Caso Ana Peleteiro: las denuncias de abusos, en el juzgado

M.ª Carmen González Castro
M.ª Carmen González VUELTA Y VUELTA

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Borja Sánchez-Trillo | EFE

10 dic 2024 . Actualizado a las 12:30 h.

Ana Peleteiro es una pedazo de atleta. Una mujer que puede presumir de medalla olímpica y de oro europeo en triple salto, entre otros galardones, pero también una deportista que ha logrado cierta popularidad. Mucha más de la que gozan otros atletas tanto o más laureados que ella. Tanto levanta su voz contra el racismo —«no somos de color, somos negros», fue aquella célebre frase con la que se reivindicó en los Juegos Olímpicos de Tokio— como detiene su carrera para ser madre, posa para una revista de moda o participa en un concurso de televisión. Unido a un buen manejo de las redes sociales, el resultado es un personaje bastante conocido, también para los que no son seguidores de las pruebas de atletismo.

El domingo por la noche sorprendió Ana Peleteiro sumándose al trend de TikTok «y aún así me quedé». Un trend en el que, mayoritariamente mujeres, cuentan situaciones denigrantes por las que alguna expareja las hizo pasar y cómo, pese a ello, siguieron con la relación. Y en ese marco la atleta de Barbanza denunció el maltrato psicológico e incluso las violaciones que sufrió por parte de una expareja. Como no podía ser de otra manera, el vídeo iba a media tarde de ayer camino del millón de visualizaciones solo en su cuenta, más los miles que acumularán otras que se hayan hecho eco de la noticia.

Hacer pública una situación de este tipo requiere un gran valor, y vista su trayectoria, este se le presupone a Ana Peleteiro. Exige valentía porque enseguida se forman ejércitos tanto de seguidores, más activos que la denunciante, como de anónimos detractores, que tanto disparan insultos como ponen sobre la mesa todo tipo de sospechas respecto a la veracidad de lo denunciado. Que se lo digan si no a la actriz que denunció a Íñigo Errejón después de la aparición en redes de testimonios de mujeres que acusaban al político de vejaciones y abusos. Acusaciones, por cierto, admitidas por el propio Errejón y que acabaron con su dimisión.

En este caso concreto, no ayuda al discurso de Ana Peleteiro que lo haga en el contexto de un trend en el que hay más vídeos de los deseables de mujeres que denuncian supuestas humillaciones a manos de sus parejas mientras se echan unas risas, algunas solas, otras incluso con las amigas. El tema no merece, desde luego, ninguna risa.

Que hay que denunciar los abusos sexuales y los malos tratos no lo pone en duda a día de hoy nadie ­—o casi nadie_. Que cuando gente famosa, admirada, lo hace, está ayudando a muchas mujeres anónimas que están pasando por esa situación porque ven que no están solas y que no son las únicas, tampoco. Y con el fin de amplificar los mensajes, las redes sociales son una herramienta poderosísima, pero no suficiente.

Las redes no dejan de ser un patio de vecinos, con una cantidad ingentes de voces participando y una gran capacidad para propagar el contenido. Aparte del riesgo que conllevan de crucificar gratuitamente a algún inocente, el respaldo social inmediato que se recibe no tiene nada que ver con una resolución judicial. Las denuncias hay que presentarlas donde se puede dictar justicia, en el juzgado. Allí es donde las víctimas exponen lo que han sufrido, el acusado tiene la opción de defenderse, pero, sobre todo, recibirá un castigo si es culpable. Es la única manera de garantizar la protección a las víctimas y de trabajar para intentar evitar que esos casos se repitan.