Profundizar en el caos

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

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Manifestación contra la destitución del presidente interino Han Duck-soo en Seúl.
Manifestación contra la destitución del presidente interino Han Duck-soo en Seúl. HAN MYUNG-GU | EFE

28 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Los demócratas se oponen a los golpes de Estado, pero oponerse a un golpe de Estado no convierte a nadie automáticamente en demócrata. Este sencillo axioma ha vuelto a ponerse de manifiesto esta semana en Corea del Sur, donde al autogolpe protagonizado el pasado 3 de diciembre por el entonces presidente Yoon Suk-yeol parece estar siguiendo ahora un «contragolpe» por parte de la oposición que empieza a resultar no mucho menos inconstitucional. Yoon había declarado arbitrariamente el estado de emergencia para poder silenciar a la oposición y gobernar sin el Parlamento. Le salió mal. El Ejército no le siguió en esa aventura y el Parlamento le destituyó. Pero ahora la cosa se ha complicado porque ese mismo legislativo, dominado por el Partido Democrático (oposición, izquierda), también ha destituido a su sustituto, el primer ministro Han Duck-soo. El motivo aparente es que se ha negado a nombrar a tres nuevos jueces del Tribunal Constitucional. Han alega, con razón, que como presidente interino no electo en las urnas no puede hacerlo. Pero el Partido Demócrata quiere que se nombre a tres jueces afines porque el Constitucional tiene que certificar todavía la destitución del anterior presidente y pretende asegurar el veredicto. Y lo peor es que, con la ayuda del presidente de la Cámara (que es del Partido Demócrata), ha sorteado la obligación de reunir dos tercios de los votos para destituir a Han Duck-soo y lo ha depuesto por mayoría simple con la excusa, ciertamente contradictoria, de que solo es un presidente interino y no el «presidente de verdad».

La cosa no acabará aquí, porque el nuevo presidente interino ha pasado a ser ahora el actual ministro de Finanzas, que es contrario a esta maniobra y también a nombrar los tres nuevos jueces del Constitucional. El Partido Demócrata ya ha dicho que le destituirá también, y a sus sucesivos sustitutos si es necesario. De este modo, las intenciones del Partido Demócrata empiezan a estar claras. Habiendo perdido las elecciones en su día, ha visto en esta crisis política la oportunidad de liquidar al partido rival (Partido del Pueblo, conservador) y hacerse con el Gobierno por muchos años. Para ello, le interesa profundizar la crisis, más que resolverla, y crear una situación de emergencia de facto no muy diferente a la que en su día proclamó el destituido Yoon Suk-yeol. Mientras tanto, el Partido del Pueblo vive en el desconcierto. No quiere defender a Yoon, a quien ha ayudado a destituir, pero también tiene su estrategia: ganar tiempo para que el Tribunal Supremo falle en un caso de delito electoral que implica al líder del Partido Demócrata y que podría inhabilitarle. Los males de la democracia surcoreana, por tanto, están resultando mucho más profundos de lo que se pensaba y, retrospectivamente, hay que entender el autogolpe de hace unas semanas no como una extravagancia sino como un síntoma más de ese malestar en una de las economías más importante de mundo, que es a la vez un país con una posición geoestratégica peligrosa.