Jacarandá Serrano, activista abstemia: «Cuando dices que no quieres beber alcohol, la gente te presiona y te pide que expliques por qué»
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«Con el alcohol ocurre como con la presunción de heterosexualidad, es decir, se da por hecho que bebes; y hay edadismo, pero a la gente le quitas las terrazas y lo que te queda es un botellón de personas adultas», dice
24 ene 2025 . Actualizado a las 13:11 h.Aunque se está produciendo una salida del armario cada vez mayor por parte de los abstemios, de las personas que eligen libremente no beber alcohol, la abstemiofobia, dice la activista Jacarandá Serrano (fundadora del proyecto @nomedeslalata_ en Instagram), sigue siendo endémica por muy celebrado que fuese el brindis sin alcohol de Broncano. «Vivimos en una sociedad alcoholocéntrica donde se discrimina a las personas abstemias. El que no bebe es rarito, maricón o un crío», indica la experta, que asegura que «brindar con alcohol es un protocolo absurdo» y advierte de que su consumo está naturalizado, «por eso se habla de él como si no fuese una droga».
—Cuando no bebes, te conviertes en lo desviado de la norma.
—Casi mejor, ¿no? ¿Por qué tiene que haber un motivo para no beber alcohol?
—Te quitan la libre elección de ser abstemio. En el momento en que te están haciendo la pregunta, es como que no tienes la libre decisión de serlo. Siempre tiene que ser por algo.
—Pero si te ha pasado algo, o tienes una adicción, por ejemplo, es posible que no quieras contarlo en una mesa.
—No, y además es que ellos no se preguntan nunca por qué beben alcohol desde siempre.
—¿Qué aconsejas responder cuando, ante el no, nos insisten para que bebamos?
—Me he cansado de dar explicaciones por no beber alcohol, y de que la gente te discrimine y te presione. Por eso, en ese caso, lo que hago es devolver las preguntas de una forma parabólica. Por ejemplo, ahora que acaban de pasar las fiestas navideñas, que también están tan asociadas con el turrón, yo preguntaría a quien no quiere: «¿Pero por qué no lo comes? Si todos lo comemos en estas fiestas. ¿Y cómo haces para disfrutarlas sin turrón? ¿Eres de alguna religión que prohíbe comerlo? ¿Eres alérgico? Prueba un poco, que seguro que te acaba gustando».
—Estas cosas que se dicen de «el que no bebe no es de fiar», o «no se come con agua», ¿dirías que son propias de los «boomers» o no es algo generacional?
—Para mí no es solo de boomers, le pasa a cualquier generación que se traga las costumbres y las mitificaciones. De hecho, nadie se pregunta de dónde viene el mito de que brindar con agua da mala suerte, y lo siguen reproduciendo. En la Antigua Grecia, brindar con agua simbolizaba la muerte y el olvido, porque se asociaba con el río Lethes, donde los muertos olvidaban su vida pasada en el inframundo. En la Edad Media, brindar con agua era visto como malo o insalubre, porque la potable era escasa y resultaba peligroso. Beberla producía un montón de enfermedades, mientras que el vino y otras bebidas alcohólicas eran más seguras debido a la fermentación. O en Rusia, por ejemplo, brindar con agua era una señal de mal augurio porque cuando el zar lo hacía era interpretado como una sentencia de muerte para el homenajeado o homenajeada, el cual salía y le pegaban un tiro. Entonces, todos estos contextos históricos todavía siguen en forma de mito.
—Y no solo siguen, sino que parece que tienen más implantación que la evidencia científica, que dice que beber alcohol es malo siempre.
—Sí, eso es. La única cantidad buena para la salud es el cero por ciento.
—¿Existe la abstemiofobia?
—Sí, existen diversos mecanismos opresores a través de los cuales se manifiesta la abstemiofobia, que es la discriminación a la que nos vemos sometidas las personas abstemias por el mero hecho de serlo. Por ejemplo, la ofensa, el decir: «Pues tu amiga la que no bebe es rarita, o es una aguafiestas, o se cree superior moralmente, lo hace para llamar la atención»... todas estas cosas. También se da la humillación y la ridiculización. El que te digan: «¿Y qué vas a estar, toda la tarde a agüitas?», o «no me seas maricón y pide una cerveza». Porque también se asocia mucho el consumo de alcohol con la masculinidad patriarcal.
—O te tratan como un crío...
—Sí, también está la infantilización. «Deberías dejar de beber Aquarius, mírala qué mona con su Colacao...».
—¿La discriminación llega también por parte del propio mecanismo social?
