Más de tres décadas después, Netflix lleva a una docuserie uno de los casos que marcó la crónica negra de los 90 y que fue considerado el rapto más largo de España. La realidad, la joven madrileña había sido asesinada a las pocas horas
22 nov 2024 . Actualizado a las 13:34 h.El caso tuvo lugar hace más de 30 años pero, como viene siendo habitual, el tirón del true crime lo devuelve a la vida este 22 de noviembre del 2024.
Netflix estrena este viernes el documental 900 días sin Anabel, la historia del secuestro de Anabel Segura, el que fue considerado el rapto más largo de España.
La producción consta de tres capítulos que narran el caso que tuvo en vilo a la sociedad de los 90. Una docuserie que cuenta los hechos y saca a la luz grabaciones inéditas de conversaciones con los secuestradores. «Todas las grabaciones policiales del secuestro», anuncia la plataforma en su tráiler.
«Fue algo obsesivo para nosotros encontrar a Anabel donde estuviera», dice uno de los encargados de la investigación que explican que lo más sólido que tenían cuando la joven desapareció era la voz de los secuestradores. Unos audios que se han convertido en historial criminal de España. «Fue de lo más complicado que he visto en mi carrera profesional».
Qué sucedió
El secuestro de Anabel Segura dejó una huella imborrable en la crónica negra de España, la sociedad se movilizó, se llegó a pedir colaboración ciudadana en el que era un callejón sin salida y, aún así, el misterio tardó en resolverse dos años y medio.
Anabel Segura desapareció el 12 de abril de 1993. La joven de 22 años hacía footing por el entorno de Intergolf, la exclusiva urbanización en la que vivía en La Moraleja. Anabel era una estudiante de Relaciones Internacionales, hija de un conocido empresario, y esos días estaba sola en casa preparando los exámenes. Acababa de pasar la Semana Santa con su familia -ellos se habían quedado en su residencia de veraneo en Estepona- y antes de volver a la capital, Anabel y su hermana habían disfrutado de unos días de esquí en Sierra Nevada.
Ese 12 de abril de su desaparición, la joven, que había quedado horas después con su novio, salió a correr equipada con su walkman en el que escuchaba música de Whitney Houston. Ya nunca regresaría.
El rapto
Anabel estaba corriendo por una zona conocida para ella, pero un hombre salió de una furgoneta y se la llevó. Ella forcejeó y pidió ayuda. El jardinero de un centro escolar cercano, el Colegio Escandinavo, escuchó los gritos y llegó a ver a una chica rubia dentro del vehículo. En el suelo estaban el walkman y varias prendas deportivas de la joven madrileña.
Este testigo no consiguió ver la matrícula e incluso llegó a subirse a su coche para seguir al furgón, pero no le dio tiempo, así que se acercó a comisaría para denunciar lo sucedido. La pareja de Anabel, al no saber nada de ella, hace lo mismo horas después. Nadie sabe nada de la joven, así que su familia decide regresar de inmediato a la capital.
Una contrarreloj
Confirmado el secuestro, los investigadores llegan a barajar que se trate de un rapto de la banda terrorista ETA en unos años de intensa actividad. Que la organización no lo reivindique de inmediato les aleja de esta hipótesis. En realidad, ETA secuestraba directamente a empresarios. Anabel no daba el perfil.
Aunque horas y días después aparecen más testigos de los gritos de la joven cuando un desconocido la introdujo en un vehículo, nadie consigue atinar con el modelo de la furgoneta y mucho menos con la matrícula. Solo está claro que es blanca. La policía tiene claro que alguien buscará sacar tajada del secuestro, que no son profesionales y que se pondrán en contacto en poco tiempo con la familia de Anabel.
Tras más de dos días, el día 14 de abril, un hombre llama al domicilio familiar y pide 150 millones de pesetas (algo más de 900.000 euros) y que no avisen a la policía. En unos días les dirán cómo proceder, pero mantienen que la joven se encuentra bien.
La segunda llamada
El día 16 llega la llamada y los investigadores exigen una prueba de vida. Son preguntas sobre la familia y asuntos personales de la joven, que no son capaces de responder. Con todo, y bajo la supervisión de la policía, se llega a pactar un lugar para la entrega del dinero del rescate. Este se produce a los pocos días en un camino, donde la familia debe depositar una bolsa con el dinero.
Agentes de paisano llevan el dinero al punto acordado, pero nadie se presenta a recogerlo. Tras este primer intento, llega el silencio. No vuelve a haber contacto hasta 10 días después y los secuestradores dejan claro que saben que la policía está en la operación.
