«Estados Unidos, primero», un lema que ya sabemos cómo termina
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Cuando el país se retira del mundo, los problemas vuelven a llamar a su puerta
02 abr 2025 . Actualizado a las 10:38 h.Estados Unidos está desmantelando rápidamente el orden mundial que construyó y mantuvo durante los últimos 80 años. La Administración Donald Trump está demoliendo el sistema de ayuda exterior del país, debilitando sus alianzas trasatlánticas y reduciendo la asistencia militar para socios claves, todo por el «Estados Unidos, primero».
Estas decisiones surgen en parte de una creencia que tiene un atractivo mayor hoy: Estados Unidos debería solucionar sus propios problemas antes de preocuparse por los de todos los demás. Pero este punto de vista no tiene en cuenta que las relaciones internacionales del país son indispensables para su fuerza y estabilidad. En casi 15 años trabajando en programas de ayuda exterior en diferentes continentes, he visto que cuando Estados Unidos se retira del mundo, los problemas del mundo llaman a su puerta.
Las políticas de Trump se parecen a las de algunos líderes estadounidenses a principios del siglo XIX que se retiraron de los compromisos internacionales, restringieron la asistencia extranjera y persiguieron objetivos principalmente a través de las amenazas y la fuerza en lugar del compromiso y el apoyo. Líderes estadounidenses y de otros países normalmente gastaban sangre y tesoros en el extranjero solo cuando percibían una recompensa a corto plazo o cuando ya habían estallado catástrofes. Usar los recursos de uno para estabilizar el sistema internacional y prevenir malos resultados fue la excepción.
El coste de este enfoque estuvo claro muy pronto. A pesar de que Estados Unidos tenía la economía más grande del mundo y un Ejército excepcional, el país era profundamente vulnerable a las crisis internacionales, incluidas las guerras, las epidemias y el tumulto en los mercados. Y todo eso hacía daño a los estadounidenses.
Ahora, al deshilachar el orden internacional, Trump amenaza con restablecer algunas de las condiciones que hicieron que Estados Unidos fuera tan inseguro hace un siglo. La Administración afirma que quiere reducir el gasto derrochador y la ineficiencia. Sé de primera mano que estos problemas son reales y que existen reformas efectivas. Pero derribar el sistema no es una de ellas.
Ayudar a otros países puede parecer caridad, pero protege los intereses estadounidenses de manera correcta. Contener los brotes de ébola o del virus Marburgo antes de que lleguen a suelo estadounidense, por ejemplo, es preferible a abordarlos una vez ya están aquí. Pero incluso el trabajo más rutinario que Estados Unidos detuvo ahora, como formar a enfermeros y apoyar los hospitales, hace que los estadounidenses sean más seguros. Mi propia experiencia ilustra este punto de vista.
En el 2019 trabajé con personal del Gobierno y profesionales médicos en Tanzania para frenar el uso excesivo de antibióticos y, por tanto, reducir el potencial de patógenos resistentes a los medicamentos. Durante mi trabajo en Nigeria en el 2016 vi cómo la formación de profesores, el envío de libros de texto y la rehabilitación de colegios no solo beneficiaron a los locales, sino que también promovieron las prioridades estratégicas de Estados Unidos. Al llevar a cabo todas nuestras actividades con el Gobierno nigeriano, establecimos relaciones que podrían utilizarse para fomentar la cooperación en materia de seguridad, combatir los insurgentes locales y contrarrestar la influencia china en el país. Y mientras trabajaba en la reforma fiscal en Túnez en el 2017, nos esforzamos para garantizar que el Gobierno tuviera suficientes ingresos para pagar a sus empleados y proporcionar servicios básicos. No fue altruismo: el proyecto ayudó a equipar la democracia emergente del país para luchar contra el extremismo, reducir la migración que estaba desestabilizando Europa y pagar sus deudas con los acreedores de Occidente.
La conexión entre la asistencia extranjera y la seguridad nacional de Estados Unidos era todavía más clara en Afganistán, donde pasé varios meses desde el 2010 al 2013. Formaba parte del equipo que restableció las oficinas del Gobierno local y cooperó con los trabajadores para reconstruir colegios, arreglar carreteras y mejorar los sistemas de agua. La iniciativa era exigente y peligrosa: los militantes locales atacaron nuestros lugares de trabajo y un día que yo no estaba allí bombardearon nuestra oficina en Kabul. Nuestro trabajo benefició a los locales, pero ese no era nuestro principal objetivo: estábamos allí para convertir las victorias de nuestros militares en una seguridad duradera para Estados Unidos. Mientras los terroristas que se opusieron a Occidente continuaran encontrando refugio en Afganistán, Estados Unidos no estaría segura. Hubo que rehabilitar al Gobierno afgano para neutralizarlos.
Los esfuerzos de Estados Unidos fallaron en Afganistán. El país había retirado constantemente el apoyo militar, económico y diplomático, lo que llevó al colapso del Gobierno afgano y a nuestra vergonzosa retirada en el 2021. Ahora nos enfrentamos a una situación similar en Ucrania, donde si Estados Unidos elimina su apoyo puede producir el mismo fracaso que Estados Unidos dice que está tratando de evitar.
El impacto de DOGE en la seguridad del país
Cumplir los objetivos y promover el interés del país no es suficiente: el sistema de ayuda exterior de Estados Unidos necesita hacer ambas cosas de manera mucho más eficiente que en el pasado. Formé parte de varios esfuerzos que languidecieron bajo revisión durante más de un año antes de ser cancelados. Peor todavía, algunas solicitudes estuvieron pendientes durante tanto tiempo que cuando se adjudicaron las circunstancias sobre el terreno habían cambiado tan drásticamente que el plan original no tenía ninguna posibilidad de funcionar. Incluso cuando las solicitudes se evalúan y aprueban rápidamente, otros procesos se interponen en el camino.
En teoría, algunas de las reformas de DOGE podrían ayudar en este sentido. Subsumir USAID y otras oficinas de ayuda exterior dentro del Departamento de Estado podría permitir al Gobierno asegurarse de que más proyectos cumplen sus objetivos y promueven las prioridades estadounidenses. También se podría argumentar que al reducir los compromisos extranjeros de Estados Unidos podría ayudar al país a centrarse en sus intervenciones más importantes. Sin embargo, la Administración actual ha dado pocos indicios de que esté llevando a cabo estas reformas de buena fe.
Una versión de DOGE que realmente quiera crear un aparato de política exterior más ágil y efectivo podría usar la inteligencia artificial para acelerar y mejorar los muchos pasos regulatorios que ralentizan la provisión de ayuda. Pero, por el momento, DOGE parece más inclinado a revolucionar el Gobierno. Su impacto en la seguridad estadounidense ya se percibe, como, por ejemplo, en un resurgimiento de la tuberculosis en Kenia y un riesgo creciente de guerra nuclear. Al ponerse a sí mismo en primer lugar, Estados Unidos realmente está arrastrando al mundo de vuelta a una era sin líder y atomizada que socavó sus propios intereses. La Administración puede continuar desvinculándose y viendo cómo el caos llena el vacío. O puede hacer que Estados Unidos sea más seguro.
Ryan Crow es director del R Street Institute, un grupo de expertos con sede en Washington. © 2025 The Atlantic. Distribuido por Tribune Content Agency. Traducido por S. P.