Daniel Turienzo, profesor y doctor en Educación: «La gran pregunta es cuántas horas al día debe estar un niño sin sus padres»
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«PISA tiene fallos y limitaciones, no puede ser el único termómetro educativo», advierte el maestro de infantil y profesor en la Universidad Camilo José Cela, que desmonta en «Educafakes» 50 mentiras o medias verdades que maquillan o distorsionan la realidad educativa actual en España
11 nov 2024 . Actualizado a las 17:32 h.No, la generación Z no es la mejor preparada de la historia. Y no, la generación Z tampoco es la peor preparada de la historia. Los dos mantras populares pululan en el ambiente, y los desmontan en el libro Educafakes. 50 mentiras y medias verdades sobre la educación los profesores Daniel Turienzo y Jesús Rogero. Entrevistamos a Daniel en su visita a Galicia para presentar este libro que disipa el fake y reabre el debate educativo en España.
—¿Qué verdades sobre educación no son «fakes»?
—Pocas se me ocurren... Pero sí una: tenemos una buena escuela rural.
—En Galicia la escuela rural se mantiene muchas veces con dificultades.
—La escuela rural es un ejemplo, por la forma en la que se organizan, la forma en que se relacionan unos niños con otros, el acompañamiento, la tutoría, la implicación de las familias y la incorporación del tejido social en la escuela.
—¿Cuáles son los grandes valores que no hay en los centros urbanos?
—Las ciudades, en principio, son más individualistas. Es mucho menor la participación de los padres y la de la comunidad educativa. La escuela urbana es un sitio en el que pasan cosas de 9.00 a 14.00 o a cinco de la tarde y ahí acaba la participación.
—Muchos padres hacen los deberes con sus hijos. ¿Estamos implicados pero no ahí donde deberíamos?
—El tema de los deberes no lo abordamos. No culpo a las familias. Es el signo de la sociedad en la que nos ha tocado vivir. Lo que creo es que cada vez estamos más implicados en el logro individual de nuestro hijo o nuestra hija, pero no en la construcción conjunta de la escuela. Cuando sale el artículo 27 de la Constitución, salen las formas de entender la escuela. La libertad educativa se entiende como la libertad para implicarte en los procesos de decisión de las escuelas, en los consejos escolares y en las organizaciones de padres. Pero muchos entienden esa libertad para implicarse en los logros individuales de su hijo o de su hija. Cada vez la agenda de actividades extraescolares es mayor. Es como que desde que los niños nacen estamos pensando en que tengan una ventaja competitiva para el mercado laboral.
—¿Pensamos en el mercado laboral ya desde que nacen?
—Desde que nacen, lo tenemos en vena. Y son procesos difícilmente reversibles, porque nada hace pensar que esa competición va a disminuir. Estamos en un mundo cada vez más competitivo. Esto no es algo propio de España, es un dilema que están teniendo en Inglaterra, en Francia o Asia.
—¿Son tan importantes los resultados del informe PISA como se cree?
—No. Son una fuente de información más. PISA tiene virtudes y defectos. Ha aportado cosas buenas en términos de datos, sobre todo si vemos la metodología que se usaba en encuestas previas, en los noventa. Pero tiene fallos: las limitaciones que tiene el propio informe, a PISA no le podemos hacer preguntas. El problema de PISA es que lo hemos vuelto hegemónico, es el único termómetro del sistema educativo.
—A veces ni sabemos cómo funciona...
—Efectivamente. Por ejemplo, eso de: «Los niños de Castilla y León van dos cursos por delante de los de...». PISA nunca ha dicho a cuántos puntos es equivalente un curso. En las primeras ediciones se hablaba de 40 puntos y ahora se habla de 20. Lo que hace unos años era un curso de diferencia, hoy son dos. Nos echarnos las manos a la cabeza viendo que estamos en el puesto 17 del ránking cuando igual estás, para PISA, en el mismo grupo que el 12.
—¿El modelo educativo español es el peor de Europa?
—No, ni mucho menos. Nosotros, en el libro, usamos dos maneras de ver si estamos bien o estamos mal. La primera es PISA, que lo que nos dice es que, gracias a la implicación de las familias y profesorado español, aquí aguantamos mejor la crisis que en Europa. Nuestros resultados están en la media europea y de la OCDE. Estamos al mismo nivel competencial que países como Alemania, Francia, EE.UU. y Noruega. La UE fija una serie de indicadores para el 2030 a los que deberíamos llegar todos los países europeos. Los indicadores españoles se dividen en tres tramos: el número de alumnos rezagados que tiene España es similar a la media europea, pero estamos por encima en tasas netas de escolarización infantil.
—¿Cuál es el «fake» más peligroso?
