La producción de hortalizas y frutas lleva diez años disminuyendo. El biólogo Emilio Rico explica que apenas un centenar de kilómetros cuadrados son suelos de gran calidad
26 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.En 1850, el diccionario geográfico, estadístico e histórico de Pascual Madoz, obra básica para conocer la economía del siglo XIX en España, reflejaba en uno de sus 16 tomos la orientación productiva de Asturias. «Aparecen sorpresas como que en el área central las cerezas de La Riera, en Somiedo, estaban consideradas las mejores de la provincia y posiblemente de España, que en Tolines (Grao) había un gran interés en las hierbas y las violetas que se vendían a los farmacéuticos, que en Bermiego (Quirós) se cultivaban uvas y que en Candamo se producía vino», explica el biólogo Emilio Rico, que ayer ofrecía una conferencia en el Real Instituto de Estudios Asturianos (Ridea) sobre el potencial desaprovechado del área central asturiana desde el punto de vista agroecológico.
Tres son las explicaciones que evidencian que el potencial agrícola del gran paraíso natural que es Asturias está desaprovechado. En primer lugar, la base histórica sobre la producción agraria que aporta el diccionario de Madoz, que desgrana prácticamente pueblo a pueblo los cultivos de antaño. «Aparte de perder el saber hacer, perdimos las variedades locales que se hacían en esos pueblos», dice Rico, que indica que un segundo dato que confirma ese potencial desaprovechado es la tendencia «siempre a la baja» en los diez últimos años de la producción de hortalizas, leguminosas, frutales, tubérculos y cultivos forrajeros.
Solo el 2% de productos hortofrutícolas de Asturias
«En todos los casos ha ido bajando y, además, sabemos por Mercastur que solo el 2%, en el mejor de los casos, de los productos hortofrutícolas que les llegan son de Asturias. Esto lo que quiere decir es que ese potencial económico tan interesante está desaprovechado», explica Rico. Y más en tiempos con tasas de paro juvenil vergonzantes y en los que, añade el biólogo, «se está viendo que el rendimiento lácteo ha bajado». Hay cifras que hablan por sí solas: en 2001, por 100 litros de leche, se obtenía un rendimiento neto de 5,04 euros. En 2011, ese rendimiento por la misma cantidad era de 69 céntimos.
Y, en tercer lugar, otra prueba de que el potencial agrícola de Asturias no se aprovecha son los datos de producción y de consumo en hogares. «La producción es mucho menor, salvo las berzas, las espinacas y las acelgas. Y, en cuanto al consumo, solo con los primeros cuatro productos de la cesta de la compra (patatas frescas, hortalizas frescas, alubias y frutas frescas) en 2012 se superaron en Asturias los 176 millones de euros en ventas. La mayor parte de esos productos podrían producirse al aire libre en las comarcas del Camín Real de la Mesa, con lo que se demuestra de nuevo la potencialidad desaprovechada», asegura Rico, que trabaja en la consultora ambiental Tema 3, que precisamente elaboró un análisis territorial de los aprovechamientos agrícolas de la comarca del Camín Real de la Mesa, integrada por 11 concejos.
Herramienta para conocer los suelos agrícolas de mayor calidad
Dicho análisis, que fue presentado en 2015, se realizó utilizando la herramienta de orientación y planificación territorial denominada Zonificación Agro-Ecológica (ZAE), que tiene una sólida base científica y que, además, está avalada y es recomendada por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
«La ZAE es muy beneficiosa para la ordenación del territorio porque aporta un enfoque indispensable al identificar los suelos de más calidad, permitiendo realizar mapas con una gran precisión y proporcionando una lectura sencilla del medio físico. Es una herramienta versátil, puesto que sirve a escala de detalle, a nivel local, y también regional e incluso mundial», indica Rico, que explica que son dos los tipos de mapas que se obtienen: los que señalan las orientaciones de uso de los terrenos y los que identifican las áreas más aptas para los diferentes tipos de cultivos que se quieran implantar. Por ejemplo, en Asturias, permitiría detallar qué tierras son las más adecuadas para plantar patatas o arándanos.
