
La Casona de Cefontes ofrece a sus huéspedes todo lo que un urbanita amante de la naturaleza podría desear
11 dic 2017 . Actualizado a las 18:27 h.

Una extensa buganvilla colorea la fachada principal del hotel. La Casona de Cefontes se levanta, entera de piedra, en medio de una verde finca de 15000 metros cuadrados. Desde su lado este se contempla, regia, la emblemática Universidad Laboral. El hotel tiene, sin duda, todo lo que cualquier urbanita amante de la naturaleza podría desear: La tranquilidad de la zona rural a cinco minutos de la villa de Jovellanos.
Hace 17 años que Adolfo Cordero y su mujer dejaron atrás la carnicería en la que trabajaban para empezar un nuevo proyecto. «Ya teníamos la parcela y la idea siempre nos había gustado. Además, la vida del carnicero es bastante más difícil que esta», cuenta Adolfo. Fue así como levantaron, desde cero, la casona. La decisión de crear una réplica de una casa mariñana no fue en vano. Este tipo de casas abundaban antiguamente en la zona, predominantemente de labranza. Una planta baja y un primer piso conforman este hotel en el que cada habitación está personalizada. Cada una de sus 13 habitaciones lleva el nombre de un árbol típico asturiano. Además, todas tienen una decoración e incluso un olor distintos. Desde sus ventanales pueden verse largas extensiones de prados verdes hasta la autopista. La ciudad de Gijón se extiende a los pies de la finca, construida en una zona de interés paisajístico.

Solo viendo el exterior del hotel, el cliente puede aventurarse en lo que se va a encontrar dentro, no sólo en cuanto a decoración y disposición sino también al trato. Y es que Cordero y su esposa saben qué necesidades tienen los huéspedes de su hotel. «La gente que acude a nuestras casonas huye de las cadenas. Busca tranquilidad, pero también una relación con los gerentes», cuenta y asegura que sus clientes buscan, sobre todo salir de casa y sentirse como en casa, «que no se note mucho el cambio» explica Cordero. Podría decirse que en la Casona de Cefontes no existen huéspedes, sino colegas. «Los hoteles rurales son distintos. Los huéspedes cuando se van ya son amigos», apunta el gerente.
La Casona de Cefontes es también buen refugio para todos los amantes del golf. La casona se encuentra rodeada por tres campos en los que disfrutar de la actividad. Paseos a caballo, rutas, visitas a la Universidad Laboral o al Jardín Botánico Atlántico, situado a un paso del hotel son otras de las actividades con las que complementar tu estancia en el idílico paraje de Cefontes.