Manuel Valls, el socialista kamikaze que ha vuelto a la vida

Andrés Rey REDACCIÓN / LA VOZ

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Manuel Valls, en el acto de toma de posesión como ministro francés de Ultramar.
Manuel Valls, en el acto de toma de posesión como ministro francés de Ultramar. CHRISTOPHE PETIT-TESSON | EFE

La izquierda ve el nombramiento como un insulto, después de la «traición» del francoespañol

29 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Manuel Valls ha caído en el Gobierno francés como una piedra en un estanque ya turbulento. Su regreso a la vida en forma de ministro de Ultramar, desvelado minutos antes de que el nuevo Gobierno saliese a la luz, ha enturbiado las relaciones entre la oposición de izquierdas y el primer ministro recién estrenado, François Bayrou. Es cierto que el político francoespañol pasó más de 35 años como militante del Partido Socialista (PS) galo. Es cierto que él mismo fue primer ministro durante la presidencia de François Hollande, entre el 2012 y el 2017. Pero su figura provoca urticaria entre los partidos progresistas, incluido el socialista.

Ninguno de ellos le perdona sus balanceos y abandonos entre Francia y España, donde en el 2019 encabezó la lista de Ciudadanos para las municipales de Barcelona. Tampoco les gusta su giro a la derecha en los últimos años, en los que criticó duramente la alianza de los socialistas con La Francia Insumisa —similar a Sumar y Podemos—. «Valls representa el fracaso y la traición», señaló el diputado del PS Arthur Delaporte el martes, un día después de conocerse el nuevo equipo de Gobierno. El secretario general del partido, Oliver Faure, fue más mordaz: «Esperábamos la noche de Navidad y tuvimos la de los muertos vivientes. ¡Es Halloween!».

Diez días tardó Bayrou en proponer un gabinete a Emmanuel Macron. Un total de 240 horas en las que no hizo ninguna mención a Valls, apartado de la política desde su derrota en las legislativas francesas del 2022. De hecho, pocos días antes de su nombramiento, el diario satírico Le Gorafi lo pintaba en una historieta como una «horrible pesadilla» para el jefe de Gobierno. 

De oca a oca

¿A qué se debe su nombramiento, entonces? Probablemente Bayrou ve en Valls, de 62 años, una oportunidad para tender un puente entre él y el Partido Socialista (PS). Un chaleco salvavidas con el que intentará evitar el destino de su predecesor, Michel Barnier, a quien se lo tragó una moción de censura en menos de tres meses. Sin embargo, más que como un puente, los socialistas —que rechazaron formar parte del nuevo Gobierno— podrían tomarse la elección como un insulto.

Después de perder las primarias de la agrupación en enero del 2017, el francoespañol decidió romper con el PS y respaldar a quien había sido su ministro de Economía, Emmanuel Macron. Esa fue la primera «traición», y la segunda llegó poco después, en el 2018, cuando abandonó su asiento de diputado para conquistar la Alcaldía de Barcelona. Una decisión que no salió bien y que muchos achacan a su noviazgo con la empresaria catalana Susana Gallardo, heredera de los laboratorios Admirall, con quien se terminó casando en septiembre del 2019.

Su último abandono llegó en el sentido opuesto. Después de dos años como concejal en la capital catalana, dejó nuevamente sus funciones y empezó a enviar señales de un posible regreso a la política francesa. 

Entre Barcelona, París y Tesino

«Siempre he vivido en París, pero nací en Barcelona un verano, de padre español y madre de doble nacionalidad española y suiza, originaria de Tesino, un cantón de lengua italiana», comentaba Valls a Le Parisien en el 2015, cuando acababa de ascender a la jefatura de Gobierno francesa. «Hasta los 16 años vivía plenamente en esa triple cultura española —y catalana—, italiana y francesa», añadía. 

La casa de sus padres, Luisangela Galfettidel y el pintor Xavier Valls, estaba siempre llena de intelectuales exiliados de España o América Latina, pero también franceses. «El francés estaba en el colegio, la literatura, el aprendizaje de un conocimiento y unos valores. Me sentía a la vez español y francés», contaba el político, que con 16 años tuvo que pasar una entrevista en una comisaría para que le diesen su tarjeta de residencia. «Se parecía bastante a un interrogatorio».

En el 2015, con 52 años, el francoespañol veía tres pilares claves que sustentaban a la comunidad francesa: la lengua, que defendía como una prioridad en la enseñanza; la historia, la disciplina en la que se licenció; y, finalmente, el laicismo.

«Debería darle vergüenza. Es usted el peor de los traidores, señor Valls», dijo un oyente de la emisora France Inter, justo antes de que el presentador lo cortara. François Bayrou se apresuró el lunes por la noche a justificar la elección. Describió a su número tres —la número dos es Elisabeth Borne, también ex primera ministra— como una «figura un poco kamikaze». «Me gustan las personalidades audaces, dispuestas a correr riesgos, y él no tiene miedo», aseguró el nuevo jefe de Gobierno, un centrista decidido a marcar su propio camino, en la cadena BFMTV.

El grupo de los insumisos ya ha anunciado que presentará una nueva moción de censura contra Bayrou. Si las otras dos formaciones del Frente Popular —la coalición de izquierdas, mayoritaria por la mínima en una fragmentada Asamblea Nacional— apoyan la maniobra, el primer ministro se verá en la misma situación que su antecesor defenestrado: a merced de la imprevisible ultraconservadora Marine Le Pen.