La exposición a partículas finas y óxidos de nitrógeno en los primeros años de vida altera la sustancia blanca
26 sep 2024 . Actualizado a las 10:12 h.La contaminación atmosférica penetra en los tejidos más profundos del cerebro humano. Alcanza incluso la materia blanca, responsable de las conexiones entre las neuronas. Así lo ha desvelado un estudio liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), un centro impulsado por la Fundación ''la Caixa'', que acaba de publicarse en la revista científica Environmental Research.
Los investigadores han comprobado que la exposición a ciertos contaminantes como las partículas finas (PM2,5) y los óxidos de nitrógeno (NOx) durante el embarazo y la infancia se asocia con diferencias en la microestructura de la sustancia blanca del cerebro y algunos de estos efectos persisten a lo largo de la adolescencia. Es una prueba más de que la polución afecta al desarrollo neurológico de los niños.
Estudios recientes con técnicas de imagen han analizado el pacto de los contaminantes atmosféricos en la sustancia blanca, el área que juega un papel crucial en la conexión de las distintas regiones cerebrales. Sin embargo, estos trabajos eran limitados, porque solo analizaban un punto temporal y no seguían a los participantes durante toda su infancia.
Este déficit lo ha subsanado ahora el trabajo de ISGlobal, que ha incluido para su investigación a más de 4.000 participantes que habían sido seguidos desde su nacimiento como parte del Estudio Generación R en Rotterdam (Países Bajos). A los pequeños se les hizo un escáner cerebral a los 10 años y otro a los 14 para examinar los cambios en la microestructura de la materia blanca. El equipo calculó el nivel de exposición a 14 contaminantes atmosféricos.
«Pensábamos que seguir a los participantes durante toda la infancia e incluir dos evaluaciones de neuroimagen para cada niño arrojaría nueva luz sobre si los efectos de la contaminación atmosférica en la sustancia blanca persisten, se atenúan o empeoran», explica Mònica Guxens, investigadora de ISGlobal.
El análisis descubrió que la exposición a determinados contaminantes, como las partículas finas y los óxidos de nitrógeno estaba relacionada con diferencias en el desarrollo de la materia blanca del cerebro. En concreto, una mayor acumulación de partículas finas en suspensión durante el embarazo y la infancia se asociaron con niveles más bajos de una medida denominada anisotropía fraccional, que mide cómo se difunden las moléculas de agua en el cerebro. En cerebros más maduros, el agua fluye más en una dirección que en todas, lo que da valores más altos para este marcador. Esta asociación persistió a lo largo de la adolescencia, lo que sugirió un impacto a largo plazo de la contaminación en el desarrollo cerebral.
¿Qué impacto puede tener esta contaminación en el cerebro? Neuroinflamación, estrés oxidativo y, finalmente, la muerte de las neuronas.
Los resultados del estudio se comprobaron en niños expuestos a concentraciones de partículas finas superiores a los valores máximos recomendados por la OMS, pero inferiores a los recomendados actualmente por la Unión Europea. «Nuestro trabajo respalda la necesidad de unas directrices europeas más estrictas sobre la contaminación atmosférica, que se esperan sean aprobadas en breve por el Parlamento Europeo», indica Guxens.