Arrastran el estigma de su género, su pertenencia a una etnia socialmente rechazada y el rol asumido de ser madres y esposas, en muchos casos con subordinación en la relación de pareja
26 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.«El tatuaje que más duele» es un eslogan que no pasa de temporada. Es el estigma al que diariamente se enfrentan las mujeres del colectivo gitano. Nacer en una etnia socialmente discriminada les marca de por vida. En la mayoría de los casos, su tabla de salvación llega a través de la Fundación Secretariado Gitano, una entidad social sin ánimo de lucro, con fuerte arraigo en Asturias, que lucha por romper los tópicos y trabaja activamente en programas de inclusión social.
Pepa González Martínez es la coordinadora de la Fundación en Gijón desde sus inicios, en el año 2000. Antes de instalarse en la sede definitiva, en el barrio de La Calzada, el Secretariado Gitano alquiló un piso y la primera reacción de los vecinos al conocer que su finalidad era trabajar para la integración del colectivo gitano no fue precisamente de alegría. Una sensación inicial de rechazo que fue cambiando paulatinamente a medida que comprobaban que se trataba de personas «normales»; una labor de concienciación a la que la Fundación contribuye con programas encaminados a su formación académica, su cualificación profesional para la incorporación laboral y la sensibilización de la sociedad. Un problema que se agrava en el caso de las mujeres por la triple discriminación que sufren en razón de su género, los prejuicios sociales y la desigualdad dentro de su propia cultura al asumir que su rol únicamente es el de madre y esposa y, en muchos casos, incluso con un papel de subordinación en la pareja.
Ni vales de comida, ni ropa
Una figura muy importante con la que el Secretariado Gitano logró integrar al colectivo en sus programas es la de Marcos, el mediador. Aunque su apariencia física ha llevado a creer que es un payo, en realidad es un gitano muy comprometido que asumió el papel de «fichar» a los primeros integrantes para que se implicaran en las actividades, además de tener un contacto directo con la elaboración de la ficha con los datos personales e intereses. Con ese primer diagnóstico, los orientadores hacían el seguimiento. El «boca a boca» y los atractivos programas de la Fundación hicieron el resto y hoy, prácticamente, la inmensa mayoría de personas de etnia gitana les tiene como referentes. Un dato significativo es que ni regalan vales de comida, ni ropa, por lo que las personas se implican directamente en las actividades programadas.
Pepa González maneja estudios que avalan que la comunidad gitana es la etnia más discriminada, «por encima de las personas migrantes», advierte. El Secretariado Gitano trata de dar un vuelco a la situación a través de la intervención social, la educación y el empleo, al ser las tres patas que sustentan los programas de intervención integral en materia de género.
El empoderamiento personal y la autonomía
El Secretariado Gitano puso en marcha, por primera vez en Asturias, en los años 2014 y 2015, el programa Sara Romí, con el apoyo del Instituto de la Mujer, para tratar el empoderamiento de la mujer gitana. Su objetivo era mejorar la calidad de vida y la incorporación a la actividad socio-laboral de mujeres gitanas con necesidades especiales, a las que caracterizaba un bajo nivel formativo, falta de cualificación y baja autoestima, promoviendo su empoderamiento personal y su autonomía económica mediante un asesoramiento permanente, la realización de itinerarios personales y profesionales que les dotase de capacidades para una mayor participación en el ámbito social y en especial en el ámbito laboral.
El proyecto Fendañí-Maestría surgió en el año 2015 como una necesidad desde la propia intervención con mujeres gitanas de Gijón en las que se detectó que, a pesar de dotarles de las herramientas y conocimientos necesarios en empleo o formación básica, existían aun impedimentos relacionados con la situación de exclusión social mantenida en el tiempo, la condición de mujer y la pertenencia a la etnia que frenaban o limitaban sus itinerarios de desarrollo personal. El taller «Pisando fuerte», iniciativa de la trabajadora social África Preus, que ha tenido un gran respaldo entre las mujeres gitanas, es una de las actividades enmarcadas en este proyecto.
