Las hijas del empresario asesinado en Argentina temen por su integridad y reciben protección policial
27 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.«Tenemos miedo de que vengan por nosotras». Estas son las palabras con las que las hijas de Roberto Fernández Monte, el empresario español de origen asturiano asesinado en Buenos Aires, han expresado su pavor a que tomen represalias contra ellas, según han comunicado a medios argentinos como el diario Clarín. Natalia y Giselle Fernández, de 34 y 32 años respectivamente, pidieron por ello protección policial, la cual les ha sido concedida por el juez Hernán López, que acaba de ordenar la custodia de ambas según por las fuerzas de seguridad. Estos temores se basan en las declaraciones de algunos allegados a la víctima que aseguran que desde mediados de 2016 el empresario comenzó a recibir amenazas de desconocidos y de su propio yerno, el acusado Santiago Corona. «Ellas necesitan estar protegidas porque recibieron amenazas y porque hay un tercer implicado que está prófugo, tienen que tener custodia», asevera Matías Morla, abogado de la familia.
Natalia Fernández, la hermana mayor, es la mujer de Santiago Corona, el supuesto cerebro del asesinato. Llevaban casados trece años y tienen dos hijos en común. «El que hizo ésto no es quien yo conocí. Es impensado, todavía no lo puedo creer», declara la hija de la víctima. Al parecer, hasta mayo del 2016 su relación era «normal» pero cuando empezaron «a ir mal» las cosas en la empresa las relaciones familiares cambiaron y surgieron los supuestos fraudes fiscales por parte de su marido. «Primero él medio que reconoció, arrepentido, pero después lo desmintió. Acusaba a mi padre de mentiroso y me amenazaba», explica Natalia Fernández, quien quería mantener a la familia «unida» sobretodo por sus hijos, uno recién nacido y otra que contaba un año de vida.
Por su parte, Giselle, la hija pequeña, vivía con su padre en el apartamento donde el sábado fue asesinado. Ante la desaparición del empresario dio la voz de alarma y consiguió el acceso a la grabación de las cámaras de seguridad del edificio, en las que reconoció a su cuñado como uno de los dos hombres que sacaban del edificio el cuerpo de su padre envuelto en una sábana. El sábado a la noche se percató de «cosas extrañas» en su casa, como la desaparición de las sábanas de su padre, un desorden fuera de lo común, algunas manchas de sangre, etc. La mañana del domingo acudió a hablar con el conserje, quien le dijo es que había visto a su cuñado «rondando por el edificio» desde hacía tres días. Cuando le mostró los vídeos, al mediodía, «entró en crisis». «Apenas vimos que sacaban el cuerpo por el ascensor no lo podíamos creer», cuenta Giselle Fernández.
La colaboración de las hermanas hizo que el acusado terminase detenido por la policía argentina. Cuando Giselle confirmó la identidad de su cuñado, llamó a su hermana y la citó urgentemente en comisaria. Natalia, sin que su marido sospechara, consiguió que la acompañase. «Traté de disimular lo más que pude porque él se quería quedar en casa con los niños hasta que lo convencí de que también tenía que ir», recuerda. Cuando Corona entró a la comisaría, los policías ya habían visto las imágenes y resultó detenido.