La reconstrucción tras el paso de la dana por Valencia: «De un día a otro veo grietas nuevas, tengo miedo»
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La reparación de los daños avanza lenta: hay familias desalojadas, negocios aún cerrados y lodo en garajes
29 ene 2025 . Actualizado a las 21:41 h.Hace treinta años, Estrella Company y Luis Pastor comenzaron a construir su vida juntos en Catarroja. Ella tenía 20 años. Él, un par más. Fiaron su futuro a la panadería y montaron un horno de pan artesanal. Y aunque tienen casa en Masanasa, fue ahí donde criaron a sus dos hijos. Hace tres meses, esa vida se partió en dos. «En media hora perdimos nuestro modo de vida. Lo bueno es que estamos vivos», dice Estrella. Y tuvieron que empezar de nuevo como muchos de los habitantes de los 78 municipios afectados por la riada provocada por la dana del pasado 29 de octubre.
Cada familia trata de recomponerse como puede. Y con lo que puede. A un ritmo lento porque, aunque el tráfico se ha restablecido y los negocios comienzan a reabrir a cuentagotas, en la zona cero quedan todavía muchas vidas por reconstruir, viviendas que inspeccionar o derribar y muchas montañas de coches que fueron amontonados en parcelas, escombro y lodo que retirar.
La lluvia de dinero movilizado por el Gobierno central —unos 16.600 millones de euros, de los que ayer había abonado en ayudas 1.803,23 millones, según la Moncloa— y por la Generalitat —unos 1.500 millones, de los que hasta la semana pasada había movilizado 211 en ayudas directas abonadas, según Efe— no tiene un efecto tan rápido en las calles como la destrucción que causó la dana. La burocracia es lenta y la normalidad aún se observa muy lejos.
La timidez con la que se asoma la recuperación se ve en pequeños detalles con mucha historia. «Diez de centeno». Ese encargo que ayer aún se podía leer escrito a tiza en la pizarra incrustada en una de las paredes del obrador, por ejemplo, fue el último pedido que anotaron Estrella y Luis. «No llegamos a servirlo nunca», dice ella, mientras mira desolada el armario al que lograron encaramarse para salvar su vida y las paredes de un negocio que nunca volverá a abrir. El suyo no es el único local que, tres meses después de ser arrasado por la riada, continúa destrozado. Al agua se suman ahora los rateros que la semana pasada les desvalijaron el establecimiento. Andan al cobre, al aluminio... «Hoy a las doce [por ayer] vamos a poner la denuncia a la Guardia Civil, que hasta para eso hay que pedir cita», cuentan.
Y mientras, esperan a que los técnicos del Consorcio de Seguros vengan a peritar los estropicios: «Todavía no ha venido nadie por aquí a ver los daños. Perdimos también dos furgonetas, eso nos lo ha pagado ya el Consorcio, pero nadie ha venido a ver el local», lamenta Luis.
Hace poco más de un mes, este autónomo, cansado de esperar, empezó a buscar otro trabajo: «Pregunté y me dijeron que hay trabajo para limpiar en naves de arroz. Y dije: pues venga». El mes que viene Estrella, quien de momento recibe la prestación para autónomos, espera seguir sus pasos: «Empezaré a trabajar en Leroy Merlin, de reponedora. Dicen que para unos seis meses», comenta.
Hay que continuar, no bajar la guardia. Como los vecinos de la comunidad Blasco Ibáñez, en Catarroja. Once de las familias que vivían en esta manzana de adosados blancos fueron desalojadas por riesgo de derrumbe. Aseguran que media docena de viviendas han de ser demolidas. La urgencia «es máxima porque corremos el riesgo de que las grietas afecten a más construcciones», como explica Arón. Es el hijo de Jara, propietaria de una de las viviendas más cercanas a los edificios con peligro de desmoronarse. Él dice que les han dado presupuesto para la reconstrucción: «Saldrían cada una en unos 450.000 euros llave en mano».

Jara es una de las personas desalojadas. Primero estuve con unos amigos, luego a través de la asistenta social estuve en un hotel y ahora vivo con mi hija, mi yerno y sus dos hijos, también desalojados, en un piso de alquiler en Alcácer». Sus vecinos Ana María Jiménez y Víctor Gil son otros de los que han tenido que abandonar su hogar: «Estamos en casa de mi hija en Albal, pero todos los días venimos para ver que todo está bien y que no se nos ha metido nadie dentro», comenta Víctor. Ellos, por ahora, han tenido más suerte que otros vecinos. Por lo menos, como dice Víctor, han cobrado parte del seguro por los daños en el contenido de la vivienda: «Después tendremos que hacer una ampliación».
Durante mes y medio, Remedios estuvo yendo y viniendo a casa de su hija para vigilar que no entrara nadie en la suya. Ahora ha vuelto después de que le confirmaran que la vivienda no corre peligro. Pero comenta que «de un día para otro salen nuevas grietas, duermo en mi casa con miedo. Y tengo que esperar a que vengan los peritos del Consorcio para que vuelvan a valorar los daños», apostilla asustada.
Lo que ha hecho la dana en esta comunidad es unir a sus vecinos cada vez más. Tanto que han contratado sus propios técnicos para tener un respaldo en caso de necesitar reclamar al Consorcio. Porque su historia no se detiene aquí. Continuará.

