Mapi Hermida: «Gestionar bien el tiempo no es hacer muchas cosas en el día, el síndrome de la vida ocupada esconde escasez»

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La directiva de comunicación Mapi Hermida, autora de «Sí te da la vida».
La directiva de comunicación Mapi Hermida, autora de «Sí te da la vida».

«Como empiezas tu día, lo acabas», asegura esta directiva con 20 años de experiencia que llegó a sufrir lagunas de memoria por exceso de productividad. «Todos los estudios sobre felicidad dicen lo mismo de cuál es la clave del tiempo de valor», señala

28 nov 2024 . Actualizado a las 08:18 h.

El tiempo puede ser azul, blanco o rojo, en función de si lo que haces con él es de valor para ti, neutro o algo que no te gusta o te aporta nada o poco hacer. Hay que defender el tiempo azul, para poder decir, con Mapi Hermida, «Sí me da la vida», «tiene sentido». En Sí te da la vida esta directiva experta en gestión del tiempo, autora del prestigioso blog La gastrónoma, cuenta qué nos hace perderlo más y qué nos hace expandirlo y darle significado y valor. Si estás en el «ejecuto, ejecuto, ejecuto, check, check, check», detente, que ahí, donde pinta abundancia, hay escasez...

«Siempre te quedan cosas por hacer», advierte Mapi Hermida, que a los 18 se puso ya a trabajar. Primero, dependienta de El Corte Inglés, después fue au pair, periodista, responsable de comunicación en Air France, directiva en L’Oreal y en Heineken... «Nunca era suficiente para mí», admite. Hasta que su cabeza la paró: bloqueos, lagunas de memoria, un diagnóstico a la ligera de trastorno por déficit de atención con hiperactividad, pastillas. A los 37 terminó en una consulta de psiquiatría, y su vida empezó a recobrar el sentimiento de bienestar y valor.

—«Yo lo hago todo», «No me da la vida», «No puedo con todo». ¿Cómo hacemos para acabar con este tipo de frases y empezar a ver que sí nos da la vida?

—Es un cambio de paradigma, del «no me da la vida», «la vida me pasa encima», a tomar las riendas y pasar de una mentalidad de escasez, del síndrome de la vida ocupada, a una mentalidad de abundancia de tiempo.

—¿Y eso, sobre todo, qué implica?

—Que entendamos que somos los únicos responsables de nuestro tiempo vivido: tú, Ana; yo, Mapi; Amancio Ortega o Elon Musk. Todos tenemos 24 horas al día y todo depende de cómo las invertimos. El bien más democrático que hay, el tiempo, no entiende de clases sociales. De cada uno de nosotros depende a qué dedicamos el tiempo.

—¿Cómo identificamos lo que es importante para nosotros y lo distinguimos de lo urgente o lo más adecuado?

—Esto tiene que ver con el propósito de vida, que es uno para cada persona. El de mi madre era sacar a sus cinco hijos adelante. Saber qué te mueve es muy importante para invertir el tiempo bien. Hacer lo que te mueve es siempre tiempo bien invertido. ¿Qué pasa? Que mucha gente va por la vida como un zombi. Y si vas por la vida como un zombi, la vida decide por ti, o deciden otros. Hay mucha gente que no vive, sobrevive. Piensa que la esperanza de vida en España es 84 años para los hombres y 85 para las mujeres. Cuando las personas se hacen mayores, suelen decir: «¿A qué me he dedicado yo, qué he hecho en mi vida? No lo sé...». ¿Por qué? Porque no has hecho algo que para ti sea memorable. Lo memorable no es algo estándar. Para una persona puede ser cuidar de sus hijos y para otra llegar a ser el CEO de una multinacional. Se trata de entender eso que te mueve y dedicarle todo el tiempo que puedas. Que lo agendes y lo priorices.

—¿Es lo que llamas tiempo de valor y opones al tiempo productivo?

—Sí, es tiempo de valor o significativo. Debes bloquear ese tiempo en tu agenda, que sea lo primero. Porque a menudo uno tiende a poner primero su trabajo o las obligaciones. Te pongo un ejemplo, si tu hijo o tu madre se ponen malos, o si tienes una tubería que se ha roto en casa, sacas tiempo para eso, ¿no?

—Quizá no tenemos valor para defender nuestro tiempo...

—Así es. Pasan tres meses y no sabes qué has hecho esos tres meses. Y a lo mejor unas vacaciones o una celebración se quedan en tu memoria, y ese tiempo se ensancha. Eso para ti ha sido muy significativo.

—¿Cómo se gestiona bien el tiempo?

—El buen gestor del tiempo no hace muchas cosas en el día; es curioso, porque habitualmente se asocia la buena gestión del tiempo a la productividad, al «me da tiempo a hacer esto, esto y lo otro». Es el «trabajo, me cuido y hago deporte» de la mujer pluscuamperfecta. Gestionar bien el tiempo no tiene nada que ver con esto. El que gestiona bien el tiempo hace menos cosas y las hace mejor. Yo hablo de ensanchar el tiempo, de que al menos una de las cosas que hagamos en nuestro día sea un momento de valor.

—¿Cómo se consigue?

