Javier Urra: «Los padres somos un frontón en el que los hijos necesitan chocar para salir reforzados»
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«A los niños hay que enseñarles a no usar atajos», aconseja Urra, primer Defensor del Menor, que acaba de publicar «Hijos: Prevención de riesgos»
14 ene 2025 . Actualizado a las 19:27 h.Si cuando compramos una tele o una lavadora, no tenemos duda en mirar el manual, ¿por qué nos pica el orgullo o nos puede la pereza a la hora de aprender a educar? Aunque los primeros años del niño son definitivos para sembrar futuro, el proceso más intenso de autodescubrimiento de uno mismo sucede en la preadolescencia, la adolescencia y la juventud, señala Javier Urra, primer defensor del Menor. Tener hijos desborda el manual, como todo en la vida, pero hay guías y expertos que pueden ayudar a conducirse por ese territorio con curvas, direcciones prohibidas y calles de sentido único en las que es fácil entrar pero no salir que es el proceso de crecer hacia el adulto que llegas a ser. Una brújula para moverse ante los riesgos de adicciones como la que generan el uso del móvil, el consumo de otras drogas, ante un panorama de fobia social o de bajo rendimiento escolar, ante la depresión o la ecoansiedad, y otros miedos más clásicos de la adolescencia ofrece en Hijos: Prevención de Riesgos este doctor en Psicología y doctor en Ciencias de la Salud, director clínico y presidente de la Comisión Rectora Recurra-Ginso (Clínica de Salud Mental, Hospital de Día Retiro y Centro Terapéutico Residencial). Urra expresa en palabras claras, contundentes, el valor de su experiencia. «Lo que yo no admito es eso de ‘los niños no vienen con una guía bajo el brazo’. Yo he escrito 86 libros, muchos de ellos de ámbito educativo. Hay que leer. Cuando se compra un coche, uno se lee el manual, ¿no? Y con la lavadora, le echa una ojeada a las instrucciones», expone Urra, que admite que «tener hijos es más complicado», pero se puede hacerlo bien partiendo de esa actitud de aprender.
—Con los hijos, seguramente podamos prevenir ciertos riesgos, pero no otros.
—La vida tiene riesgos, claro. Tenemos un riesgo de morir altísimo, y es bueno transmitirles a los niños que la vida se compone de que unos viven, otros mueren y nacen otros. Hay que estar agradecido a los que nos antecedieron, a los que nos acompañan y a los que nos continuarán. Esta es una lección de vida esencial.¿Qué podemos enseñar a nuestros hijos? Podemos llevarles a hospitales para que vean a otros niños muy enfermos, porque eso ayuda a centrarse en lo que es importante en la vida, y no en «lo que yo quiero», «yo exijo», «quiero esas zapatillas».
—Primera lección para padres. ¿Qué es lo segundo?
—No sobreproteger. Los niños se tienen que caer, hacerse heridas, llevarse bofetadas de algunas situaciones de la vida. La segunda cosa a saber es que a la vida se le puede dar lo que la vida puede dar, no pidas más. En la vida hay momentos de felicidad, momentos de pasión, momentos de disgusto, momentos de deslealtad... La felicidad claro que es importante, pero la pregunta última de la vida es «¿para quién he vivido?», no «¿para qué?». Esto es importante decírselo a los niños. Aparte, yo les pondría en contacto con la naturaleza, con la práctica del deporte, y a partir de ahí... los padres no podemos elegir a los amigos... ¡Pero claro que usted puede influir! En que el chico esté sano y crezca en un entorno sano, altruista, cooperativo.
—En muchos casos, en las más recientes generaciones de padres se busca ante todo «el hijo feliz». Es un objetivo muy diferente al que propones.
—Ya, pero yo soy doctor en Ciencias de la Salud. ¿Que mucha gente fuma? Sí, pero es malo fumar, conlleva el 80 % de los tipos de cáncer. Una cosa es lo que la gente hace y otra lo que debe hacer. Yo no estoy para confirmar lo que los padres hacen, sino para decir lo que deben hacer. Si usted usa atajos en la vida, acabará siendo adicto. Hay mucha gente que es adicta al juego. Y hay muchos niños que se han enganchado a la ludopatía desde la pandemia del covid. En otros casos, los chicos buscan una banda agresiva, violenta, para sentirse «hermanos». Otros, pocos, muy pocos, buscan sectas. Como dice un amigo mío del Tribunal Supremo, los padres y las madres no es que tengan derechos, es que tienen la obligación de entrar en la red y saber qué ven sus hijos. Por ejemplo, si tengo una hija que está visitando páginas pro-ana (pro-anorexia), es mi responsabilidad... Otra cosa es que la niña de 16 o 17 años tenga un novio y yo les cotillee.
«Adicciones hay muchas: hay gente que es adicta al trabajo, al deporte... Lo que hay que enseñarles a los niños es a no usar atajos. La vida es la que es. Hay que afrontar la vida pensando mucho en los demás»
—En este caso, mejor no meterse, ¿no? Es no respetar su intimidad...
—Claro, son cosas diferentes, pero si tu hija adolescente se está relacionando con un chico de 30 entonces claro que hay que intervenir, claro que hay que denunciar,claro que hay que informar a la policía y a la fiscalía. Igual que si tiene porros en una chaqueta que se ha llevado a casa y no sabes de quién es. Eso de «los niños se meten ahí y los padres no podemos hacer nada» es un error. Adicciones hay muchas: hay gente que es adicta al trabajo, adicta al deporte... Lo que hay que enseñarles a los niños es a no usar atajos. La vida es la que es. Hay que afrontar la vida pensando mucho en los demás.
