La Sindicatura de Cuentas recomienda disolver cinco mancomunidades de concejos por su falta de actividad. Las desavenencias económicas entre municipios ponen en riesgo el modelo de gestión para el mundo rural definido en el Principado
17 abr 2017 . Actualizado a las 08:15 h.En cada plan de futuro para el medio rural, incluida la estrategia elaborada por un equipo de profesores de la Universidad de Oviedo que el Principado ha asumido como guía para desarrollar sus políticas hasta 2030, las mancomunidades de ayuntamientos reciben un papel principal. Dados el pequeño tamaño de los concejos asturianos y la dispersión de su población en múltiples núcleos con escasos vecinos, los expertos tienden a considerar el agrupamiento de municipios en entidades mayores como una solución no solo económica y racional, sino casi obligada, para prestar los servicios básicos, acometer obras necesarias y combatir los males del envejecimiento y la despoblación. Sin embargo, la brecha entre las muchas expectativas depositadas en la creación de entidades comarcales y los pobres resultados de su funcionamiento ha vuelto a agrandarse en las últimas semanas. Ya no se trata solo de que en los últimos años se hayan disuelto las mancomunidades del Oriente y del Cabo Peñas por las desavenencias entre sus integrantes o la decepción con su funcionamiento. En su último informe de fiscalización del sector local en Asturias, que examina el ejercicio del 2015 pero se hizo público a finales de marzo, la Sindicatura de Cuentas recomienda el cierre de otras cinco por su falta de actividad, que en el caso más antiguo se remonta al 2010. El proyecto soñado como los estados unidos de Asturias se agrieta.
Los entes señalados por el organismo que fiscaliza el gasto público son la Mancomunidad del Oriente (que ya en el año 2015 se encontraba en proceso de disolución, aunque aún no lo ha completado debido a la deuda que arrastra su matadero) otros cuatro que mantienen su existencia jurídica pero no tienen funcionamiento en la práctica: las mancomunidades del Nora, la Comarca Vaqueira, el Occidente y el Suroccidente. A la Mancomunidad del Oriente pertenecen 13 concejos de esa comarca: Amieva, Cabrales, Cangas de Onís, Caravia, Llanes, Onís, Parres, Peñamellera Alta, Peñamellera Baja, Piloña, Ponga, Ribadedeva y Ribadesella. La del Nora está formada por Siero, Noreña y Llanera. Se creó en el 2010 y apenas ha tenido actividad desde entonces. La de la Comarca Vaqueira, de propósitos esencialmente turísticos, integra a Allande, Tineo, Cudillero, Salas y Valdés y no ha desarrollado ninguna actividad desde el 2013. En el Occidente se agrupaban 17 pequeños concejos. El organismo anunció su disolución en el año 2010, pero en el 2015 a la Sindicatura no le constaba que se hubiese consumado formalmente. La del Suroccidente, formada por Allande, Degaña, Ibias y Cangas del Narcea, también lleva inactiva desde el 2013 y a finales del año pasado anunció el comienzo de los trámites para su disolución.
De esta manera, las entidades comarcales que permitían poner recursos en común y prestar servicios conjuntos a 42 de los 78 concejos de la comunidad autónoma han terminado en fracasos. En Asturias han llegado a coincidir 19. Las ambiciones de agrupar a los ayuntamientos más pequeños en unidades mayores, con más músculo financiero y más capacidad de inversión y compra, se han estrellado contra la realidad desde la creación de las primeras a finales de los años 80, una vez que la Ley de Bases del Régimen Local, aprobada en 1985, dio vía libre al funcionamiento de las comarcas en toda España. Las desavenencias, en casi todos los casos, tienen que ver con el dinero. Las mancomunidades carecen de fuentes propias de financiación reconocidas por la legislación y dependen para su funcionamiento de las aportaciones de sus miembros (proporcionales al peso de su población) y de alguna subvención ocasional de otras administraciones. Aunque la administración autonómica también subvenciona programas concretos, lo que eleva mucho las cifras, las aportaciones directas a las comarcas en los presupuestos regionales apenas superan los 160.000 euros al año. El modelo genera tensiones entre los municipios grandes, que ponen más dinero, y los pequeños, más necesitados de recibir servicios.
Pero presentar un retrato de las mancomunidades en el que solo haya sombras es excesivo. La que reúne a los seis concejos de la Comarca de la Sidra (Bimenes, Cabranes, Colunga, Nava, Sariego y Villaviciosa) funciona desde 1989 y, con el último censo en la mano, trabaja para los más de 27.500 vecinos de ese territorio. Su funcionamiento la convertido en objeto de estudio y modelo para otras agrupaciones de municipios en España y en Europa y la gestión única de los servicios sociales ha desembocado en un programa pionero para servir comidas calientes a domicilio a personas mayores. Rogelio Pando, alcalde de Colunga y presidente de la Mancomunidad en el mandato iniciado tras las elecciones locales del 2015, señala que, con altibajos, la marcha del organismo ha sido buena desde el año 2003. «En el mandato anterior hubo menos entendimiento, pero ahora hemos mejorado. La clave siempre es que los ayuntamientos mayores cedan un poco para que los pequeños puedan tener más servicios», explica.
Para la Comarca de la Sidra, la época anterior a la crisis económica fue también el momento dorado. Después, los problemas de financiación de los ayuntamientos, que ahora empiezan a quedar atrás, afectaron a la capacidad de emprender proyectos. Con todo, la mancomunidad dispone de un parque de maquinaria de uso común y aplica planes comarcales para la mujer, contra las drogas, y para la gestión del turismo, los archivos públicos y la ayuda a domicilio a los ancianos. «La Mancomunidad simplifica el trabajo administrativo. Con solo una tramitación, pueden sacarse adelante planes para seis municipios», añade Pando.
La Mancomunidad del Valle del Nalón, que incluye a los concejos de Langreo, San Martín del Rey Aurelio, Laviana, Sobrescobio y Caso, es otro ejemplo de comarca que, a pesar de los desencuentros ocasionales entre sus miembros, sigue adelante. Aunque hay conflictos por las deudas de algunos ayuntamientos con la Mancomunidad (el peor caso es el de Laviana), el organismo sigue adelante con su parque de maquinaria, su oficina de gestión urbanística o su conservatorio de música, entre otros servicios comunes. «Los problemas de fondo de las mancomunidades tienen que ver, como siempre que hablamos del dinero de los ayuntamientos, con la financiación local. El objetivo debería ser garantizar los mismos servicios a los vecinos con independencia del tamaño del lugar en el que vivan», resume el alcalde de Caso y presidente del órgano comarcal en este mandato, Tomás Cueria.