El delirante «reality» de Jacob Rees-Moog, el británico más odiado

Enrique Rubio LONDRES / EFE

ACTUALIDAD

NEIL HALL | EFE

El político conservador que ha sacado de quicio a muchos ciudadanos del Reino Unido con su porte aristocrático y su arrogancia desinhibida protagoniza junto a su familia un programa de telerrealidad

06 dic 2024 . Actualizado a las 16:30 h.

Jacob Rees-Mogg, el político conservador que ha sacado de quicio a muchos británicos con su porte aristocrático y su arrogancia desinhibida, protagoniza junto a su familia el programa de telerrealidad más delirante del año en el Reino Unido.

El show Meet the Rees-Moggs (Conozcan a los Rees-Moggs) no deja lugar a dudas sobre el carácter de su protagonista: lo define en los títulos de apertura como «uno de los políticos más divisivos» del país. El exministro y brexitero de primera hora, que fue uno de los más firmes aliados de Boris Johnson, aparece en los cinco capítulos de la docuserie como lo que él mismo se vanagloria de ser, un esnob excéntrico que vive según unos códigos más propios de otros siglos.

En Rees-Mogg no hay incomprensión ni amargura. Siempre ha vivido a la contra y parece alimentarse de las reacciones tan encontradas que suscita en el ciudadano de a pie. «Disfruto exasperando a la gente», reconoce en el primer capítulo de la serie, que emite en el Reino Unido desde Discovery+. Por eso, tal vez su estampa más recordada sea la de sus 188 centímetros recostados sobre las butacas verdes de la Cámara de los Comunes (Baja) del Parlamento británico, ocupando el espacio de tres personas y despertando la ira de la oposición laborista.

Su comodidad enviaba un mensaje deliberado que las cámaras se aprestaron a difundir: ésta es mi casa, y nadie me dirá cómo comportarme en ella.

Tono de comedia

La serie es un «trabajo impecable de telerrealidad», según lo ha definido el diario progresista The Guardian, que por otro lado le dirigió en el pasado alguno de sus ataques más vitriólicos. El tono humorístico, casi de comedia, sobrevuela Meet the Rees-Moggs. Hasta la música acompaña para subrayar su carácter liviano.

El político presenta a su mujer, Helena, rica heredera de una familia millonaria, y a sus seis hijos, algunos de ellos con nombres como Sixtus o Anselm, infrecuentes en el Reino Unido actual.

Las cámaras siguen al tory y su entorno durante la campaña de las elecciones generales del pasado julio, donde Rees-Mogg perdió el escaño por la circunscripción de North East Somerset que conservaba desde el 2010.

NEIL HALL | EFE

Desde el anuncio de las elecciones todo el mundo se espera lo peor, la derrota electoral se cierne como una certidumbre que se vive sin excesivos dramatismos en el hogar familiar.

Ni siquiera perder el trabajo que realizó en los últimos 14 años parece sumir en el desánimo al político, que ha continuado su carrera como presentador en la televisión derechista GB News.

«Una elección no es el principio ni el fin del mundo. No voy a llorar por un poco de leche derramada. La vida sigue, la gente tiene que continuar con sus cosas. Ya no soy diputado y así es la vida», reflexiona.

«Siendo realistas, somos bastante pijos»

Lo político y lo mundano se entremezclan con naturalidad en casa de los Rees-Mogg.

El cumpleaños de su hijo Alfred se celebra con una fiesta en casa de Boris Johnson, que cumple 60. El del pequeño Sixtus coincide con el día de las elecciones. Los niños acompañan a su padre a hacer campaña puerta a puerta entre los vecinos de su circunscripción, donde no siempre es bien recibido.

Los poco aristocráticos gustos gastronómicos del patriarca -todos los días come un sandwich de jamón y queso junto a un bollo de chocolate de la cadena favorita de la clase trabajadora inglesa, Greggs- dan paso a la cena de los sábados, en la que los niños deben lucir esmoquin y pajarita.

«Siendo realistas, somos bastante pijos, sí», dice a cámara su hija Mary, de 15 años.

La imponente mansión campestre de Gournay Court, llena de retratos de Rees-Mogg, emerge como un personaje secundario más, provista incluso de una capilla donde este devoto católico escucha misa mientras sus hijos pequeños ejercen de monaguillos.

Pese a que la serie no esconde el descontento generalizado contra su figura -unos cuantos ciudadanos le gritan e insultan a su paso-, el retrato que hace la producción es amable, no pone al exdiputado contra las cuerdas por sus opiniones o posiciones políticas. «No creo que ya vaya a cambiar las opiniones de mucha gente», sostuvo Rees-Mogg en el acto de presentación del programa.