Las heroínas de la residencia de Sedaví: «Subimos a 124 abuelitos a pulso dos pisos»

Iago García
I. GARCÍA LA VOZ

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Empleadas de la residencia de Nova Edat de Sedaví
Empleadas de la residencia de Nova Edat de Sedaví

Una decena de trabajadoras del centro de mayores de esta localidad, ubicada al sur de la capital, consiguieron salvar la vida de los ancianos sin ningún tipo de ayuda externa. Horas después el centro aún permanecía incomunicado, sin luz, ni agua para los usuarios

01 nov 2024 . Actualizado a las 18:47 h.

La tragedia en la provincia de Valencia deja números escalofriantes. El último balance es ya de más de 200 personas muertas, una cifra que puede seguir aumentando a medida que los efectivos de los servicios de emergencia, a los que se ha sumado este viernes la Unidad Militar de Emergencias (UME) en numerosas localidades, accedan a aquellos lugares todavía incomunicados tras una riada de registros bíblicos. Solo en el municipio de Chiva, la lluvia acumulada en 24 horas habría llenado 71 estadios Santiago Bernabéu, es decir, un volumen de agua equivalente a 71.480.000 metros cúbicos. A pesar de estas dramáticas cifras de pérdidas humanas, que equivalen a familias destrozadas, hay también milagros, muchos de ellos protagonizados por héroes anónimos que en medio de la brutal crecida del agua que arrasó con todo consiguieron salvar incontables vidas. Es el caso de los 124 ancianos de la residencia Nova Edat de Sedaví, un ayuntamiento de poco más de 10.000 habitantes ubicado al sur de la capital valenciana. Precisamente en este lugar se tomó una de las fotografías que ilustraron la catástrofe en los últimos días: varios pisos de coches destrozados y acumulados en una de sus principales calles, la Avenida del Doctor Gómez Ferrer.

Muy cerca de ese punto, los usuarios de avanzada edad del centro para mayores deben su vida a las diez trabajadoras que estaban de turno cuando en la tarde del pasado martes les sorprendía, como a todas las zonas afectadas, una riada de la que se avisó tarde. «Todos están vivos», han contado a medios locales las empleadas del centro, aliviadas por el rescate pero con muchos trabajos de limpieza y cuidados de los ancianos aún por delante. 

En unos minutos el nivel del agua creció hasta los dos metros de altura, lo que provocó que tuvieran que poner a salvo a los residentes, muchos de ellos con problemas de movilidad, con la única ayuda de su fuerza física. «El ascensor dejó de funcionar y no podíamos subirlos con las sillas. Tuvimos que hacerlo a pulso con 124 abuelitos. Hay gente muy pesada que teníamos que subir entre varias y cuando estábamos en el primer piso y temiendo que la riada fuese a más, los pasamos al segundo por si acaso», relata en la entrada del edificio, convertido en un lodazal, una de estas heroínas. El vídeo con su testimonio se ha compartido masivamente a través de las redes sociales poniendo a las trabajadoras como ejemplo de valentía y civismo. No dejando atrás a los más débiles, unos ancianos que de no ser por su intervención habrían quedado a merced del torrente de agua. También tuvieron una pizca de fortuna acompañando a su titánico esfuerzo: «muchas personas estaban durmiendo en el primer piso y no las pudimos levantar. Temimos mucho un momento porque si el agua seguía subiendo más se los llevaba». Otro de los hechos que han permitido salvar más de cien vidas es que nadie estaba en el ascensor cuando se bloqueó. 

«Algunos tienen brechas que hay curar, otros han pasado la noche sin oxígeno, pero no se nos ha quedado ninguno», se refería la enfermera a la dramática situación que habían vivido, ya con cierta sensación de alivio y compartiendo una leve sonrisa con sus compañeras, agotadas y sentadas en unas sillas detrás de ella en medio de la devastación. Aún así, al día siguiente de ocurrir la riada, el pasado miércoles, no tenían aún agua ni víveres suficientes para dar de comer a los abuelos.   

Este jueves efectivos de la UME evacuaron por fin a los residentes heridos que necesitaban atención médica, mientras las gerocultoras, auxiliares y enfermeras empezaban a descansar. Algunas de ellas habían estado trabajando más de 24 horas seguidas, al haber empezado su turno la mañana del día en el que la peor gota fría del siglo descargó intensas precipitaciones por la tarde sobre la Comunidad Valenciana.