El Partido Socialista cierra en falso su congreso
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El PSOE acaba de cerrar su 41 congreso federal con claras muestras del culto a la personalidad de su líder, Pedro Sánchez, protagonista absoluto de un cónclave que no pasará a la historia del socialismo español por la profundidad de sus debates ideológicos. El partido se sitúa claramente a la defensiva ante la multitud de acusaciones judiciales que se ciernen sobre la formación y sobre el entorno personal del secretario general. Y la solución a toda esa preocupante situación es la de denunciar una conspiración en la que participan los partidos de la oposición, los medios de comunicación críticos y los propios jueces, a los que se acusa sin prueba alguna de actuar en contra de los socialistas por una cuestión ideológica.
El congreso tampoco ha profundizado en el debate territorial y Sánchez ha vuelto a dar muestras de su capacidad de prometer una cosa y su contraria sin inmutarse para solventar cualquier problema que le obligue a asumir un compromiso. En un mismo párrafo de la ponencia final, el PSOE es capaz de garantizar que la cuestión territorial es algo que debe abordarse de manera «multilateral», para unas líneas más abajo asegurar que la financiación se debatirá de acuerdo con las relaciones «bilaterales» del Estado con cada una de las comunidades. Todo un fuego de artificio para no afrontar de cara la decisión de conceder una financiación singular a Cataluña para así garantizarse el apoyo en el Congreso de los independentistas de Junts y de ERC.
A pesar de todas esas muestras de prepotencia, el partido se sitúa claramente a la defensiva ante los problemas que le afectan y las incongruencias a las que le obliga la necesidad de articular una mayoría parlamentaria con una constelación de formaciones de muy distinta ideología. Desde la extrema izquierda de Sumar, ERC, EH Bildu y BNG, hasta el nacionalismo más rancio y conservador de Junts y el PNV.
En lo que afecta a la organización interna del partido, el congreso se ha cerrado sin el más leve atisbo de renovación, con la decisión de Sánchez de mantener en el cargo a la vicesecretaria general, María Jesús Montero, y al secretario de organización, Santos Cerdán, a pesar de que ambos hayan sido involucrados por el comisionista Víctor de Aldama en una trama de corrupción a gran escala.
Por encima de la defensa de los principios del partido ha estado esa necesidad de atacar al enemigo externo, solventada con una reacción en contra de todo aquel que cuestione a Sánchez o a su círculo de poder. Cualquier problema que afecte al partido se soluciona con la mención a la extrema derecha y la derecha extrema, a la difusión de «bulos» o a la «máquina del fango». Todo, menos asumir culpa alguna o hacer un mínimo acto de autocrítica en un momento especialmente delicado para el partido. El PSOE cierra así en falso su congreso. Pero al día siguiente de este fallido cónclave socialista, el tropel de acusaciones judiciales, que incluyen a la propia esposa de Sánchez, convertida también en protagonista del congreso, sigue ahí.
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