Un mes de libertad en una Siria sin Al Asad empañada por los desaparecidos

Pablo Medina DAMASCO / LA VOZ

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PABLO MEDINA

Una estampida interrumpe las celebraciones y deja tres muertos en Damasco

11 ene 2025 . Actualizado a las 19:10 h.

«El régimen de Bachar al Asad provocó que en cada casa en Siria hubiera un muerto o un desaparecido. Era como una prisión, todo era tristeza e injusticia». Muna acudió este viernes a las celebraciones por el primer mes sin Al Asad con la esperanza de poder retomar su vida. Después de la caída del régimen, el país vive con ilusión y esperanza el cambio de Gobierno, pero la ausencia de los desaparecidos durante la dictadura de la familia alauí empaña los festejos.

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Entre los sirios se respira la tranquilidad de quien ha recorrido un camino difícil y tortuoso. Los obstáculos que suponen las sanciones, la pobreza generalizada y la falta de recursos e infraestructuras no les pesan nada, comparados con el tiempo de dominio de los Asad. «Fueron 55 años de injusticias. No te imaginas la paciencia que tuvimos que tener para llegar hasta aquí. Ahora nos toca luchar por una Siria de bondad», explica Mohamed Rabie, que se ha acercado, junto a Muna, a la mezquita de los Omeya para la oración del viernes.

Abdulá, de 16 años.
Abdulá, de 16 años. PABLO MEDINA

La celebración también hace brillar la sensación de la libertad adquirida. Abdulá, de 16 años, asegura que vive «más seguro» ahora que puede salir de noche y no está sometido a una constante vigilancia por parte del régimen. Hala, la hija de Rabie, incluso se toma la licencia de decir que ha dejado el colegio por el mero hecho de que no le gusta. Nadie se lo reprocha. No quieren. Es su decisión libre en un país que aspira a la libertad.

Los sirios también se empeñan en sumar granitos de arena al gran castillo que es la nueva Siria. Pero ese castillo ha de ser seguro. Mohamed Nur, combatiente de la milicia islamista Hayat Tahrir al Sham, desea recuperarse pronto de su pierna herida tras recibir un impacto de metralla cuando luchó en Alepo el pasado diciembre. «Queremos darle al pueblo la seguridad que nunca tuvo. Queremos proteger esto y seguir hasta el final», explica sentado en un taburete.

El rostro de Bachar Al Asad ha sido sustituido por el de Al Sarut, conocido como el portero de la revolución y convertido en el Che Guevara de los sirios. 

Los ausentes

Pero no todo son celebraciones. Las tragedias, un mes después, siguen emergiendo en el país. La represión de Al Asad deja unos 116.000 desaparecidos. Sus caras forran los principales emplazamientos de la capital. La plaza Marjeh, la fachada de la mezquita de los Omeya y el monumento ensiforme aledaño sirven como tablones de «se busca» para todos los ciudadanos que no celebran nada y siguen con el dolor enquistado de desconocer el paradero de sus seres queridos.

Kussay se ha acercado a Marjeh para ver la fotografía de su tío Muud, desaparecido en el 2016. «Mi tía pegó el cartel porque nosotros estábamos en Qamishlo. Cuando llegamos a Damasco, fuimos a la cárcel de Sednaya y al cementerio de Duma, pero no lo encontramos». Las autoridades han convocado el día 20 a las familias identificar a los suyos entre los cadáveres recuperados y así poder enterrarlos. Pero él no sabe si su tío estará entre ellos.

Abu Khalil conoció a través de los liberados de la cárcel conocida como el «matadero humano» la noticia de que sus primos Mohamed, Musa y Osama habían compartido celda con algunos de ellos cuando tenían 17, 18 y 19 años respectivamente. Pero tras buscar en fosas comunes, cementerios, morgues y manicomios —donde muchos sirios permanecen sin conocer su identidad a consecuencia de las torturas del régimen—, no ha encontrado a nadie. «Mantenemos la esperanza, pero después de tanto tiempo, se empieza a perder un poco», comenta mientras sirve té de su carro ambulante.

Pero hay también quien se ha rendido porque a sus allegados no los hizo desaparecer Bachar al Asad, sino su padre, Hafez. «A mi cuñado lo detuvieron hace 40 años. No creo que siga vivo porque lo llevaron a Tadmur, y a todos ellos los mataron. Hemos dejado de buscarlo. Entonces era difícil, y ahora también», lamenta. 

La plaza de la mezquita de los Omeya.
La plaza de la mezquita de los Omeya. Pablo Medina

Una tragedia en el reparto de comida

La conmemoración de la caída del régimen de Al Asad se vio empañada este viernes por la primera tragedia en Damasco desde que el Gobierno de salvación tomó el mando. Al menos tres mujeres murieron y cinco niños resultaron heridos tras una estampida en los aledaños de la mezquita de los Omeya después de que la milicia gobernante Hayat Tahrir al Sham comenzara a repartir comida gratuita entre los asistentes a los festejos.

Alrededor de una menos veinte del mediodía , miles de personas se congregaron en la pequeña plaza frente a la mezquita —con un espacio más reducido aún por la presencia de cuatro camionetas—, así como en la calle Al Kabakbieh, aledaña al templo, y el largo bazar de Hamidiye, que conecta la zona exterior de la ciudad antigua con la zona de las celebraciones. Una aglomeración que hacía impracticable el movimiento por la zona.

Aproximadamente una hora después, comenzaron los primeros altercados. Hayat Tahrir al Sham había prometido distribuir envases con arroz y carne a una población hambrienta. Tan solo un pequeño puesto en el acceso principal a la mezquita servía de punto de distribución para miles de personas. Los empujones y las prisas por hacerse con un plato comenzaron a provocar las primeras peleas y los escasos miembros de HTS presentes tuvieron que realizar varias veces disparos al aire para poner un poco de orden. El intento por tratar de ordenar el tráfico de civiles no dio resultado, y finalmente se produjo una estampida alrededor de las 14 horas.

Ismail Abdalá, jefe de los Cascos Blancos (encargados de la defensa civil del país), confirma a La Voz que su equipo recibió una llamada para atender una incidencia. «Nos encontramos con que tres mujeres murieron. También recogimos a cinco niños que presentan fracturas en sus piernas», asegura. HTS también mostró sus «condolencias» por los fallecidos y el Ayuntamiento de Damasco aseguró en un comunicado ser «completamente responsable» del desastre para dar esperanza. Hasta ahora, estos sucesos no tenían consecuencias.