Homs: el retorno imposible a la capital de la revolución siria
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Los exiliados llegan para reconstruir sus hogares saqueados por el régimen pese a las venganzas y los explosivos sin detonar
21 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Faiz acaba de llegar a Homs desde Jordania. Comenzó a empacar los bártulos de su familia cuando se enteró de la caída del régimen, pero las autoridades del país que le dio refugio han ralentizado su vuelta. «De momento, solo venimos a ver cómo está la casa donde vivíamos, pero seguramente nos tengamos que quedar con unos familiares», explica desde su furgoneta blanca. Maletas y colchones se apilan en el techo de su vehículo. Dentro, sus hijos sonríen por poder volver a su hogar tras trece años de guerra civil. Pero saben que la vuelta definitiva no llegará hasta dentro de años. La que fuera la capital de la revolución (2012-2014) es ahora una jungla de cemento completamente destruida por los años de guerra entre los rebeldes y Bachar al Asad.
Con la caída del régimen, los países árabes del entorno y la UE han animado a los cerca de siete millones de refugiados y asilados sirios que acogieron en la guerra a regresar a Siria. Han llegado ya 200.000. Amer Abduljalil es uno de ellos. Llegó hace cuatro días de Jordania tras trece años para comprobar en qué estado se encuentra su casa en el barrio de Jalidiya, de los más antiguos y poblados de la ciudad antes de la guerra y que ahora es un cascarón gris, vacío de vida y lleno de balazos. «Salimos de aquí en el 2012. Un misil cayó cerca, y mató a dos de mis hermanos y a dos primos. Los escombros les cayeron encima y los sepultaron. Nunca pudimos recuperar los cuerpos», asegura.

El bloque en el que vivía está repleto de trozos deflagrados de paredes, cristales y agujeros de proyectiles. A pesar del frío del invierno, que en esta zona de Siria llega a los dos grados de mínima, dormirá esta noche entre montones de baldosas y cemento. «Tampoco tengo más alternativa, reformarla cuesta mucho dinero, se queja». En el edificio colindante, Yusuf limpia junto a cinco personas más los restos del domicilio de un sirio forzado a irse a Egipto. «Retirarlo todo sale de media a unos 750 euros, pero la reconstrucción total puede alcanzar los 7.500 euros», añade. A pesar de que el precio varía según el estado del edificio, es una cifra inasumible para quienes han pasado la dificultad de ser refugiado o desplazado interno. Nadie tiene esa cantidad en un país en el que nueve de cada diez sirios son pobres. Las sanciones occidentales y la falta de ayudas internacionales tampoco ayudan.
La Agencia de Asilo de la UE informa de que entre el 30 y el 40 % de Homs ha sido destruido por la guerra civil, y el 9,22 % de su población vive en edificios en ruinas. Es una de las ciudades más castigadas por el recientemente colapsado régimen. Casi todas las casas han sido saqueadas por completo: muebles, joyas, cables de la electricidad y tuberías han desaparecido. Lo único que resta de Jalidiya es una amalgama de esqueletos de hormigón. Por quedar, solo han quedado los recuerdos.
Aunque esos recuerdos pueden ser del régimen. Ahmed Ekzayez, jefe de proyectos de los Cascos Blancos, explica que «cada día recibimos llamadas por heridos o muertos que han encontrado proyectiles de mortero sin detonar en sus casas». Retornar no es solo difícil, sino también peligroso.
Una cuestión alauita
Mohamed Zaza también trabaja en la reconstrucción de su casa mientras recuerda los inicios de la revolución y cómo provocaron el castigo colectivo del barrio. «Cuando nos manifestamos en el 2011 cerca de la mezquita de Al Nur, nos dispararon con ametralladoras ligeras. Mataron a cientos e impusieron un bloqueo al barrio. Cuando la ciudad entró en la guerra en el 2012, los alauíes que vivían aquí cedieron sus casas a los francotiradores del régimen para que nos dispararan. Teníamos que escapar de noche y aun así nos disparaban. La mayoría eran alauitas», rememora el anciano.

En los últimos días, los vecinos han dado cuenta de un aumento de secuestros y asesinatos de personas de esta minoría a la que pertenecía el depuesto Bachar al Asad. Una muestra de venganza por la pérdida de poder del presidente que les favoreció durante tantos años. «También fueron ellos los que hicieron que detuvieran a mi hermano y a su hijo y los mataran en el 2017 [tres años después de que el Ejército Sirio arrebatara a los rebeldes el control de la ciudad]. Cuando cayó el régimen, fuimos a buscarlos a una zona de seguridad cerca de aquí y vimos sus nombres en unas listas. Pero en las fosas no se pueden identificar, en las bolsas de cadáveres solo figuran números», explica el vecino de Jalidiya. Para él, la vida transcurre entre argamasa para su hogar y horas de búsqueda de sus seres queridos. Por eso, no deja el rencor hacia los alauíes aparcado, aunque sabe que caducará. «De momento, no podemos tenerles aquí. Mataron a demasiada gente como para olvidarnos tan pronto. Pero todo pasará algún día, ahora vivimos en paz», asegura.
Esa sensación de alivio la comparten muchos vecinos. Yusuf recuerda que «cuando Hayat Tahrir al Sham entró en la ciudad, tuvimos dos días de intranquilidad, pero luego se nos pasó. El régimen fue peor, solo tienes que mirar a tu alrededor», asegura. El retorno será tortuoso para los sirios de Homs. Pero aunque duerman a ras de suelo como Amer Abduljalil, les quedará el consuelo de la pintada que han dejado en su casa: «Al Asad, el primero y el último».