—Depende. Los relacionados con la escuela concertada tienen un impacto muy negativo. En la percepción de la valía de la educación pública y la privada hay mucho mito. Cada padre y madre debe hacer lo que considere mejor para sus hijos, pero a veces cuando les preguntamos a las familias por qué eligen un modelo u otro, vemos que no es una decisión muy informada. No es culpa de las familias, los colegios no tienen una herramienta buena para difundir información sobre sus prácticas educativas. Las jornadas de puertas abiertas son de los pocos elementos que tienen las familias para juzgar. Las prácticas reales de cada centro son poco accesibles a todo el mundo. La proximidad suele ser importante. Hay estudios que muestran que, si cada uno se escolarizara cerca de su barrio, la segregación sería mucho menor. Hoy, según un estudio llevado a cabo en Barcelona, la segregación es mayor que si cada uno se escolarizara cerca de casa. El problema con la educación es que las decisiones individuales afectan al colectivo. Pensamos que existe libertad de elección, pero esa elección está condicionada. Muchos centros se aprovechan de las decisiones individuales para hacer su segregación.
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—La conciliación es el elefante en la habitación de las eternas agendas escolares de los niños de hoy...
—Hemos abordado el tema en artículos, pero no en el libro. Hace falta un debate integral. Tenemos que pensar qué sociedad queremos: revisar los horarios laborales, porque los que hay nunca van a ser compatibles con la vida. Hay muchas realidades, pero hay padres que prefieren tener un BMW en la puerta que pedir una reducción de jornada para estar con su hijo. Lo que deberíamos preguntarnos es cuántas horas al día debe pasar un niño sin sus padres y fuera de casa. Solo desde ahí podremos diseñar políticas acordes.
—¿Hoy no se valora al profesor?
—Todas las profesiones han perdido reconocimiento social. Todas. Hay algo bueno, y es que cada vez la gente tiene más formación y criterio propio, pero hace no mucho salía una famosa diciendo que había ido a cuatro pediatras para elegir al más cualificado para su hijo. Esto es un cuestionamiento de la profesionalidad de los médicos.
—Suena frívolo, pero es comprensible que uno quiera decidir...
—Yo lo que quería decir es que eso puede tener una parte buena, pero cuestionar el criterio de un profesional me parece frívolo. Que yo piense que estoy al nivel de un profesional de medicina porque me he leído seis artículos... Cuando se hacen encuestas sobre la valoración de las profesiones, los docentes suelen salir muy arriba en España. Lo que pasa es que cada vez hay más problemas sociales que no sabemos cómo abordar y les pedimos a los docentes que se ocupen. Hoy cada vez más personas quieren una educación a la carta, y eso complica nuestra labor. Y hay que pensar en las condiciones laborales de los docentes españoles, que están reivindicando volver a las condiciones previas al 2010. Se percibe que no se valora nuestra profesión porque esas condiciones materiales no mejoran.
—¿Las leyes educativas dependen del color del partido que gobierna?
—Por quién gobierna no puedes deducir las políticas educativas que se van a aplicar. En el 2017, cuando estaba haciendo mi tesis, aspiraba a tener un mapa de políticas públicas. En España no podemos trazar esa línea, a veces tienes comunidades en las que gobiernan dos partidos diferentes, y en ocasiones aplican las mismas políticas, otras aplican políticas diferentes, y otras hay un cambio de gobierno y se mantiene la política educativa. No existe un modelo de bibliotecas escolares propio de la derecha y otro de la izquierda. No hay grandes diferencias.
«En España tenemos 17 modelos, pero no 17 sistemas educativos. Comparamos el español con otros sistemas muy descentralizados, como el belga, y vemos que no hay tanta diferencia»
—¿Urge un pacto de Estado educativo?
—No podemos convertir el pacto en un fetiche. Parece, sobre todo en la conversación de bar, que la educación no avanza porque no hay pacto, y la pregunta es «¿qué lleva el pacto?». Podríamos tener un pacto de mínimos, pero no sería una ganancia grande. Es más interesante alcanzar acuerdos puntuales. En la etapa de 0 a 3 años, existe coincidencia.
—Dos «educafakes» como dos caras de una moneda: ¿«La generación Z es la mejor preparada de la historia», «La generación Z es la peor preparada»?
—La pregunta es: «¿La mejor o la peor preparada para qué?». Los jóvenes de hoy se enfrentan a grandes retos (el cambio climático, la desigualdad, el racismo) que la pregunta es si son capaces de hacer frente a esos retos. La preparación no es algo absoluto, habría que hablar de competencias.
—¿Hay 17 modelos educativos en España?
—Es una media verdad. Tenemos 17 modelos, pero no 17 sistemas educativos. Comparamos el español con otros sistemas muy descentralizados, como el belga, y vemos que no hay tanta diferencia. Compartimos en general los mismos días lectivos, las etapas son las mismas y, lo que es más importante, un alumno puede cambiar de una comunidad a otra sin grandes dificultades.
—¿Hay muchos universitarios?
—Tenemos demasiadas personas sobrecualificadas, no demasiados universitarios. Si comparamos España con la media de Europa, tenemos un nivel de universitarios similar. El drama de España no es tener «demasiados universitarios», sino demasiadas personas que no han terminado la ESO.
—¿La inteligencia artificial mejorará o empeorará la educación?
—Hay que ser cautos. Al llevar un dispositivo al aula, siempre debemos preguntarnos primero «¿para qué?» y valorar siempre si el coste económico tiene también aparejados beneficios pedagógicos.