Edmundo González, el diplomático que convirtió su timidez en firmeza

Andrés Rey REDACCIÓN / LA VOZ

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Edmundo González, este sábado durante una rueda de prensa en Buenos Aires.
Edmundo González, este sábado durante una rueda de prensa en Buenos Aires. Mariana Nedelcu | REUTERS

«Solo es alguien que está haciendo lo que siente que es su deber», asegura su amigo Phil Gunson, experto en Venezuela del International Crisis Group en Caracas

05 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

«Esto no estaba en nuestros planes», dijo Mercedes López el día en que su marido, Edmundo González, fue elegido para retar al autócrata sudamericano que más años ha logrado mantenerse en el poder. Mientras hablaba, un equipo de técnicos ponía su apartamento —en Caracas— patas arriba para cerciorarse de que no había ningún micrófono oculto.

Corría el mes de abril y González era casi un completo desconocido. A sus 74 años (ahora ya ha cumplido los 75), las únicas aspiraciones del diplomático jubilado eran pasar tiempo con sus nietos, escribir ensayos académicos y participar en alguna que otra conferencia de vez en cuando. Fue después de las inhabilitaciones sistemáticas de todos los candidatos de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), la gran coalición opositora venezolana, cuando su nombre emergió. Era el único al que el Gobierno no intentaría bloquear.

Y así fue como, de la noche a la mañana, este veterano amable, tímido, escueto, metódico y algo impaciente se convirtió en la esperanza de millones de venezolanos para poner fin a años de represión. «Dos veces al día debo limpiar el teléfono», compartió en una breve entrevista. «Borro casi 150 mensajes. Me acuesto a la una de la madrugada y a las cuatro ya estoy otra vez trabajando. Nunca me imaginé esto», añadió.

González no es un hombre que haya tenido alguna vez ambiciones políticas, compartió su amigo Phil Gunson, experto en Venezuela del International Crisis Group en Caracas, a The New York Times. «Solo es alguien que está haciendo lo que siente que es su deber». Y no ha afrontado ese deber con ligereza.

Después de las elecciones fraudulentas del 28 de julio, la persecución y coacción del chavismo y la posterior huida a Madrid, el opositor está lejos de rendirse. El viernes se puso en marcha y cogió un avión a Buenos Aires. El sábado se reunió con Javier Milei, voló a Montevideo y después puso rumbo a Washington. Este domingo se reunirá allí con Joe Biden y el 10 de enero, «sea como sea», tiene pensado asumir la Presidencia en Caracas. No ha revelado cómo lo conseguirá, pero detrás de su apariencia tímida sus ojos se mantienen firmes.

Calma y reconciliación

González, el menor de tres hermanos, nació en una familia modesta en la pequeña villa de La Victoria, unos 80 kilómetros al oeste de Caracas. Su madre era profesora y su padre, comerciante, intentó disuadirlo de su sueño infantil de convertirse en diplomático. «Es una profesión para gente rica», le decía, según asegura la hija del antichavista, Carolina González.

Pero el joven Edmundo se mantuvo firme y consiguió estudiar relaciones internacionales en la Universidad Central de Venezuela. Su excompañera y amiga Imelda Cisneros lo recuerda como un alumno aplicado en una época turbulenta. El comunismo se estaba popularizando en el campus y la tensión aumentaba a un ritmo vertiginoso, pero González se convirtió en un líder estudiantil «con un enfoque muy calmado, de reconciliación —cuenta Cisneros—. Quería ser un diplomático. Eso lo tuvo muy claro desde que entró».