Trump pelea por Pensilvania, el estado que guarda la llave de la Casa Blanca

Miguel Palacio READING / E. LA VOZ

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Trump, el miércoles bailando durante su mitin en Reading, Pensilvania.
Trump, el miércoles bailando durante su mitin en Reading, Pensilvania. JIM LO SCALZO | EFE

Los demócratas le plantan cara con una inversión de 180 millones de dólares

12 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Por las calles de Reading, en Pensilvania, lo raro es escuchar inglés. Aquí el idioma predominante es un español impregnado, en la mayor parte de los casos, de los acentos de República Dominicana y Puerto Rico. El miércoles, esta ciudad de cerca de 95.000 habitantes, en la que un 67,2 % de la población es de origen hispano o latino, se convirtió en uno de los epicentros de la pelea electoral al recibir la visita del candidato republicano, Donald Trump. Allí, frente a una asistencia mayoritariamente blanca, el magnate prometió «liberar Pensilvania y a toda la nación de la masiva invasión de migrantes». Una promesa anclada en un estado —Pensilvania— que está llamado a decidir las elecciones presidenciales de Estados Unidos.

Las carreteras pensilvanas ofrecen una oportunidad sin par para observar una de las verdades incontestables de estos comicios. Mientras que los datos indican que los centros urbanos parecen inclinados a revalidar la presidencia demócrata, las zonas rurales están dominadas por el magnate. En estas, los habitantes mantienen unas preferencias que, según la mayoría de los carteles que pueblan los arcenes, se decantan por la dupla republicana Trump-Vance.

Fanatismo republicano

Una de estos votantes convencidos de la necesidad de devolver a Trump al Despacho Oval es Judy, de 75 años. La mujer esperaba el lunes frente a la puerta de las oficinas de la Coalición de Latinos por Trump de la ciudad de Reading. Sin hablar español, decía haber estado colaborando con la campaña del republicano desde las oficinas de la organización latina. Desde allí, en el centro de Reading, Judy ha llamado por teléfono a otros pensilvanos para pedir su voto para el magnate. Ella, natural de Reading, afirmaba que su familia siempre ha sido demócrata. Judy, por su parte, apoya a Trump desde que se presentó a las elecciones del 2016. Un apoyo que decía mantener porque «el país está en crisis». A ella le preocupaba especialmente la inflación. «Todo es más caro», decía, «especialmente, el precio de los combustibles». Un precio que, según ella, los pensilvanos han visto subir de cerca de dos dólares el galón (en torno a 3,8 litros) con Trump a casi cinco en tiempos de la presente Administración demócrata.

El voto de Judy y sus vecinos podría ser crucial de cara al 5 de noviembre. Es así porque, según los analistas, Pensilvania guarda las llaves de la Casa Blanca. Es cierto que hay otras rutas para que los candidatos se hagan con los 270 delegados electorales que otorgan la victoria. Todas, sin embargo, requieren que cada uno de los dos candidatos gane en estados en los que hoy está por detrás en las encuestas. Así, este estado del nordeste —en el que la media de encuestas de FiveThirtyEight da a Kamala Harris una ligerísima ventaja de un 0,5 %—, y sus 13 millones de habitantes ofrecen el camino más directo a la presidencia de Estados Unidos.

Conscientes de la importancia que tendrá el estado de Pensilvania, las dos campañas han centrado gran parte de sus esfuerzos en la disputa en este estado. La de Kamala Harris lleva 180 millones de dólares invertidos (en torno a 164,5 millones de euros) en anuncios en este territorio. La organización republicana le va a la zaga por muy poco con un gasto en publicidad electoral de 170 millones de dólares. En el segundo estado disputado en el que los demócratas han realizado una mayor inversión, Míchigan, el monto es 60 millones de dólares menor.

La visita de Trump a Reading formaba parte de estos esfuerzos. Una ofensiva a la que los demócratas respondían el jueves enviando a uno de sus pesos pesados, el expresidente Barack Obama, a la ciudad de Pittsburgh, en el oeste de Pensilvania. Desde allí, el demócrata enviaba un mensaje a los votantes negros que dudasen si votar a Harris por su género. Eso, decía Obama, «es inaceptable», dado el historial de insultos de Trump contra los votantes afroamericanos.

El miércoles, horas antes de que Trump llegase a la ciudad de Reading, Ana María, con un inglés de marcado acento puertorriqueño, aseguraba que «Harris le parará los pies a Trump». La mujer formaba parte de un pequeño contingente demócrata que acudió a la entrada del mitin del magnate. Entre ellos y los asistentes al evento, un cartel proclamaba que no darían «ningún paso atrás». Para ella, el simple hecho de que Trump sea un «delincuente convicto» debería ser suficiente para negarle el voto. «Es un peligro», decía.

Obama entra en campaña con brulas al magnate

Obama, de espaldas, el jueves saludando a sus seguidores en Pittsburgh.
Obama, de espaldas, el jueves saludando a sus seguidores en Pittsburgh. JUSTIN MERRIMAN | EFE

Barack Obama se ha sumado a la campaña de Kamala Harris y su primera parada fue precisamente en Pensilvania. En un el abarrotado campus universitario de Pittsburgh, el carismático expresidente se burló la noche del jueves de Donald Trump y lo comparó con Fidel Castro. Con ironía y entre carcajadas, describió a su sucesor como un multimillonario narcisista y fanfarrón de 78 años, que no ha cesado de «quejarse de sus problemas» desde que en junio del 2015 anunció. «Con Trump, lo que tenemos son mensajes en X, todos en mayúsculas, diatribas y desvaríos sobre descabelladas teorías conspirativas, discursos interminables, una ensalada de palabras... Es como Fidel Castro, hablando sin parar», afirmó.