Las inundaciones golpean por segunda vez en cuatro años al polígono de Beniparrell

Carlos Peralta
Carlos Peralta LA VOZ EN VALENCIA

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Giuseppe Corneo y María Ángeles García limpian la zona exterior de su nave industrial.
Giuseppe Corneo y María Ángeles García limpian la zona exterior de su nave industrial. CARLOS PERALTA

La zona quedó anegada tanto en el 2020 como el pasado 29 de octubre, aunque la mayoría reconoce que la catástrofe más reciente ha causado más daños

13 nov 2024 . Actualizado a las 09:27 h.

El marido de Pilar Cana supo perfectamente adónde ir cuando la riada se adueñó del polígono Vereda sur de Beniparrell. Corrió rápidamente a un espacio más alto. Allí estaba a salvo.

Los trabajadores de este polígono industrial, uno de los que tiene este municipio de más de 2.000 habitantes, ya se sobrepusieron a una inundación en el 2020. Aunque aquella vez el agua apenas llegó al metro de altura. Esta vez, fueron aproximadamente dos.

El dueño de una nave elevó un metro sus principales maquinarias gracias a un altillo. «Era mi idea para salvar las más caras», asegura este empresario. Pero ni con esas. Cuatro años después, el agua volvió a entrar en su parcela. «En el 2020 pusimos dinero y tiramos para adelante, pero nadie ha solucionado nada. Volvió a ocurrir», se lamenta otra propietaria, María Ángeles García.

Pilar Cana lo tiene claro. Pasó una vez. Pasó de nuevo. Pero no habrá una tercera porque ha decidido mudarse a otro polígono. «Cuando estaba recuperándome; cuando el seguro nos empezó a pagar cosas; y los clientes siguen confiando en ti… llega esto y te golpea otra vez. Imagínate que nos pasa otra vez. Pues no lo sé porque nos vamos a ir», se lamenta Pilar, mientras muestra las dos alargadas máquinas que dan sentido a su actividad y que nuevamente han sido presas del agua.

Su empresa, Jesvic, se dedica al mecanizado de plásticos técnicos. Su maquinaria es capaz de cortar y dar cualquier forma imaginable a varios materiales, sobre todo plásticos. «Fabricar las máquinas de nuevo cuesta un año y ponerlas a punto otros seis meses», se queja. Su preocupación, y más teniendo en cuenta el precedente más reciente, hizo que la familia cometiera una imprudencia. Salieron de Valencia por la noche para comprobar los daños de la nave y acabaron atrapados en su coche hasta altas horas de la madrugada. La carretera estaba inundada.

Mucho esfuerzo para volver

A pocos metros, están sus vecinos de nave: Indere. Fabrican placas y pilotos para camiones. Hay un montón de ellos, amontonados y llenos de barro en la acera. «Os los podéis llevar, son todo pilotos», les ofrece Giuseppe Corneo, uno de los propietarios, a unos chatarreros que se acercan con una furgoneta. Es el marido de María Ángeles García. Ambos se esfuerzan por dejar limpia lo antes posible su nave. Cuatro de sus trabajadores y un familiar les ayudan a barrer el fango. Pese a su empeño, no confían en volver pronto a la actividad. «Esto ya nos pasó en el 2020, cuando se desbordó el mismo barranco. Son como las Olimpiadas», afirma Giuseppe, echándole humor al drama. Tampoco esconde una perspectiva poco favorable, ya que no ven viable reabrir este año.

Beniparrell es, de todos los municipios afectados por la dana de L´Horta Sud, el que está más alejado de Valencia. Está a más de diez kilómetros de la ciudad, lo que dificulta que la avalancha de voluntarios llegue a este pueblo y, por tanto, al polígono. Sí que lo hicieron los militares, tal y como destaca el dueño de otra nave. «Soy el único de este lado de la calle que me quedo. Y, si lo hago, es porque no tengo dinero para cambiarme», añade este vecino, considerablemente molesto con que el pueblo luzca sin apenas barro, mientras en su calle se acumula fango a la altura del tobillo. Mientras contempla los restos del desastre, tres trabajadores de la empresa de limpieza que ha contratado se unen a los compañeros que ya estaban dando el callo en su nave.

El optimismo de Paula

Tanto en el 2020 como el 29 de octubre de este año, el barranco de Picassent, que rodea el polígono de la Vereda sur, se desbordó por las intensas lluvias. Hace cuatro años, más de mil trabajadores de la zona se vieron obligados a hacer noche en sus respectivas naves. En menos de media hora, el agua anegó tanto el polígono como el pueblo.

Pero Paula López, la hija de Pilar, quiere mirar hacia delante. «Antes nos entró medio metro de agua. Ahora son dos, pero, ¿si salimos de aquella por qué no vamos a poder salir de está?», remarca. Es la voz de la esperanza.

También se intuye una buena actitud en sus trabajadores. Uno de ellos le dio un respiro a Pilar en la carretilla elevadora para que pudiera contar su historia. Es de las pocas que pudo sacar algo positivo de una catástrofe que todos ven peor que la del 2020. Se trata de una tortuga que encontró, seguramente arrastrada por la riada. «Yo sé que es una tontería con todo lo que ha pasado, pero me parece bonito. A mi hija le ha echo mucha ilusión», cuenta esta empleada.