«A mi ahijada casi se la lleva la riada», cuenta un paiportino en Vimianzo

Marta López CARBALLO / LA VOZ

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Pablo Galdón.
Pablo Galdón. ANA GARCÍA

Pablo Galdón, voluntario en el Prestige, recoge donaciones para sus vecinos de Paiporta

09 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace 22 años, Pablo y otros tres amigos más cogieron el coche y cruzaron la Península para limpiar chapapote durante casi una semana en Laxe. Ahora, la Costa da Morte le devuelve el favor enviando voluntarios y toneladas de donaciones a poblaciones arrasadas por la dana, como su Paiporta natal. «Me duele mucho ver cómo está mi barrio, mis vecinos, mi gente. Los míos se salvaron por casualidad. Mi ahijada estaba en casa de un amigo y cuando bajó ya le daba el agua por las rodillas. Ella quería seguir, pero se dio media vuelta y volvió a subir. Salvó la vida por minutos», dice.

Pablo Galdón Rodríguez, de padre albaceteño y madre vimiancesa, se crio y vivió en Paiporta casi toda su vida, hasta que hace siete años se mudó a Soneira. «En cuarenta años nunca había visto algo así, ni oído a la gente mayor hablar de algo parecido. Sí hay gotas frías, pero nada como esto», sostiene, mientras estudia de qué manera puede ayudar a los suyos desde la Costa da Morte. «No estoy físicamente como hace 22 años, tengo una incapacidad total; si no, iría a limpiar barro y ayudar a reconstruir, pero quiero hacer algo por ellos», indica, «emocionado» por la ola de solidaridad surgida tras la tragedia que afecta a sus paisanos. «Me recuerda mucho a lo que pasó con el Prestige. Venía gente de toda España a ayudar. Al final, somos un gran país y se demuestra durante estas catástrofes, por mucho que se nos quiera enfrentar entre comunidades», reflexiona.

En el 2002 fue él el que ayudó. Cuando vio lo que estaba pasando en la tierra de su madre, convenció a un grupo de amigos para subir por su cuenta hasta Galicia y ayudar a limpiar chapapote. «Me tiraba mucho esa zona y me dolía ver cómo la gente sufría, así que fuimos, creo que seis días, y fue de las experiencias más bonitas de mi vida. La gente de Laxe fue maravillosa con nosotros. Desde gente como Dorita [Dora Lema], que nos paraba a todos los voluntarios para darnos café, que se levantaba a las cuatro de la mañana para prepararlo, hasta los percebeiros, que nos avisaban cuando iba a romper una ola para que saltásemos a las rocas y que no nos llevase la corriente», rememora.

Esa experiencia de voluntariado lo unió aún más a una tierra con la que ya tenía un fuerte vínculo emocional, y que ahora se ha volcado para devolver toda esa ayuda recibida entonces. Varios camiones con donaciones han partido ya para el Mediterráneo desde localidades como Vimianzo y Cee, así como bomberos y voluntarios de Protección Civil de Carballo y Muxía. «Lo que me cuentan mis vecinos de allí es que lo que más necesitan son botas de agua, guantes, mascarillas o EPI. Hay gente que lleva días usando la misma ropa y que ya ha tenido que tirar varios pares de zapatos por el barro. Y ahora hay riesgo de infección. Es terrible lo que están viviendo. Quedan todavía bajos y garajes por drenar y dicen que literalmente huele a muerto», lamenta Pablo.