El perfil de las beneficiarias
Existen registros de unas 150 mujeres adscritas a los diferentes programas del Secretariado Gitano en Gijón. En su mayoría son perceptoras del Salario Social Básico, que son derivadas por los servicios sociales municipales para incorporarse al Programa de Acciones de Acompañamiento Social de la Fundación, como medida complementaria de activación a esta prestación económica.
La población beneficiaria del Proyecto Fendañí-Maestría gira en torno a 50 mujeres, de las que el 56% tiene edades comprendidas entre los 19 y 35 años, mientras que el 46,50% tiene entre 36 y 64 años. El 72% conforma unidad familiar nuclear con pareja e hijos (72%), el 19% son mujeres solas con cargas familiares y el 8,70% son mujeres solteras o viudas que viven solas .
La casi totalidad de las mujeres son perceptoras de rentas mínimas y manifiestan que los ingresos que perciben del Salario Social Básico no cubren sus necesidades, ni las de sus familias. Una vez descontado el pago del alquiler de la vivienda y los servicios básicos como electricidad y agua, apenas les quedan un 30% del salario para cubrir las necesidades más básicas, con lo cual dicen verse obligadas a realizar otra serie de actividades alternativas; siendo la venta ambulante y la búsqueda y venta de materiales para el reciclaje, como chatarras, cartones y cobre, los recursos más utilizados.
Los orgullosos padres de Carmen
En cuanto a los niveles de instrucción alcanzados, destaca de manera significativa el bajo nivel educativo de las mujeres. Los estudios sobre el abandono y fracaso escolar muestran que éste es, en gran medida, reflejo de las condiciones de desigualdad y exclusión social, mantenidas en el tiempo, en la que se encuentran las familias de etnia gitana. Además, representa el primer eslabón de diferenciación social con respecto al resto de la población que ha alcanzado, al menos, la educación obligatoria. Solo un 11,60% acredita certificado de estudios en EGB o ESO y la mayoría solo cuentan con estudios primarios incompletos (58,20%), con conocimientos básicos de lectoescritura y cálculo (9,30 %), presentándose aún situaciones de total analfabetismo en un 2,30 %.
Pero hay excepciones que marcan la diferencia y enorgullecen tanto a las responsables del Secretariado Gitano como a los padres. Beatriz Álvarez de la Fuente, coordinadora del proyecto Fendañí-Maestría, explica el caso de Carmen. Sus padres apenas tienen formación educativa, pero han conseguido que sus hijas lleguen muy lejos en los estudios. «Carmen llegó al Secretariado Gitano para recibir clases de apoyo en la Eso. Hizo el bachillerato y terminó la carrera de Pedagogía. Actualmente está realizando un máster en León con la beca Luis Sáez, un mecenas altruista que donó becas de estudios para mujeres gitanas. Los padres de Carmen, al principio, estaban muy preocupados porque su hija se fuera sola a estudiar a León, pero ahora están muy orgullosos de ella y de sus hermanas, que también están estudiando».
El empleo y la maternidad
La mayoría de las mujeres que han estado empleadas con contrato ha sido a través de Planes de Empleo Locales, y en otras ocupaciones relacionadas con el sector servicios como dependientas, en el sector de limpieza de grandes superficies o como ayudantes de cocina, así como en subempleos como empleadas domésticas.
El inicio en la maternidad se da en edades muy tempranas y la mayoría comenzó a tener hijos antes de cumplir los veinte años, llegando en algunos casos hasta edad avanzada. Un envejecimiento prematuro, observable especialmente en las mujeres mayores de 35 años, con incidencia de enfermedades que no son propias de su edad como diabetes, afecciones óseas o problemas cardiovasculares. En relación a la etapa de la menopausia, existe un total desconocimiento y lo asumen ya como la antesala a la vejez.