ERC ha perdido 1.500 militantes desde el momento álgido del «procés»
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Los republicanos tienen hoy unos 8.300 afiliados frente a los casi 10.000 del 2019
25 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.La crisis que vive Esquerra desde el batacazo electoral de mayo y la consiguiente pérdida del Gobierno catalán se traduce no solo en los enfrentamientos abiertos entre las diferentes candidaturas que optan a liderar el partido en el congreso de noviembre.
El pinchazo de la burbuja independentista se observa también en la lenta pérdida de afiliados que la formación viene sufriendo desde los momentos álgidos del procés. Según informa el diario Ara, hasta el año 2019 los ascensos que habían experimentado los republicanos en las contiendas electorales a nivel local, autonómico y estatal había impactado de una forma muy positiva en el registro de afiliaciones, que llegó a superar los 9.800 aquel año.
Sin embargo, la buena marcha del partido de Junqueras y Rovira (el primero por aquella época en prisión, y la segunda huida en Suiza implicada en el caso Tsunami) comenzó a truncarse a partir de aquel año, antes incluso de encadenar las primeras derrotas en las urnas con el procés ya en vía muerta.
De hecho, es tras la condena a los líderes del 1-O, en plena negociación con el Estado, que empiezan a perder masa social: 500 en el 2020 y otros 500 en los dos años siguientes. Y eso que en el 2021 alcanzaron la Generalitat por primera vez desde los tiempos de la Segunda República. Mientras se anotaba triunfos con los indultos y la derogación del delito de sedición, en sus oficinas se acumulaban las bajas.
A día de hoy, Esquerra tiene poco más de 8.300 militantes, un 15% menos que hace cinco años, aunque la cifra definitiva del censo de cara al congreso del 30-N todavía se desconoce. Sí se sabe que en la consulta interna realizada en agosto para validar el pacto de investidura con el PSC, poco más de 8.200 tenían derecho a voto. El récord histórico de afiliaciones lo alcanzó en el 2007, con 10.167, que se quedaron en menos de 7.000 en el 2012, en plena guerra interna entre Josep Lluís Carod-Rovira y Joan Puigcercós.