El Líbano, un mes bajo los cañones y con la paz aún muy lejos

Pablo Medina MADRID / LA VOZ

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Libaneses observan un ataque israelí en el distrito Dahieh de Beirut.
Libaneses observan un ataque israelí en el distrito Dahieh de Beirut. STR | EFE

Blinken inicia su gira por Oriente Medio para intentar alcanzar un alto el fuego mientras Gaza se llena de cadáveres

23 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace ya un mes que Israel se fijó en el Líbano para someterlo al mismo castigo que sigue imponiendo a Gaza. Hezbolá y Hamás son dos caras de la misma moneda para Tel Aviv, y ambos territorios pagan ya un altísimo precio mientras el secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, vuelve en su undécimo viaje a la región para tratar de alcanzar una paz que aún se resiste.

Las cifras del impacto de la guerra en el país de los cedros dan cuenta de la escala de violencia a la que se somete a su población: 2.500 muertos, 1,2 millones de desplazados internos, 400.000 personas huidas a Siria, también en guerra, y decenas de profesionales de la salud fallecidos plagan el sur del Líbano, el Valle de la Bekaa y la capital, Beirut, cuyo hospital principal sufrió este mismo martes un bombardeo en el que murieron 18 personas, entre ellas cuatro niños.

Sin Hasán Nasralá a los mandos y, por tanto, sin un líder, Hezbolá presenta una resistencia debilitada en gran parte por el caos interno del partido-milicia y por la destrucción de la logística y del armamento. Pero una resistencia, de todas formas, que ha acabado con decenas de soldados israelíes.

El Líbano vive su propio viacrucis mientras en Gaza la situación sigue igual de catastrófica casi 45.000 muertos después, especialmente en el norte, donde los procesos de colonización tienen la mirada puesta. El comisionado general de la UNRWA, Philippe Lazzarini, explicó en redes sociales que «en el norte de Gaza la gente solo espera a morir. El olor a muerte está por todas partes». También la organización israelí pro derechos humanos B’Tselem denunció este martes una «limpieza étnica» en la zona, donde Israel lanzó una nueva ofensiva hace más de dos semanas, y pidió a la comunidad internacional que «detenga la guerra y ponga fin a la carnicería».

Miles de familias han abandonado ese sector de la Franja bajo amplios controles del Ejército israelí y unos bombardeos que han dejado, en las últimas 48 horas, 115 muertos y más de 400 heridos, según las autoridades sanitarias de Gaza, que no cuentan a los 10.000 cuerpos que se estiman bajo los escombros.

Esfuerzos de paz fútiles

Trece meses de guerra y once visitas de Blinken para lograr la paz parecen no dar frutos por la reticencia del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, a dejar una guerra «a medias» contra sus dos amenazas principales tras los ataques del 7 de octubre del año pasado. Pero el estadounidense volvió a viajar este martes a Tel Aviv para un último esfuerzo, ante la oportunidad que brinda el asesinato del líder de Hamás, Yahya Sinwar.

El cometido de esta visita será negociar por enésima vez un alto el fuego que permita tanto aliviar «el sufrimiento de los gazatíes como el retorno de los rehenes» que siguen en manos del Movimiento de Resistencia Islámica. Y por otro lado, también abordará con Netanyahu «un plan posconflicto para los gazatíes una vez sean liberados de la tiranía de Hamás» y «pedirá que se aplique la resolución 1701 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas del año 2006» en el Líbano, según especificó el portavoz del Departamento de Estado, Matthew Miller, en un comunicado oficial.

Blinken tendrá que «suavizar» también la respuesta israelí a Irán por el bombardeo de hace unas semanas, algo que también aleja las posibilidades de paz. No obstante, países como Arabia Saudí, Jordania, Catar y Egipto confían en que esta vez los esfuerzos para cesar las hostilidades puedan llegar a buen puerto y apostarán una vez más por la diplomacia.