En todo caso, los suelos productivos de primera calidad, en general, son escasos y, por ello, se hace necesario protegerlos. Gracias a este método se sabe que en el área central de Asturias no hay más que un centenar de kilómetros cuadrados de suelos altamente productivos, que representan un escaso 1% del total de Asturias. «Son suelos de primera calidad agroecológica y, al ser un bien escaso y no renovable, deberían ser protegidos», insiste, recordando que en 2015, Año Internacional de los Suelos, el director general de la FAO, Jose Graziano da Silva, decía que, en esa búsqueda de la vida sostenible que tanto preocupa en los tiempos actuales, había que empezar por los suelos. Suelos sanos para una vida sana era, de hecho, el mensaje con el que se pretendía crear conciencia al respecto.
Suelos de calidad que no están protegidos
¿Están protegidos esos suelos de primera categoría agrícola en Asturias? No. «En 2005 se perdió la oportunidad de hacerlo, pero están cartografiados desde 2011 en la consejería, cuando les dimos la documentación desde Tema 3», indica, en referencia a la Consejería de Medio Rural y Recursos Naturales. «La mayor parte del área central de Asturias, a pesar de la corriente que la trata de presentar como una ciudad metropolitana, son concejos de montaña, que son uno de los tipos de paisaje que la ordenación del territorio más tiene que cuidar, al igual que los paisajes agrarios por su utilidad», explica.
La ordenación del territorio tiene tres ramas, la técnica, la administrativa y la política, y lo idóneo lógicamente es un enfoque global de todas en pro de un desarrollo regional equilibrado según un principio rector. En este sentido, Rico insiste una vez más en que la zonificación agro-ecológica aporta un principio rector más completo que cualquier otra metodología. «En Asturias está pendiente de hacer y no porque nosotros no hayamos hecho una propuesta ya hace diez años», lamenta. Sí lo han llevado a cabo, por ejemplo, comunidades autónomas como Cantabria y Navarra. «En Asturias vamos con retraso pese a la importancia del enfoque y las consecuencias», advierte Rico, que insiste en que «lo principal sería no perder el tiempo. Como el suelo ya está zonificado se podría proteger de un plumazo».
El colapso del mundo rural
¿Por qué no se ha llevado a cabo? Rico lo atribuye a una falta de visión territorial que tiene, ha tenido y está teniendo como consecuencia directa «que el mundo rural se deja en fase de colapso». Pone ejemplos: la producción de manzana en Asturias ni siquiera cubre la demanda del sector de la sidra. «Para utilizar racionalmente el territorio hay que ver cómo se desarrollan las grandes infraestructuras industriales, urbanas, de comunicaciones… y proteger las zonas agrícolas y forestales, que es donde se descargan ahora esas infraestructuras y que es la parte más débil. Asturias tiene un relieve encajado y los polígonos industriales se han asentado precisamente en terrenos llanos, y ahí se han perdido oportunidades», indica.
La zonificación agro-ecológica, entre otras ventajas, ha demostrado en otros territorios que sirve para desarrollar un principio rector ajustado a la realidad y a las posibilidades, «que permite fundamentar la ordenación del territorio en datos objetivos y cuantificables para delimitar los suelos de más interés, protegerlos mediante el planeamiento y, de manera secundaria, facilita la distribución de ayudas a la agroganadería, además de fomentar la producción en el sector hortofrutícola, que es muy rentable, en las zonas más adecuadas y facilitar la gestión de recursos agrarios y naturales».
En el trabajo que se realizó sobre el Camín Real de la Mesa, con una superficie de más de 1.400 kilómetros cuadrados, el territorio quedó organizado de acuerdo a siete posibles y variados usos y 19 mapas en los que se señalaban las mejores tierras para diferentes cultivos. Pero, de momento, Rico al menos no tiene conocimiento de que el análisis de los aprovechamientos agrícolas de esta zona haya dado un paso adelante.
Mientras tanto, el campo asturiano sigue dando pasos atrás. «El vaciamiento de los pueblos deja al mundo rural con muchos menos elementos y se pierde la cultura acumulada sobre las huertas y los frutales que se llevan las gentes que marcharon. Lo idóneo es que se hubiera tendido a la diversificación, orientándose a una producción hortofrutícola de la que Asturias carece, y a la conservación de los suelos». En su lugar, la tendencia fue recurrir a la producción de leche y a los monocultivos de bayico y maíz: «Y de eucalipto, con lo que tenemos tres monocultivos que dejan como consecuencia un paisaje monótono, uniforme y que se vacía de especies, con la consiguiente pérdida de información ecológica».