«Muchos han intentado acabar conmigo, pero aquí sigo», afirma una década después de su suplantación en Ribadeo
20 oct 2024 . Actualizado a las 12:45 h.Francisco Nicolás Gómez Iglesias podría ser un nombre más, pero todo cambia si hablamos del pequeño Nicolás. No pasa desapercibido. Es un personaje que permanece en la memoria, la representación del pícaro del siglo XXI. Ha logrado el dudoso honor de acumular, en diez años, cinco condenas y no haber pisado todavía la cárcel.
Su salto al estrellato mediático se remonta al 2014. El 14 de octubre fue detenido por primera vez en Madrid, por algo inusual. Que un joven de apenas 20 años con cara de niño fuese capaz de engañar a empresarios y políticos haciéndose pasar por un cargo de la vicepresidencia del Gobierno y de la Casa Real, no deja de sorprender. Como tampoco que asegurara haber trabajado para los servicios españoles de inteligencia. Todo eso ocurrió en Ribadeo y diez años después, el pequeño Nicolás está judicialmente libre de este pecado. El Tribunal Supremo le absolvió de la pena de tres años de prisión por la que había sido inicialmente condenado por los delitos de usurpación de funciones públicas y cohecho activo tras haberse hecho pasar por un cargo del Gobierno y de la Casa Real en su viaje a la población gallega, que recorrió a toda velocidad en coches oficiales bajo el estruendo de las sirenas.
El alto tribunal estimó que no hubo delito porque lo único que hizo Nicolas fue organizar y participar en una comida con un empresario haciéndose pasar por enlace del Gobierno, un «simple acto de jactancia». Y además, los engañó a todos.
Incidentes sonados
Ha sido una década de procesos judiciales, de verle sentado en el banquillo de los acusados y de condenas recurridas, pero también de absoluciones y de archivos de algunas de las causas en las que se le investigaba. Y mientras esas causas seguían o siguen su curso en los tribunales, el pequeño Nicolás protagonizó algunos incidentes sonados, como su expulsión de la Caja Mágica por acceder a la zona de palcos sin entrada —él negó que no la tuviera—, o su detención por no pagar supuestamente en el restaurante Ramsés de Madrid la cuenta de una cena por un importe superior a quinientos euros.
«Muchos han intentado acabar conmigo, pero aquí sigo», reconoce en un vídeo que acaba publicar en redes sociales. «Ha llegado el momento de contarlo todo», asegura.
Su futuro judicial sigue abierto. Tiene una condena firme por falsificar el DNI para la selectividad y dos más recurridas, por hechos aparentemente graves que le pueden llevar finalmente a la prisión de la que ha escapado hasta ahora. Una es por un presunto engaño a un empresario simulando ser un asesor del Gobierno. La otra, por una trama con policías y un alto cargo del Ayuntamiento de Madrid para obtener datos reservados. Se hizo pasar, de nuevo, por un alto funcionario del Estado, lo que más le gusta.