
Una Europa más independiente puede llevar a EE.UU. de vuelta a las negociaciones
23 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.La alianza trasatlántica ha enfrentado muchas crisis durante los últimos ochenta años, algunas que incluso parecían entonces existenciales. Pero por la que está pasando ahora parece diferente y mucho más peligrosa. A diferencia de los últimos episodios de discordia trasatlántica, que la mayoría estaban relacionados con cómo debería responder la alianza a una amenaza externa de cualquier tipo, el desafío de hoy viene de dentro. Los líderes europeos se están preguntando si Estados Unidos, fundador de la alianza y firme defensor durante ocho décadas, todavía está comprometida con la seguridad de Europa y de Occidente en general. Las últimas declaraciones del presidente estadounidense, Donald Trump, y de sus asesores sugieren que la respuesta es no.
Muchos líderes europeos creen ahora que no tienen otra elección que declarar la independencia estratégica de Estados Unidos y lanzar un plan de acción de emergencia para defender su continente en solitario. Pero no deberían. Además del gasto tan elevado de alcanzar una postura de defensa europea creíble sin el apoyo militar de Estados Unidos, incluso expresar una intención como esa corre el riesgo de acelerar un divorcio total que podría amenazar la seguridad de Europa y de América del Norte. Abandonar la alianza ahora sería lo mismo que «suicidarse por miedo a la muerte», como describió el canciller de Alemania del siglo XIX Otto von Bismarck la guerra preventiva.
En cambio, los europeos deben intentar salvar la alianza. Pueden hacer más para defender su continente y para que la carga no caiga de forma tan desproporcionada sobre Estados Unidos, una obligación que los líderes de Europa ya reconocen y aceptan. Realmente, asumir su parte de responsabilidad requerirá demostrar un compromiso claro para asegurar la seguridad e independencia de Ucrania después de un alto el fuego. Hay indicios prometedores de que una amplia «coalición de buena voluntad», liderada por los europeos, se está uniendo para hacer justo eso.
Sin embargo, más allá de este imperativo inmediato, los países europeos no tienen tan claro ni un consenso sobre cómo deberían salvaguardar la alianza trasatlántica. Este desafío no puede ser abordado como lo ha sido a menudo en el pasado, estableciendo objetivos generales de planificación de defensa y presupuestos de defensa en los que cada miembro de la alianza debe trabajar de forma independiente. Tampoco puede Europa intentar sustituir las capacidades estadounidenses por otras propias donde hay deficiencias obvias.
En los próximos años, Estados Unidos y Europea harán frente a varios desafíos militares interconectados: evitar que Rusia ataque a los miembros de la OTAN, proteger el flanco sur de Europa de las consecuencias de la inestabilidad en Oriente Medio y África, defender los intereses de la alianza en el Ártico y abordar el desafío estratégico planteado por China. El factor común del que depende el éxito de todos estos frentes es una sólida base industrial de defensa, y Europa debe centrarse en eso primero. En último lugar, la alianza (Europa y Estados Unidos juntos) debe determinar qué capacidades debe desarrollar, trabajando de forma retrospectiva desde una evaluación integral de las misiones específicas que necesitará completar para garantizar la seguridad a largo plazo del continente.
En algún punto, la postura política y militar del Kremlin podrían cambiar de forma que Rusia sea menos amenazante. Pero en el futuro previsible, la primera y más importante misión de la alianza debe ser evitar los ataques rusos contra sus miembros. Mientras Estados Unidos continúe para asegurar la credibilidad de la teoría de la disuasión de la OTAN, los miembros europeos deberían aceptar la responsabilidad de defender el vulnerable flanco oriental de la alianza mediante medios convencionales. La idea de que las responsabilidades deberían repartirse de esta manera tiene una larga historia en el período posterior a la Guerra Fría cuando se planteó la alianza. En los años noventa, cuando los problemas de la OTAN parecían mucho más modestos, en Europa aspiraron a crear una fuerza de 60.000 soldados desplegables, pese a que nunca se llegó a conseguir. En años recientes, bajó sus aspiraciones, manteniendo una fuerza de respuesta inmediata con unos pocos miles; desde el 2007, también ha proporcionado la mayor parte de los 5.000 soldados de la OTAN presentes en los países bálticos.
Estados Unidos no puede estar seguro si Europa no lo está
El coste total de las iniciativas que Europa debería adoptar para modernizar la alianza trasatlántica ascendería a más de 100.000 millones de dólares cada año. Esto significa que, de media, los presupuestos militares de los países europeos podrían tener que alcanzar el 2,5 % de su PIB. Pero es peligrosamente reductivo determinar las inversiones en defensa simplemente examinando el porcentaje del PIB que un país gasta en ella. Si Europa redefine sus prioridades militares y reorienta parte de su estructura de fuerzas existente que ha anclado en sus territorios, podría permitirse un 2,2 % del PIB. La presión de la Administración Trump ya ha impulsado a los aliados europeos a acercarse poco a poco a esa cifra.
Washington también debe revitalizar su compromiso con la alianza. Estados Unidos mantiene actualmente unos cien mil soldados en Europa. Los países anfitriones compensan parte de los costes de su mantenimiento, y el país debería conservarlos y estar preparado para enviar refuerzos si es necesario. Sobre todo, Washington debe dejar claro que el paraguas nuclear estadounidense sigue vigente. Estados Unidos no puede estar seguro si Europa no lo está, pero en un momento tan aislacionista en la política estadounidense, Washington podría necesitar que Europa muestre el valor de esta alianza. Además de hacerse con más recursos materiales, Europa necesita dotar a la alianza de un renovado sentido de propósito, claridad sobre sus objetivos principales y determinación para conseguirlos. Los países europeos deberían aceptar este desafío no solo porque teman ser abandonados por Estados Unidos, sino porque una mayor fuerza colectiva incrementaría su influencia en el escenario mundial.
Michael E. O'Hanlon analista de política estadounidense y Paul B. Stares director del Centro de Acción Preventiva del Consejo de Relaciones Exteriores de EE.UU.
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