El intento de pago
El 6 de mayo se intenta pagar de nuevo el rescate, en otro punto de la red viaria madrileña. El dinero que deposita en una bolsa, con un localizador. Los investigadores están en la zona y se encuentran con que un coche con dos hombres para al ver el saco y se lo lleva, pero que no son los captores de Anabel. Simplemente eran unos trabajadores que pasaban por allí. Los auténticos secuestradores también ven la escena y, ante la presencia de la policía, deciden no actuar.
Ahí se acaban las llamadas, al menos durante más de un mes. Ya en junio, llega un nuevo contacto que asegura que enviarán una grabación de Anabel a la familia por correo. Ese es el famoso audio con la voz de la joven que se difundió en todos los medios de comunicación tanto en 1994 como en 1995. La policía sabe desde el primer momento que no es real. La madre de Anabel se aferra a un clavo ardiendo y llega a creer que sí es su hija. La supuesta Anabel dice en el casete que se encuentra bien, pero suplica porque la saquen de allí. «Hola, padres. Esta gente no me cuida mal, así que a ver si esto termina pronto», dice.
La realidad y el secuestro más largo
La verdad de este caso es que Anabel solo estuvo secuestrada cuatro horas. Los investigadores tuvieron bastantes certezas de ello apenas un mes después del rapto, pero siguieron trabajando para dar con la joven.
Los delincuentes no tenían experiencia, todo el plan se les vino encima y acabaron con la vida de Anabel.
Mientras, la familia nunca se rindió y ni siquiera la sociedad que formó una gran movilización de lazos amarillos y salió a las calles para pedir su liberación como nunca se había visto.
Cabe señalar que este secuestro coincidió con otro que sí se resolvió, el de Maria Ángels Feliu. Cuando la farmacéutica de Olot fue liberada en 1994 tras 492 días de cautiverio, le envió un mensaje de ánimo a la familia de Anabel Segura. Hasta ese punto había calado el caso de la chica madrileña.
Dinero y más dinero
1994 seguía avanzando y los secuestradores de Anabel se esfumaron. El Gobierno llegó a ofrecer 15 millones de pesetas (90.000 euros) por información, a los que sumó otros 15 la familia. Se contrató a empresas especializadas en secuestros, la policía hizo registros en diferentes viviendas, incluso el jardinero, el testigo con más solvencia del suceso, fue sometido a hipnosis para ver si podía recordar la matrícula del furgón. Nada resultó.
Cómo se resolvió
En la mente de los investigadores estaba que su única baza era esa cinta de audio con la voz de Anabel que sus captores habían mandado a la familia aquel 24 de julio del 1993. Una grabación que analizaron forenses especializados e incluso llegó a enviar a Alemania. Sabían que contenía más información de los que podían detectar sus oídos. Detrás de la voz de la supuesta Anabel había algo más.
Ese examen detectó ruido de fondo en el que se escuchaba la palabra «bolo», un término muy usado en la zona de Toledo.
También se analizó la voz del secuestrador en las llamadas a la familia. Los especialistas hicieron un auténtico pasaporte vocal de Emilio Muñoz, que sería después uno de los detenidos. Supieron de qué zona de España podía ser, su edad o si tenía hábitos como el tabaquismo. Ajustaron tanto el tiro que determinaron que podía ser de Toledo.
Al hacerse públicas las grabaciones, un ciudadano contactó con la policía asegurando que conocía la voz de una de las llamadas. Dijo convencido que se trataba de un repartidor con el que había tenido contacto poco tiempo antes.
Las detenciones
El 28 de septiembre de 1995, la policía detuvo en la localidad de Escalona, en Toledo, a Felisa García, la mujer que suplantó la voz de Anabel, a Emilio Muñoz, su marido, en Pantoja, y a Cándido Ortiz en Madrid. No aguantaron la presión y confesaron el crimen y que los restos de Anabel estaban en una fábrica de ladrillos en Numancia de la Sagra, en Toledo.
Se cerraban así dos años y cinco meses en los que toda la sociedad mantuvo la esperanza de que Anabel siguiese viva.
La condena
El proceso judicial determinó que Emilio Muñoz y Cándido Ortiz fueron quienes raptaron a Anabel. Tras deambular con ella dentro de la furgoneta, se dieron cuenta de que no tenían medios para tenerla secuestrada. En la fábrica de ladrillos donde estaban sus restos la estrangularon el mismo día y la enterraron. Ambos fueron condenados en 1999 a 43 años de cárcel -Cándido murió en prisión en el 2009 y Emilio salió a la calle en el 2013 gracias a la doctrina Parot-.
Felisa García fue condenada a dos años y medios de prisión por un delito de encubrimiento.