—¿Qué debemos decirles, sobre todo, a nuestros hijos?
—Primero: que no le pidan a la vida lo que la vida no puede dar [subraya]. Segundo: lo importante no es el yo, lo importante es el tú, lo importante son los demás. La sociedad española se quedó hace poco muy impresionada con la ayuda que prestaron los jóvenes en la dana. No entiendo por qué sorprendió, porque a los jóvenes si les das oportunidades suelen hacer las cosas muy bien. Yo tengo un equipo de 134 personas, llevamos 14 años trabajando en mis tres centros. Allí no hay teléfono. Pero no hay móvil no solo para los chicos, sino para los profesionales. No hay ordenador, salvo que creamos que se necesita para alguna clase. Y no pasa nada. En mis clases en la Complutense, como coordinador del máster en Evaluación Psicológico-Forense, no hay ordenador ni teléfono, mis chicos tienen solo bolígrafo y papel, ¡no pasa nada! Yo si quiero cocinar bacalao al pilpil, escucho a Arguiñano, y luego le doy mi toque. Pero primero tengo que aprender. Eso también pasa al educar.
—¿Son tan diferentes los niños y los jóvenes de los mayores?
—No. Yo tenía dos muy buenos amigos, muy cultos, Mingote y Forges, que me decían: «Mira, Javier, el problema con los jóvenes es que los mayores no les perdonan que ya no son jóvenes». Los padres somos un frontón, y un frontón que sirve para que la hiedra trepe, pero también es un sitio en el que una pelota choca y sale reforzada. Los hijos necesitan chocar, no necesitan un amigo en el padre. De su padre tu hijo necesita que le ponga límites, que le dé ejemplo, que le diga a veces que no, que relativice los problemas... Lo que necesita en ti como madre o como padre es, en esencia, un adulto.
—Sorprende la manera en que explicas las adicciones como un modo de defenderse del dolor, de una agresión.
—Sí, ahora hay chicos que se queman las plantas de los pies o se hacen cortes... Esto es reconducir el sufrimiento emocional a través de un dolor físico. Es decir, como no admiten ese sufrimiento emocional, se hacen daño físicamente para sentirse mejor. Y luego lo cuelgan en las redes y forjan la imagen de que son valientes. Vivimos en una sociedad muy victimista, muy quejicosa. He escrito recientemente otro libro, Inmadurez colectiva, en el que hablo sobre esto, esa tendencia a esquivar la responsabilidad individual. Yo creo que sabemos muy bien lo que hay que hacer, solo que hay padres que no son adultos, hay padres que dedican poco tiempo a sus hijos, o que se meten cocaína...
«Como uno de los 52 expertos del Pacto de Estado contra la Violencia de Género, digo que no se educa igual a los niños que se educa a las niñas, no se evita el sentimiento de posesión»
—¿Hay igualdad, educamos igual a los niños y a las niñas?
—Como uno de los 52 expertos del Pacto de Estado contra la Violencia de Género, te digo que no, que no se educa igual a los niños que se educa a las niñas, no se evita educar en el sentimiento de posesión. Mientras eso no se haga, los problemas continuarán.
—¿Es solo cuestión de educación?
—Hay varias cosas. El ser humano tiene temperamento, tiene carácter y tiene personalidad. El temperamento se hereda. El carácter, el «yo soy yo y mis circunstancias» de Ortega, lo podemos educar. A las mujeres se les educa para ponerse en el lugar del otro. ¿Y al varón? Muchos dicen: «Es que el varón es violento». No, eso no es verdad. La mayoría de los varones no somos violentos. Ahora, ¿usamos la violencia para conseguir objetivos? En algunos casos sí. ¿Podemos educar a los niños para ser altruistas y generosos? Sí. ¿Podemos educar para generar tortura? Sí.
—¿Es un riesgo para la educación la inteligencia artificial?
—El ser humano no es lógico y la inteligencia no es artificial, este será el tema de este año en el curso de verano que daremos en San Sebastián, en el palacio de Miramar. El ser humano es psicológico, no lógico. Si estás sola en casa y oyes como que alguien está intentando abrir la puerta, lo más probable es que te metas en la cama y te tapes con la sábana. ¿Esto es un buen sistemas de defensa? No. Pero el ser humano no es lógico. Y la inteligencia no puede ser artificial, porque la inteligencia pasa siempre por la emoción.
«Cuando se educa es en los primeros años de la vida. Si en los primeros años no has educado bien, con 17 empiezan los problemas...»
—¿Hay una edad crucial para educar?, ¿importa sobre todo lo sembrado en la infancia?
—Cuando se educa es en los primeros años de la vida. Con 17 años, si en esos primeros años no has educado bien, empiezan los problemas. Pero siempre se les puede rehabilitar. En nuestros centros lo conseguimos en un 80 % de los casos.
—Adviertes en este libro que «en España la forma más común de maltrato es la negligencia». Sorprende...
—Es que hay padres negligentes, que lo hacen fatal... Si hoy porque ha ganado tu equipo de fútbol, llegas contento a casa, y mañana porque pierde superenfadado y, ante la misma conducta, un día castigas y el otro no, tendrás un chaval que no sabe cuáles son las normas, que está perdido. Esto es peligrosísimo. Educar a un niño requiere haber aprendido de lo que nos han transmitido los padres, ver lo que hacen en el colegio, cómo hacen otros, e intentar conocer a tu hijo. Decía Allport, un psicólogo muy espabilado, que «con el mismo fuego que endureces un huevo derrites la mantequilla». El ser humano no es clónico, y esto es lo bonito.