Los desaparecidos
Paco, Eli y José Javier ya pueden ser tres víctimas más
Durante los últimos tres meses, Samuel Ruiz se ha acostumbrado a esperar. Su hermana Saray también. Y lo mismo le ocurre a Ernesto, a quien acabaron conociendo porque, como ellos, fue tocado por la riada de desgracia que trajo la dana del 29 de octubre. Aguardan la llamada de alguno de los miembros de los equipos de la Guardia Civil, la UME, los buzos, y los bomberos que continúan buscando a su padre Francisco, Paco; a Elizabeth, la sobrina de Ernesto, y a José Javier, las tres personas que oficialmente continúan en paradero desconocido desde aquel día de otoño en el que sus vidas cambiaron de repente.
Siguen peinando los campos de Pedralba, junto al cauce del Turia; Cheste, junto al barranco del Poyo; Montserrat, en el entorno del río Magro; la Albufera, las playas..., pero hasta ahora nada. «Hay mucho todavía donde rastrear —explica Saray—. Las zonas que están recorriendo son extensas; hay coches enterrados a metro y medio... Muchas veces pienso que mi padre está enterrado o quizá lo hayan encontrado, no se haya podido reconocer y no nos han dicho nada...». Ernesto cree que a su sobrina la localizarán cuando hallen el vehículo en el que viajaba junto a su madre Elvira, cuyo cuerpo ya fue encontrado: «Mi sobrina grabó un vídeo desde el coche en el que se escucha a mi hermana decir ‘a ver si encontramos un árbol o alguna cosa’. Creo que se quedó ahí, agarrada al cinturón», recuerda.
Este miércoles se cumplen tres meses de su desaparición, un plazo que les abre la puerta a solicitar que Paco, Eli y José Javier pasen a ser víctimas, no desaparecidos. Según las cifras oficiales de ayer, son 232 las víctimas mortales conformadas; hay 224 identificadas, «el total de los fallecidos por causas relacionadas con la dana», según la página oficial de la Moncloa.
Inicio de la tramitación
El que se da hoy resulta un pequeño paso, pero no logra curar la incertidumbre y el desconcierto en los que llevan inmersas las familias de estos tres desaparecidos durante los últimos 90 días. «Ayer [por el lunes] se pusieron en contacto conmigo para comenzar a tramitar los papeles de cara a declarar a mi sobrina como fallecida. Es un paso que nos permite empezar a solucionar todos los trámites burocráticos necesarios para que sus hijos puedan tener una ayuda de orfandad, que puedan ejercer sus derechos», dice Ernesto. Lo mismo le ocurre a Saray y a Samuel, que podrán iniciar los trámites para la pensión de viudedad de su madre dependiente.
«No puedo permitirme llorar»
Describir lo qué sienten es complicado porque, como explica Samuel, «conforme pasa el tiempo, la esperanza de encontrar a nuestro padre va bajando. Los primeros días teníamos bastante porque veías como a algunas de las personas que aparecían en los listados de desaparecidos las iban encontrando». Pero ahora, añade Saray, «la esperanza se va nublando». Y, pese a todo, dice: «Voy sobreviviendo, más o menos como puedo. Son tantas las cosas que llevas encima que no puedes decaer. No puedo permitirme llorar. Tengo que cuidar de mi madre dependiente, de mis hijos, atender al trabajo... Hay gente que me pregunta ‘pero ¿cómo no te quiebras’. Y cierto es que tengo unos días que estoy peor, pero aunque es triste no puedes llorar».
Testimonios de afectados


Son muchas cosas las que se vienen a la cabeza durante tres meses. «Tienes muchos recuerdos», cuenta Ernesto. Él es el mayor de siete hermanos, a los seis meses le tocó la polio y desde entonces no ha hecho más que saltar obstáculos, como un corredor de vallas: «Mi hermana Elvira se echó a andar antes que yo. Aprendió a volar para acompañarme corriendo a mi lado cuando iba en bicicleta...». Con esos retales de vida que construyeron la personalidad de Elvira, y con lo que le han ido contando los agentes que se encargan de la búsqueda, intenta entender cómo reaccionó aquella tarde de octubre y, de esa forma, ha ido reconstruyendo lo que pudo pasar. Y no se cansa de contarlo. «Para que no se olvide y para que se haga justicia». Por su hermana, su sobrina, por Paco, por José Javier, por el resto de víctimas. Y también por las familias de los que ya no están, como la esposa de José Javier, que se ha quedado sola tras perder a su hija. Ellos forman parte del grupo de 176 familiares de 70 víctimas que, bajo el paraguas de la asociación SOS Desaparecidos, están estudiando presentar una querella ante la Audiencia Nacional «para que se haga justicia». Por los que ya no están.