agresiones sexuales entre los menores. ¿Qué está pasando?

-Nos preocupa muchísimo el incremento de la violencia entre jóvenes adolescentes y menores. Hay una serie de factores que influyen. Primero, la falta de reconocimiento de lo que es violencia por parte de los jóvenes. Segundo, la edad (había niñas de 12 o 14 el año pasado). Tercero, la falta de preocupación por parte de algunos progenitores. Y lo último que más nos preocupa, que parece que reproduce lo que comentábamos antes, es la retirada de las denuncias o el no hablar. ¿Qué ha podido ocurrir para que se produzca este incremento de violencia? Creo que estamos fallando en educación y transmisión de valores porque no puede ser que vuelva a haber chicos cada vez más machistas y chicas que cada vez identifiquen menos la violencia de género, la violencia de control, el abuso y que confundan el control con el amor romántico y unos celos que todo lo pueden justificar. Estamos fallando en transmisión de valores. Pero, además, me parece que las nuevas tecnologías, que son una herramienta muy buena incluso para difundir valores de igualdad, les están facilitando la comisión de estos hechos. Ellos son expertos en estos medios desde el momento en el que nacen. Tendremos que luchar contra esos frentes para poder protegerlos y educar en igualdad para que eso no se produzca.

-Ahora se toman más medidas para proteger a la mujeres durante el ocio nocturno como los puntos morados o la propuesta de hacer que los autobuses paren, dentro de la ruta establecida, en el lugar que le indique la usuaria. Desde luego necesarias pero, ¿se está dejando la educación en un segundo plano o será la educación la consecuencia de las acciones?

-Los responsables del ámbito educativo no pueden dejar la función de educar en igualdad. Si bien, es cierto que todavía los currículos, las asignaturas y la dedicación transversal a la igualdad es mejorable, pero no se dejará de educar por que se estén adoptando medidas. Toda acción es estupenda si favorece la protección pero toda la carne se debe poner en el asador de la educación. Si educamos, prevenimos; si no, estamos haciéndole un flaco favor a la lucha contra la violencia de género.

-Conforme más mujeres se empoderan no dejan de surgir detractores del movimiento, especialmente a través de redes sociales, que las acusan de emprender una «caza de brujas».

-Eso es no entender el feminismo. Primero, porque al decir eso se excluyen del feminismo y parece mentira porque es un movimiento importantísimo que lucha por la igualdad entre hombres y mujeres. No se trata de ir en contra de hombre, no se trata de pisar cuellos. No. Se trata de conseguir la igualdad efectiva entre hombres y mujeres de la que carecemos. Feministas deberíamos ser todos. Esa manera insultante de estar en contra del feminismo me parece absolutamente errónea, es desconocer lo que el movimiento feminista propone y lo que se está intentando hacer al respecto. No creo que se trate de caza de brujas ni de nada semejante. Es simplemente luchar contra todos esos frentes abiertos y si alguien lo pone en duda que mire las estadísticas de violencia sobre la mujer, que son abrumadoras.

-¿Cree que llegará el momento en el que no hará falta hablar de feminismo o es la igualdad plena una utopía lejana?

-Ojalá fuera así pero yo creo que no lo voy a ver y mis hijos tampoco. Está la cosa muy cruda. Hace muy poco leíamos que la igualdad salarial no se iba a conseguir  hasta el 2186. Espero que el movimiento feminista no se termine hasta que no se consiga una igualdad absoluta en todos los frentes. Eso no está a la vuelta de la esquina, ya me gustaría. Me parece a mí que es muy largo el camino todavía.