Salvador Illa tira de optimismo para afrontar el año nuevo atado a los independentistas

Xavier Gual BARCELONA / E. LA VOZ

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El presidente catalán, Salvador Illa, en el Parlamento catalán.
El presidente catalán, Salvador Illa, en el Parlamento catalán. David Zorrakino | EUROPAPRESS

En apenas seis meses de mandato, el tapiz parlamentario que da cobertura a su Gobierno ha cambiado sustancialmente

02 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

La Cataluña del 2025 se ha convertido en un rompecabezas de difícil digestión del que Salvador Illa espera salir ileso. El primer presidente socialista de la Generalitat desde los tiempos de Montilla encara un año atado a sus acuerdos de investidura con los independentistas de Esquerra Republicana, que han elevado el precio de su apoyo desde la reelección de Oriol Junqueras a mediados de diciembre. Para empezar el nuevo año, el líder de los socialistas catalanes depende de los veinte diputados republicanos en el Parlamento autonómico para aprobar las cuentas de la Generalitat, y tiene enfrente a un Puigdemont crecido en Madrid, del que depende el Gobierno amigo de Pedro Sánchez.

Desde que comenzó la Navidad, Illa ha tirado de optimismo ante un escenario que puede girarse como un calcetín en cualquier momento y convertirse en un auténtico viacrucis, cuando no en un purgatorio, según los vientos que soplen en Barcelona, Madrid o Bruselas, cuyo clima es ciertamente imprevisible. «Este 2025 es un año de esperanza para una Cataluña que ha regresado a la normalidad», señaló el mandatario catalán en su discurso de San Esteban, el primer mártir del cristianismo. Ese optimismo antropológico que parece impregnar su figura no es nuevo. Ya tuvo que recurrir a él cuando, recién llegado al Ministerio de Sanidad, se encontró con la peor pandemia de lo que va de siglo. «Soy muy consciente de las dificultades a las que nos enfrentamos, pero no debemos dejarnos arrastrar ni por los discursos que pretenden dividirnos ni por los que están cargados de odio o pesimismo», añadió en su mensaje a los catalanes.

El principal problema de Salvador Illa es que, en apenas seis meses de mandato, el tapiz parlamentario que da cobertura a su Gobierno ha cambiado sustancialmente, debido a la mutación que han sufrido sus principales socios de investidura desde el pasado agosto. La guerra fratricida en Esquerra obliga a Junqueras a subir la apuesta y asumir planteamientos más extremos respecto a los pactos con los socialistas, tanto en el Congreso de los Diputados como en el Parlamento catalán.

La primera prueba de fuego serán los presupuestos autonómicos, cuya negociación se encuentra en vía muerta desde que los republicanos pusieron en marcha su proceso congresual, que todavía no ha culminado: falta por aprobar la ponencia estratégica, la hoja de ruta de la nueva ejecutiva, un elemento central para los años venideros. Los independentistas de izquierdas ya han avisado por activa y por pasiva de que no habrá barra libre para el PSC, más aún cuando ven con rabia las cesiones que los de Puigdemont están arrancando a Sánchez a cambio de sus siete diputados en Madrid.

Además, Illa tiene otra monumental piedra en el zapato en este año que arranca: la de la financiación singular para Cataluña, algo que, si no se producen concreciones, puede hacer saltar su Gobierno antes incluso de que alcance el primer año de vida. Las políticas de vivienda —primer problema ya para los catalanes— y de seguridad ciudadana (con el papel de los Mossos en el centro del debate) son otros objetivos importantes que deberá sacar adelante con el concurso de Esquerra y los comunes. Sin olvidar el megaproyecto de casinos Hard Rock en Tarragona, que los de Jéssica Albiach consideran una línea roja, o la ampliación del aeropuerto de El Prat, de la que los republicanos no quieren ni oír hablar.