—Es lo que en inglés en gastronomía llaman savoring, saborear esos momentos de valor, sacarles partido. Y tiene que ver con eso que te decía: el tiempo se ensancha si vas despacio. Para poder acelerar, hay que desacelerar y eso te permite prestar atención a los matices. De repente, conoces a esa persona del trabajo en la que no habías caído en tener una conversación... Vives con mayor intensidad y sensibilidad esos momentos especiales del día a día. Cuando se analiza cualquier estudio sobre la felicidad, el de Harvard o cualquier otro (hay miles), todos dicen lo mismo: que si hay un gran ensanchador de nuestro tiempo es pasarlo con seres queridos. Las relaciones afectivas de calidad que mantenemos son las que hacen que nuestro tiempo sea de valor, que sea memorable. No lo digo yo, lo dicen miles de estudios sobre felicidad y bienestar.

—Hay expertos que hablan de «fitness social» para dar músculo a las relaciones. ¿Dependemos mucho de los demás, es esto compatible con nuestra autonomía?

—Totalmente, y siempre hay que reservar tiempo para estar con uno mismo. Es importante, como es ver cómo es el diálogo que tenemos con nosotros mismos. El que gestiona bien el tiempo gestiona lo que piensa. Hoy todo va enfocado a cómo ser más productivo, más eficaz en el trabajo, más rápido... No es tiempo de valor. Hay que gestionar qué hacemos, y no solo lo que hacemos, sino también qué pensamos, porque entre los ladrones de tiempo están los robapensamientos, esos depredadores de tiempo y energía. Piensas: «¿Qué he hecho hoy? Me he pasado parte del día pensando en este compañero de trabajo que me hace estas faenas... Mi tiempo de trabajo se ha ido ahí». Es importante tomar el control de lo que pensamos. Porque también somos lo que pensamos, no solo lo que hacemos y con quién nos relacionamos. Y controlar lo que pensamos tiene que ver con la calidad del tiempo que pasamos solos.

—Hay relaciones que nos vienen dadas, que no elegimos, y no podemos evitar. ¿Cómo reducimos el peso de una persona que vemos que no nos hace bien?

—A veces sentimos que estar con alguien es una pérdida de tiempo. Son cosas que te ves obligado a encajar y no son tiempo de valor. No quiero ser simplista y caer en que todo nuestro tiempo debe ser maravilloso, porque todos tenemos obligaciones y cosas que hacer que no nos gustan. Ahí entra lo que llamo hackear el tiempo. Pongamos, por ejemplo, que tienes que planchar. Hackeas esa tarea si, al planchar, te pones una serie en la tele. A esa tarea que no te gusta le pones, como decimos en la cocina, una especia que da sabor. Esto puede trasladarse a las personas con las que tenemos que relacionarnos. Yo con esas personas con las que no te gusta estar, animo a pasar de la resignación a la aceptación. Aceptar que debes estar con ellas y pensar cómo sacar algún partido de ese tiempo...

—¿Cómo desechar pensamientos negativos en bucle, cómo romper una conversación basada en la crítica y la queja constante, que nos va minando pero de la que cuesta tanto salir?

—Con asertividad, que es algo muy importante para poner límites. Límites a los demás, pero también a uno mismo. Todos estamos en nuestro derecho de decir que algo no nos gusta o no nos parece bien. Esto parece una obviedad, pero no lo es. Hay gente que no es capaz de poner esos límites. Se trata de ser un poco talibán con tu tiempo, para que nadie te lo robe. Decir no es mucho más importante que decir para tener una vida significativa.

—¿Cómo son las que llamas «mañanas milagrosas», qué llevan?

—Soy una firme defensora de como empiezas el día lo acabas. Y esto no tiene que ver tanto con madrugar, que un poco también, pero no importa que te levantes a las 6.30 o a las 9.00. Se trata más de qué haces en los primeros momentos del día. Hal Elrod habla de cinco ingredientes para una «mañana milagrosa»: un rato de silencio, hacer afirmaciones positivas, visualizaciones (sobre tus objetivos), un momento de ejercicio y aprendizaje (leer un poco cada mañana). Otra experta que también cito en el libro, Laura Vanderkam (autora de Qué hace la gente exitosa antes del desayuno), da unas claves parecidas a las de Elrod, pero añade la conexión familiar. Destaca la importancia de buscar, cuando empieza el día, esa conexión emocional con tus seres queridos: desayunar con tu marido o con tus hijos, llevar al cole a tu hijo... Es pegamento emocional. Comenzar el día conectando con tus seres queridos es la mejor recarga de energía.

—¿Cómo te convertiste en experta en gestión de tiempo?

—Leyendo más de cien libros... Yo era una mujer altamente productiva, que enfocaba toda la productividad en lo económico, en que mi tiempo generase un valor. Trabajé en distintas multinacionales como creadora de contenido y periodista, tuve diversas vidas que al final me obligaron a parar. Estar siempre en lo productivo me quitó horas de ocio y de sueño. La escasez de tiempo puede afectar de diferentes maneras a tu salud; en mi caso provocó lagunas de memoria, olvidos. Mi memoria se saturó.

—¿Qué es el «multitasking» inteligente? Desconfío mucho de la multitarea, me cuesta creer que se pueden hacer bien dos cosas a la vez.

—Yo tampoco soy fan del multitasking, pero ahora tú y yo estamos en estado multitasking. Cuando tenemos que hacer tareas automáticas, como correr, podemos escuchar música o un pódcast. Junto deporte y aprendizaje, y optimizo la mañana. Si estás en el dentista y hay espera aprovecha para hacer algo de valor, no te metas a hacer scroll con el móvil. Yo tengo listas de tiempo ganado, con cosas que puedo hacer cuando tengo cinco, diez o quince minutos. Se avanza.