El laberinto sirio: quién es quién en una guerra de intereses divergentes
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Tras ocho años de estancamiento, los rebeldes vuelven a ganar terreno
03 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Después de casi ocho años debajo de la alfombra, la guerra civil en Siria ha vuelto a ser el centro de atención. Una nueva coalición islamista lanzó el miércoles un ataque sorpresa que arrasó la segunda ciudad más grande del país, Alepo. La ofensiva, la primera que lleva a las fuerzas opositoras a tomar territorio desde el 2016, ha roto el estancamiento de un conflicto que nunca terminó formalmente. Casi 300.000 muertos y seis millones de refugiados después, las intrincadas ramificaciones que convergen en Siria han vuelto a activarse, con ecos en toda la región e incluso más allá.
El Origen
La Primavera Árabe. En el 2011, en el apogeo de las protestas que buscaban traer la democracia a países del norte de África y Oriente Medio, los sirios se echaron a la calle para pedir la destitución del autócrata Bachar al Asad. La represión fue implacable. En ese contexto empezó a formarse una oposición armada de pequeñas milicias y algunos desertores del Ejército sirio. Estas fuerzas opositoras recibieron el apoyo de diferentes potencias extranjeras, entre ellas Turquía, Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Estados Unidos. Al mismo tiempo, Al Asad recibió el apoyo de Rusia, Irán y, por extensión, Hezbolá.
Los que se sumaron
Islamistas extremistas. Poco después del inicio del conflicto, los islamistas extremistas, incluido Al Qaida, se pusieron al frente de la rebelión. Aprovecharon la debilidad de los insurgentes para capitalizar los ataques a Al Asad, un seguidor de la rama chií del islam, igual que Irán y Hezbolá. Al Qaida, suní, quería frenar el expansionismo chií y asentarse en la región. De hecho, Hayat Tahrir al Sham (HTS, antes Frente al Nusra), líder de las milicias insurgentes, es una antigua filial del grupo. En el 2014, el Estado Islámico (EI) se separó de Al Qaida y el frente rebelde se fragmentó.
El factor kurdo
Un pacto implícito. El pueblo kurdo reclama la independencia de Kurdistán, una región entre Siria, Irak, Irán y Turquía. Agrupado en áreas del nordeste sirio, este colectivo sufría la represión constante del régimen de Al Asad, pero en el 2012, en plena guerra civil, el Ejército se retiró de su zona para concentrarse en la lucha contra los rebeldes. Esto supuso un pacto implícito: Al Asad no combatía a los kurdos y, a cambio, ellos no se unían a los rebeldes ni atacaban a las fuerzas del Gobierno.
Aliados de los rebeldes
Una lucha, distintos objetivos. Cada uno de los Estados que apoyan a las fuerzas rebeldes tiene su propia motivación. Turquía se ha consolidado como su aliado principal. Quiere evitar que el pueblo kurdo, contra el que siempre ha sido hostil, gane fuerza. Arabia Saudí y EAU, también suníes, intentaron que su rama del islam se expandiese, pero con el tiempo se han acercado a Al Asad. Estados Unidos, por su parte, se alió con los kurdos para eliminar al EI.
Aliados de Al Asad
Mantener el poder. La rama chií del islam une a Irán y a Hezbolá con Al Asad. Lo apoyan para mantener el poder frente a la órbita suní y para hacer daño a los grupos extremistas. Rusia, por su parte, mantiene una alianza clave con el régimen sirio desde los tiempos de la Unión Soviética, y quiere preservar su influencia en Oriente Medio y sus opciones de actuación frente a EE.UU. Es precisamente la debilidad de ambos grandes aliados del Gobierno sirio —Irán y Hezbolá por el conflicto contra Israel, y Rusia por la guerra en Ucrania— lo que están aprovechando los insurgentes. El miércoles de la semana pasada, antes de que las fuerzas del régimen pudiesen reaccionar, lanzaron una ofensiva relámpago y se pertrecharon en Alepo.