
¿Los halcones de la Administración de EE.UU. empujarán a Pekín a un enfrentamiento que vaya más allá de los aranceles y adopción de sanciones?
04 feb 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Con Donald Trump de vuelta en la Casa Blanca, los altos aranceles que pretende imponer a las importaciones chinas no son la mayor preocupación de Pekín. Los líderes chinos entienden que estos son más significativos para Trump como un movimiento político y simbólico que como un arma económica que impedirá realmente el crecimiento y desarrollo de China.
El verdadero dilema al que se enfrenta el gigante asiático se centra en si desvincula o no su economía del sistema monetario internacional dominado por el dólar, convirtiendo el grupo BRICS de economías emergentes en un acuerdo similar al sistema de Bretton Woods. La respuesta no dependerá de los aranceles o el destino de TikTok, sino de si los halcones de la Administración Trump empujarán a Pekín a un enfrentamiento que trascienda los aranceles y la adopción de sanciones financieras.
Los aranceles están sobrevalorados como arma para someter a China, especialmente cuando se combinan con promesas de grandes recortes fiscales y una desregulación radical en el país. Después de todo, es probable que ambos movimientos aumenten los beneficios y los precios de las acciones en Estados Unidos, acelerando la entrada de capital extranjero. El déficit presupuestario federal crecerá y el dólar seguirá haciéndose fuerte (y frenará el efecto negativo de los aranceles sobre las exportaciones chinas) siempre que los inversores crean que el aumento del rendimiento de los bonos de Estados Unidos no eclipsará el aumento de los índices bursátiles estadounidenses. La diferencia entre el ahorro e inversión nacionales (la principal causa del déficit comercial de EE.UU. con China y Europa) crecerá.
Trump tiene por delante un complicado trilema: ¿puede combinar los altos aranceles, un dólar más débil y la hegemonía de los billetes verdes a nivel global? Después de haber estudiado el Acuerdo Plaza de 1985, los líderes chinos anticipan que Trump intentará hacerles lo mismo que Ronald Reagan hizo a los japoneses hace 40 años. En otras palabras, China puede elegir su veneno: la apreciación del renminbi (su divisa) o aranceles a sus importaciones. Pero esto nos lleva a la dimensión política y geoestratégica del problema.
Trump entiende que China no es Japón, cuya Constitución de la posguerra fue escrita por funcionarios estadounidenses y es el país en el que están destinados 55.000 militares. Además, China ya no es tan dependiente del mercado de EE.UU. como antes, ya que ha diversificado su economía y ha hecho que sus productos y cadenas de suministro totalmente propias sean indispensables en todo el mundo.
Las posibilidades de que China se rinda y acepte una apreciación brusca del renminbi para evitar los aranceles de Trump son prácticamente nulas. En China saben muy bien que la revalorización del yen bajo el Acuerdo Plaza fue imprescindible para desestabilizar el auge industrial y financiero de Japón.
Aun así, aunque Trump sabe que Pekín no cederá revaluando el renminbi para evitar los altos aranceles, igualmente los impondrá por razones políticas y simbólicas. Luego, comenzará una negociación y se alcanzará un compromiso con aranceles ligeramente más bajos.
Como predice James K. Galbraith, el impacto de estos aranceles sobre los fabricantes chinos será modesto a medida que el comercio mundial se recalibra, con Estados Unidos comprando más a Vietnam y a la India, mientras que las exportaciones a Europa y al resto del mundo se disparan. Si hay un bloque económico que sufrirá grandes pérdidas económicas como consecuencia de los aranceles de Trump, ese será la Unión Europa, no China.
Igualmente, el muro cada vez más alto en tecnología digital entre China y EE.UU. ya está beneficiando a grandes empresas en ambos países. Un gran número de ingenieros chinos están logrando avances en la fabricación de microchips avanzados que Pekín nunca habría producido sin la guerra fría que Trump inició durante su primer mandato, una política que el expresidente Joe Biden mantuvo e incluso endureció.
Mientras, la combinación de capital concentrado en la nube, fortaleza en investigación y desarrollo digital, y los aranceles de Trump ya ha motivado a las empresas europeas a redirigir sus fondos de inversión hacia EE.UU. En resumen, Europa, y no China, tiene razones para desesperarse ante la perspectiva de aranceles.
Los BRICS y el desafío a la hegemonía del dólar
Esto no significa que China no tenga razones para preocuparse. La gran pregunta es si los halcones estadounidenses estarán lo suficientemente contentos con los aranceles y la retórica antichina o si, como es probable, su belicismo avance otra dinámica. ¿Convencerán a Trump de pasar de los meros aranceles a las importaciones a un tipo de sanciones financieras como las que EE.UU. y la UE impusieron a Rusia?
Si lo hace, el Gobierno chino tendrá que resolver su gran dilema más pronto que tarde. ¿Debería anticiparse a las sanciones buscando convertir a los BRICS (Brasil, Rusia, la India, China, Sudáfrica y cinco nuevos miembros) en un sistema monetario parecido al Bretton Woods, con el renminbi en el centro y el superávit comercial chino como barrera? ¿O debería permanecer dentro del sistema más amplio basado en el dólar y esperar hasta que las contradicciones internas de EE.UU. se resuelvan?
Para convertir a los BRICS en un verdadero desafío, China tendría que poner los superávits a disposición de las economías emergentes, de modo que los rublos que Rusia recibe por sus exportaciones de petróleo a la India puedan ser intercambiados a un tipo casi fijo de renminbi que se gastaría en productos chinos, algo muy parecido a lo que Estados Unidos hizo en la década de los años 50 y 60 para apoyar el sistema de Bretton Woods. Esto sería un paso gigantesco para China y un serio desafío a la hegemonía del dólar. Si da ese paso dependerá de la geopolítica, no de la economía.
Yanis Varoufakis fue ministro de Finanzas de Grecia. © 2025 Project Syndicate. Distribuido por Tribune Content Agency. Traducido por S. P.