Hamás y Hezbolá claman por una mayor resistencia árabe contra Israel
08 oct 2024 . Actualizado a las 09:47 h.Una «guerra de resurrección». Es lo que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, asegura que continúa haciendo en Oriente Medio un año después de los ataques de Hamás que dejaron 1.200 muertos y que desató una guerra sobre Gaza que se ha metastatizado a toda la región. Y porque el máximo dirigente de Israel no desea que tal evento «vuelva a ocurrir», continuó ayer su castigo colectivo sobre la Franja y el Líbano para dejar decenas de muertos.
Mientras Israel lloraba a sus muertos y pedía de nuevo la liberación de los rehenes, Netanyahu aseguró que su campaña militar sobre Palestina y el Líbano está «cambiando la realidad de seguridad en nuestra región, en nombre de nuestros hijos y de nuestro futuro, para asegurarnos de que lo que pasó el 7 de octubre no vuelve a pasar nunca más». Además, reiteró: «Terminaremos la guerra cuando completemos todos los objetivos fijados: acabar con el gobierno maligno de Hamás, devolver a casa a todos los rehenes, tanto muertos como vivos, impedir cualquier nueva amenaza desde Gaza a Israel y lograr que los residentes en el sur y en el norte vuelvan con seguridad a sus hogares».
Unas palabras que el primer ministro pronunció mientras el Ejército de Israel ejecutaba ataques en el Líbano y en Gaza. En el país de los cedros, sufrieron bombardeos en Beirut, Nabatiye, en el Monte Líbano, la Bekaa y Baalbeck, junto a otras poblaciones del sur, que dejaron 22 muertos y 111 heridos. En dos semanas de guerra, Tel Aviv ha asesinado en este territorio a 2.083 muertos y ha dejado más de 9.000 heridos, según el Ministerio de Salud Pública libanés. En los combates terrestres del sur, las autoridades israelíes confirmaron la muerte de 3 soldados.
En Gaza tampoco se libraron de la ira de Tel Aviv pese a que la capital israelí da por desmantelada a las milicias Al Qassam de Hamás como organización armada. Los bombardeos en toda la Franja, que afectaron especialmente al hospital Shuhada al Aqsa ubicado en Deir al Balah. En total, hubo 39 muertos y 137 heridos. El Ejército israelí también ordenó a los habitantes del norte del enclave que se trasladaran a la «zona humanitaria» designada para continuar operando en Yabalia, así como en Jan Yunis en el sur.
Ante este interminable episodio de violencia, Hamás y Hezbolá lanzaron mensajes para llamar a la resistencia y la destrucción de Israel. La milicia chií emitió un comunicado en el que invitó a la desaparición del Estado vecino porque «es un cáncer que debe ser eliminado». El exlíder político de Hamás, Jaled Mishal, dijo por su parte que los ataques del 7-O «llevó a la ocupación a la casilla de salida y amenazó su existencia». El líder supremo de Irán, Alí Jamenéi, añadió que el atentado «hizo retroceder 70 años al régimen sionista».
Biden culpa a Hamás de la masacre de palestinos en la Franja
Los mensajes de conmemoración de los ataques del 7 de octubre del año pasado por parte de los dirigentes mundiales estuvieron generalmente marcados por la defensa de la seguridad de Israel, pero también por la tibieza a la hora de condenar las acciones de Tel Aviv sobre Palestina y el ahora invadido Líbano.
El presidente estadounidense, Joe Biden, telefoneó a Isaac Herzog, presidente de Israel, para solidarizarse con «la indescriptible brutalidad de los ataques» junto a «la belleza de las vidas robadas» en Israel, pero agregó sobre las víctimas palestinas que engrosan «un saldo humano mucho peor debido a que los terroristas se esconden y operan entre personas inocentes». El canciller alemán, Olaf Scholz, escribió en la red social X un mensaje en hebreo traducido como «compartimos vuestro dolor». Por otro lado, la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, denunció un «un creciente antisemitismo multifacético» a raíz de los ataques a lo largo del mundo.
Mientras, el ministro de Asuntos Exteriores de Francia, Jean-Noël Barrot, subrayó que «la fuerza por sí sola no puede garantizar la seguridad de Israel». Y el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, declaró por su parte que «el momento para el alto el fuego es ahora, precisamente un año después» y en un «ciclo de violencia» que «atrapa» a toda la región.