—Y funciona a través de la exclusión. Por ejemplo, las tapas gratis suelen ser con bebidas alcohólicas, los regalos de boda son a menudo licores, la barra libre también es de bebidas alcohólicas, o en las vendimias, cuando terminas de trabajar, te sacan las botellas de vino... También se produce la injusticia. Tomas un zumo de naranja y te cuesta tres euros, mientras que una caña la tienes por poco más de uno; o pagas lo mismo que todo el mundo en una comida, cuando se ha encarecido el ticket porque otros han pedido vino, cerveza o tropecientos cubatas. Y si lo dices, encima piensan que eres ruin. O que la única opción sana sin bebidas azucaradas sea el agua en un bar. Y hace mucho daño la invisibilización, porque la gran mayoría de libros, películas y canciones incluyen personas que beben alcohol, erotizando el consumo, glorificándolo y romantizándolo. No hay representación de personas abstemias.
—Cuando preguntas qué bebidas tienen sin alcohol, ¿qué te suelen ofrecer?
—Suelen entrar en cortocircuito, y lo primero que se les viene a la cabeza es que tienen cerveza sin alcohol. Que es una cosa muy parecida a cuando pides en un bar leche vegetal y te dicen que la tienen sin lactosa.
—Lo peor es la insistencia y la incitación continua a beber, a brindar con alcohol.
—Cada vez que nos ven sin beber nos cuestionan y nos presionan. La gente da por hecho que tiene que haber un motivo siempre para no beber alcohol.
—Pero en una sobremesa nadie se pregunta por qué no come más verdura o practica más ejercicio en lugar de pasarse una tarde entera sentado bebiendo.
—Sí. De hecho, a mí me gusta mucho hacer otra analogía. Yo me di cuenta a través de mi militancia como bollera, como persona queer, porque formo parte de una minoría social que también es discriminada con el tema de la homofobia, la heteronorma y el régimen heterosexual, de que vivimos en una sociedad alcoholocéntrica en la que el epicentro del ocio es el alcohol, que es algo omnipresente, una norma. Pasa como con la presunción de heterosexualidad, donde todo el mundo da por hecho que eres heterosexual, y cuando no lo eres, te preguntan. Te dicen: «Mira, ¿desde cuándo eres lesbiana? ¿Y eres lesbiana porque has tenido problemas con los tíos?». Empiezan a hacerte las mismas preguntas que te harían si le das la vuelta con el alcohol. O sea, ¿eres abstemia porque has tenido problemas con el alcohol? ¿Y desde cuándo eres abstemia? Te conviertes como en la rara avis del grupo.
—¿Qué te parece el concepto de bebida sin alcohol?
—Es interesante, porque además imitan el sabor del alcohol. Muchas personas exalcohólicas recurren a las bebidas sin alcohol, porque es como: «Yo no quiero dejarlo, pero tengo que hacerlo por salud». Así, al menos se acerca al sabor de aquello que les gustaba y llevaban tanto tiempo consumiendo. También es peligroso, porque sustituyes una adicción por otra. Y las bebidas sin alcohol al final tienen cierto grado de alcohol, no son cien por cien libres de alcohol.
—¿Debe existir el Champín para sustituir al champán? ¿No se puede brindar con agua, un refresco o una infusión? ¿Es una forma de decirles a los niños que lo beban mientras no son mayores para beber champán, dando por hecho que lo harán?
—Sí, y de hecho es como eso que se dijo siempre de: «Cuando seas hombre ya beberás». Porque beber te hace hombre, dejas de ser un niño. Es el tema de la masculinidad que mencionábamos. Y está instaurado como el epicentro de la socialización y la celebración. Mira el cántico de alcohol, alcohol, alcohol, hemos venido a emborracharnos y el resultado nos da igual. O sea, da igual si tu equipo gana o pierde, a lo que va la gente es a emborracharse. Es un gran narcótico social y anestesiante, una válvula de escape emocional. Y sí, es un gran reflejo de las vidas que vivimos.
—¿Vivimos en una doble moral? Se celebró mucho el brindis sin alcohol de Broncano y Lalachús, pero se sigue incitando a beber en los bares y en las casas.
—En las campanadas no dieron discurso alguno sobre el consumo de alcohol. Lo hicieron así porque Broncano es abstemio y nada más, pero es necesario concienciar.
—¿Por qué hay tanta conciencia contra el tabaco y tan poca contra el alcohol, que provoca 3 millones de muertes al año?
—Se habla de droga y de alcohol como si el alcohol no fuera una droga. Hay muchos motivos por los que se ha normalizado su consumo. Por un lado, están los falsos mitos de que un consumo moderado es inocuo, o que una copa al día es buena para la salud, cuando el concepto de consumo responsable ni siquiera está en la OMS. Y luego tenemos a todo el lobi de la industria del alcohol, que es la industria más poderosa y ha paralizado desde hace años las propuestas legislativas para la ley antialcohol.
—No hay muchos límites a nivel legislativo más allá de la prohibición de los botellones en la calle.
—Hay mucho edadismo, se criminaliza la juventud, y hay una hipocresía detrás de eso. O sea, tú te vas al centro de cualquier ciudad, o de cualquier pueblo, que está lleno de bares, y cada cinco pasos tienes una terraza llena de gente bebiendo. Y a toda esa gente le quitas las terrazas, y lo que te queda es un botellón de gente adulta. Lo que pasa es que ahí el consumo está legitimado.