Sus vaguadas o meandros descendentes favorecen que se desarrollen cerca de la Península
18 nov 2024 . Actualizado a las 09:55 h.El clima de la Tierra puede entenderse como un puzle en el que todas las piezas están conectadas. Da igual la distancia entre ellas. Un calentamiento de la temperatura del agua en el Pacífico puede alterar los patrones meteorológicos en zonas del hemisferio norte como, por ejemplo, en la Península. Por ello, entre los científicos que estudian el cambio climático hay una máxima que se repite: «lo que pasa en el Ártico no se queda en el Ártico».
El polo norte es una de las regiones del planeta donde se percibe con más intensidad los efectos del aumento de la temperatura global. Un artículo publicado en la revista Nature en agosto del 2022 reconoce que durante los últimos 43 años, el Ártico se ha estado calentando casi cuatro veces más rápido que el resto del mundo. Ocurre debido a un fenómeno conocido como amplificación.
La superficie blanca del hielo refleja casi toda la radiación solar que le llega, pero cuando se derrite, la superficie marina o terrestre, más oscuras, absorben energía en lugar de rebotarla. Así, se produce un calentamiento adicional.
El retroceso del hielo en el extremo norte del mundo tiene muchas consecuencias. Entre ellas, un cambio en los patrones atmosféricos que influyen en la meteorología del Atlántico norte. En concreto, sobre la circulación de la corriente en chorro. Esta autopista de vientos que se desplaza en altura a gran velocidad de oeste a este separa el aire cálido que asciende desde la región tropical del frío que desciende de polo norte.
La ciencia lleva años señalando que el calentamiento del planeta está debilitando la corriente de la misma forma que ocurre con una cuerda que se destensa. Esto favorece que actualmente se mueva con más frecuencia a través del hemisferio boreal creando grandes meandros.
Las ondulaciones descendentes forman vaguadas y las ascendentes dorsales. Las primeras alimentan borrascas y las segundas anticiclones. «A corrente en chorro estase curvando moito, tomando unha dirección máis meridional. Este fluxo representa o xerme dunha dana. Os descolgamentos illados da corrente son precisamente os que producen despois as depresións en altura», explica Raquel Nieto, investigadora del grupo de Ephyslab de la Universidade de Vigo.
Nieto hizo su tesis doctoral sobre los procesos físicos detrás de una dana y también ha publicado varios artículos científicos sobre este tipo de sistemas meteorológicos. Uno de sus investigaciones revela que en los últimos años se ha observado una tendencia ligeramente positiva durante el verano y el otoño sobre la formación de este tipo de borrascas.
«Cunha configuración que tende a ser meridional o que agardarmos é que se formen con máis frecuencia este tipo de sistemas. Isto débese principalmente ao quecemento de latitudes altas. Cando temos unha situación cun polo máis frío e as zonas subtropicais con temperaturas normais a circulación é máis zonal, de oeste a este. Isto ocorre normalmente no inverno. Cando chega o verán, o polo se quenta con máis intensidade e temos unha circulación máis ondulada. Co quecemento global teremos esta situación máis habitualmente».
Cuando una ondulación descendente o vaguada cubre el Atlántico norte puede propiciar dos escenarios. Uno de ellos que el aire frío de origen polar alimente la formación de ciclones extratropicales de toda la vida. Otra posibilidad es que la vaguada se comprima y se cierre en su parte inferior y forme una dana. «Teremos máis depresións illadas en niveis altos e tamén borrascas, aínda que sobre estas últimas as tendencias sinalan que se van a mover máis cara o norte».
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Galicia, que históricamente es territorio de borrascas que riegan la comunidad generosamente cada año con precipitaciones de tipo frontal, espera en el contexto de cambio climático un aumento de bajas presiones que se descuelgan y quedan aisladas de la circulación general. «A configuración meridional vai orixinar máis sistemas de dana», confirma Nieto.
El pasado 24 de octubre había dos ondulaciones ascendentes de la corriente que alimentaban dorsales anticiclónicas, una sobre el Atlántico y otra sobre el interior de Europa. Justo en el medio se formó un meandro descendente o vaguada cuya área de influencia abarca desde Groenlandia al norte de las Azores. Esta vaguada empezó a comprimirse y el día 25 se desprendió una depresión aislada en niveles altos. Cuatro días después la dana estaba situada al suroeste de la Península. Desde ahí generó la circulación de vientos de levante que provocaron la catástrofe en Valencia.