
En realidad, Donald Trump fue siempre el favorito en esta carrera electoral. Lo único que alteró ese pronóstico, y solo brevemente, fue el cambio de candidato de los demócratas. Pero el impulso que les dio esto en las encuestas era más producto del alivio que de la esperanza de los votantes; y el alivio, el «Kamala por lo menos no es Biden», era un material político frágil. A mediados de agosto a Kamala Harris ya solo la sostenía el esfuerzo de los medios, que en Estados Unidos son abrumadoramente prodemócratas y, como se ha vuelto a demostrar, poco representativos. Puede incluso que esa actitud excesivamente entregada haya sido letal para Harris, al orientar su campaña en una dirección equivocada. La repetición de ideas erróneas como que «el aborto iba a ser el asunto crucial» o que las elecciones «las ganarían las mujeres jóvenes» era el reflejo de las preferencias de los propios periodistas y no el resultado de un análisis desapasionado de la realidad. Las cosas eran mucho más sencillas. En su primer mandato Trump fue un presidente mediocre, pero la economía fue bien. Perdió en el 2020 porque le tocó la pandemia. El mandato de Biden también fue mediocre, y le tocó la guerra de Ucrania y la inflación. El norteamericano no vota como un ideólogo sino como un comprador. Si el producto no responde a sus expectativas, lo devuelve. Y eso es lo que ha ocurrido. Los demócratas tenían la oportunidad de afianzarse en sus cuatro años en el poder y los han desaprovechado.
¿Qué sucederá ahora? Se dice que esta segunda venida de Donald Trump será distinta, más radical que la primera. Es la expresión de un temor más que una certeza. Para empezar, conviene dejar a un lado las frases rimbombantes de campaña. La democracia norteamericana no está en peligro ni lo ha estado nunca.
Las políticas de Trump gustarán a unos y desagradarán profundamente a otros, pero no será el fin del mundo ni el comienzo de uno nuevo. Es cierto que Trump podría disfrutar de mayoría en las dos Cámaras, lo cual no tiene nada de inusual, pero si lo hace mal perderá ese control en dos años cuando se celebren las elecciones de medio mandato (es lo que suele suceder, de hecho). Es cierto que Trump podrá nombrar más jueces para el Tribunal Supremo, pero el actual ya tiene mayoría conservadora, lo que, por otra parte, no significa que vaya a darle la razón en cualquier cosa (este Supremo de mayoría conservadora ha tumbado Roe vs Wade, pero había sido otro Supremo de mayoría conservadora el que lo había instaurado). En algunos asuntos, como la inmigración, es el mundo el que se ha acercado a Trump en estos cuatro años (la UE contempla medidas similares a las que él propone). En otros cabe esperar más continuidad de la que se piensa. En su primer mandato, por ejemplo, Trump mantuvo el programa público de salud de Obama y luego Biden mantuvo las políticas proteccionistas de Trump.
Trump promete ahora incrementar esas políticas, con el consiguiente perjuicio para la UE. Puede ser, pero si lo hace se encontrará con que eso impulsa la inflación y le puede acabar costando las próximas elecciones a los republicanos. Incluso lo que quizá sea lo más preocupante de Trump, su resistencia a seguir armando a Ucrania, no viene sino a acelerar lo que es ya una tendencia entre sus aliados desde hace tiempo. Trump puede ser aislacionista, pero la realidad no lo es. Los dos grandes presidentes aislacionistas, Wilson y Roosevelt, metieron a su país en sendas guerras mundiales. Kennedy metió al país en la guerra de Vietnam y el belicista Nixon lo sacó. El presidente que iba a desatar la tercera guerra mundial (Ronald Reagan) acabó con la Guerra Fría y el que ganó el Premio Nobel de la Paz (Barack Obama) llevó al extremo los «asesinatos selectivos» de terroristas en el extranjero. Nunca se sabe. Lo dicho: los norteamericanos ven la política no como ideólogos sino como compradores. Trump no se ha hecho con el poder, tan solo ha ganado una licitación para ejercerlo bajo ciertas condiciones, por un período limitado de tiempo. Veremos.