Juan Lobato, el «millennial» disciplinado que huía del fango

María Salgado
María Salgado REDACCIÓN / LA VOZ

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El secretario general del PSOE-M, Juan Lobato, durante su comparecencia este martes ante los medios en la Asamblea de Madrid
El secretario general del PSOE-M, Juan Lobato, durante su comparecencia este martes ante los medios en la Asamblea de Madrid SERGIO PEREZ | EFE

El secretario general del PSOE-M es técnico de Hacienda, tiene tres hijos y fue el primer alcalde socialista de Soto del Real desde 1939

27 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

El socialista Juan Lobato ya no puede decir aquello de «no me conoce ni Perry, no me conoce ni el tato, no me conoce ni Blas». Este era el eslogan del vídeo preelectoral que lanzó en redes sociales en marzo del 2023 como candidato a presidir la Comunidad de Madrid. Logró crecer tres escaños en aquellos comicios del 28M, pero no cumplió el objetivo marcado, que era recuperar el liderazgo de la oposición en la Cámara regional que retuvo Más Madrid. Su perfil poco mediático, pese a llevar media vida en política, siempre ha sido un lastre para este licenciado en Derecho, y Administración y Dirección de Empresas, que hacía trabajos de albañil para ganar algo de dinero extra mientras estudiaba. Hijo de un concejal del PSOE en la capital durante los años ochenta, se afilió a las Juventudes Socialistas de Chamberí siendo un adolescente y luego lideró la fundación de las de Soto del Real, una localidad de la sierra norte madrileña donde continúa viviendo.

Casado y padre de familia numerosa —tiene dos hijas y un hijo—, es funcionario del Cuerpo de Técnicos de Hacienda y, antes de dar el salto definitivo a la política local, trabajó durante cinco años en la Agencia Tributaria haciendo inspecciones. Cuando se presentó a sus primeras elecciones municipales, fue víctima de unos panfletos que decían: «Lobato, el amigo de ETA», pese a que su padre había sido amenazado por la banda terrorista. Concejal y portavoz socialista en el Ayuntamiento de Soto del Real desde el 2003, confiesa que en aquella época aprendió a aborrecer los insultos, la polémica y la bronca, y a abogar por el sosiego, la moderación y el tono calmado, más acordes con su personalidad. Nacido en Madrid en 1984, este miembro de la generación millennial siempre ha huido del fango que hoy impregna la vida institucional. «Hay que recuperar la educación, el respeto y las formas en política. Queremos elevar el nivel de respeto y demostrar que hay otra forma de hacer política», reivindicaba.

Quienes lo conocen lo definen como paciente, muy disciplinado y comprometido. Tardó doce años en ser nombrado alcalde de Soto del Real, el primer regidor socialista de este municipio desde el fusilamiento del republicano Eugenio Candelas el 29 de julio de 1939, tras la Guerra Civil. Lobato obtuvo 1.569 votos y seis concejales, y cuatro años después, en el 2019, fue reelegido con mayoría absoluta —logró más del 60 % de los sufragios—, aunque decidió motu propio incorporar a su equipo a miembros de otros partidos porque lo consideró positivo para el pueblo. Este éxito lo catapultó como uno de los alcaldes del PSOE con más apoyos en toda la Comunidad de Madrid y lo proyectó en el ámbito regional.

Los críticos

Su carrera de fondo cogió velocidad cuando en abril del 2021 renunció a la alcaldía para concurrir a las autonómicas anticipadas del 4 de mayo de ese año, en las que ocupó el cuarto lugar en las listas socialistas, y fue designado diputado y portavoz adjunto. Solo medio año después, presentó su candidatura a la secretaría general del PSOE-M, que ganó con los votos del 61 % de los militantes, tras vencer al alcalde de Fuenlabrada, Francisco Javier Ayala. Su llegada coincidió con la debacle de Ángel Gabilondo, que perdió 275.000 sufragios y 13 escaños, pero la convirtió en una oportunidad para poner solución al «peor momento del PSOE madrileño en toda su historia», como reconocería más tarde. Tras hacerse con el partido y la portavocía, decidió asumir también el puesto de senador por designación autonómica para tener una mayor visibilidad, algo que generó malestar entre sus críticos, quienes lamentaban que «solo se potencie su figura».

Su aterrizaje en la Cámara madrileña se produjo en plena pandemia, un contexto en el que apostó por ser «propositivo» y tender la mano a la presidenta regional, la popular Isabel Díaz Ayuso —ya situada como rival de la Moncloa—, a la que llegó a escribir una veintena de cartas en las que le planteaba medidas para hacer frente a la crisis sanitaria. «Ayuso tiene una estrategia que se basa en tener constantemente algo con lo que entretenernos que no sea su gestión», lamentaba en octubre el socialista, que comparaba la política del PP de Madrid con los posicionamientos «provocadores y antidemocráticos» del ya presidente electo de EE.UU., Donald Trump.

«Juan no puede seguir»

Su discordancia con Ferraz se extendió también a la ley de amnistía, la financiación singular para Cataluña y la política fiscal, ya que proponía una menor presión para la autonomía. Las reticencias a su liderazgo ya eran públicas, pero anónimas, el pasado marzo, cuando la alcaldesa de Alcorcón, Candelaria Testa, pedía a los críticos que «den la cara y digan quiénes son y qué pretenden». Una regidora que agradecía que, cada vez que necesita algo, Lobato «se pone al teléfono y ayuda». El portavoz se quejaba entonces, en una entrevista a Efe, de que la federación socialista «cambie de líder cada dos años» y censuraba las «ocurrencias de candidatos a tres o seis meses de las elecciones».

Antes de saberse que Lobato registró ante notario varios mensajes enviados desde la Moncloa con información sobre el presunto fraude fiscal cometido por la pareja de Ayuso, los críticos ya daban por hecho que, tras el Congreso Federal de Sevilla, se designaría a otro candidato a las primarias. «El consenso de norte a sur y de este a oeste es que Juan no puede seguir», decían. Unos mensajes que ahora se pueden leer como una prueba, una trampa o un acelerante de un final anunciado.