Las claves del caso Al Fayed: Un depredador sexual, una red de encubridores, una reclutadora de chicas y un claro patrón
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Al menos 150 mujeres dicen haber sido víctimas del propietario de Harrods
25 sep 2024 . Actualizado a las 14:36 h.Solo con el ejecutor bajo tierra las víctimas han conseguido ser escuchadas. Al menos 150 mujeres aseguran haber sido agredidas sexualmente por el magnate egipcio Mohamed Al Fayed, fallecido a finales de agosto del año pasado. En vida, el que fuera propietario de los grandes almacenes Harrods entre 1985 y el 2010, padre de Dodi Al Fayed, tejió a golpe de billetera una opaca red de silencio para encubrir sus excesos, que eran delitos. Levantó la liebre la BBC con la emisión, la semana pasada, del documental Al-Fayed: Predator at Harrods (Al-Fayed: depredador en Harrods), que recoge el testimonio de 20 extrabajadoras de las lujosas galerías londinenses; todas dicen haber sufrido abusos, cinco aseguran que llegaron a ser violadas. La suma de revelaciones publicadas desde entonces esbozan una compleja trama «de tráfico humano» —en palabras de los abogados de las víctimas— que evoca tanto el caso de Harvey Weinstein como el de Jeffrey Epstein. Los relatos segregan una inquietante sensación de déjà vu, tal y como advierte The Times: hombres poderosos y multimillonarios que abusan de su posición para cometer actos atroces de violencia sexual contra personas vulnerables. Pero a diferencia de Westein y Epstein, Al Fayed se fue impune al otro mundo.
Eludió las acusaciones hasta los 94 años
Al Fayed, natural de Alejandría, forjó su gran fortuna —que, según Forbes, en el 2022 ascendía a 2.000 millones de euros— siendo primero asesor del sultán de Brunéi, uno de los hombres más ricos del mundo, y después como propietario de los grandes almacenes Harrods, al frente de los que se mantuvo más de 25 años. Luego adquiriría el equipo de fútbol Fulham y el Hotel Ritz de París y, aunque su reputación quedó sensiblemente dañada cuando se empeñó en inculpar a la casa real británica en el accidente de su hijo y Lady Di, siempre fue considerado un advenedizo con determinación y hasta encanto. Supo rodearse de un séquito de cómplices que no solo callaban lo que veían y sabían, también le allanaban el camino.
Que se sepa, entre el 2008 y el 2023 se abrieron cinco investigaciones sobre sus cuestionables comportamientos. Dos de ellas —una a raíz de la denuncia de una chica de 15 años— fueron archivadas por la fiscalía por falta de pruebas; sobre las otras tres no llegó a declarar. Alegó motivos de salud y, días después, murió. Tenía 94 años.
Un ejército de facilitadores
Los testimonios que emergen estos días no solo pintan un espeluznante Al Fayed sin escrúpulos, ponen además en duda la integridad de quienes le rodeaban, al mando de sus negociados varios, e incluso de las autoridades, que o no escarbaron lo suficiente o, directamente, miraron hacia otro lado.
Según las informaciones de la televisión pública británica, algunas de las víctimas fueron amenazadas e intimidadas por el entonces director de seguridad de Harrods, el expolicía John Macnamara, fallecido en el 2019. Por su parte, el relaciones públicas del multimilllonario, Michale Cole, lleva encerrado en casa desde la emisión de la pieza documental de la BBC y lo único que ha acertado a decir al respecto, por boca de su esposa, es que nada sabía, ni sospechaba, del prolífico agresor sexual que era su jefe. Durante años fue su sombra. Lo cierto es que la maquinaria estaba bien engrasada, del portavoz al guardaespaldas pasando por los abogados y los médicos que realizaban «exámenes de pureza» a las asistentas personales del magnate.
La reclutadora de chicas
Ghislaine Maxwell era la exnovia de Jeffrey Epstein, el pedófilo que hace cinco años se ahorcó en la prisión en la que cumplía condena por traficar, explotar y abusar de menores. Probablemente a ella, que todavía paga entre rejas su rol de captora de adolescentes, alude el apodo de la reclutadora de las chicas de Al Fayed, Ghislaine rubia, una elegante mujer que recorría los barrios pudientes de Londres fichando a jóvenes guapas y despistadas. Les ofrecía algún puesto de trabajo apetecible en las galerías comerciales y le sugería que, de ahí, al lujo y la fama; el camino, en su seductor relato, parecía despejadísimo.
Al volante de un vistoso Porche, les prometía cócteles en locales exclusivos y contactos en las más altas esferas, las embaucaba con regalos caros y, luego, se las servía en bandeja al mismísimo Al Fayed. Al incorporarse a la empresa, debían someterse a un examen médico en el que, entre otras pruebas, se les practicaba una citología, enfocada a indagar si tenían alguna enfermedad sexual.
«Era un monstruo»
Con regularidad, Al Fayed recorría las amplias instalaciones de Harrods identificando a las asistentas más atractivas, que luego —siempre según el relato de la BBC— ascendía a trabajar en sus oficinas, en los pisos superiores. Allí se habrían cometido la mayoría de las agresiones sexuales, pero también en su apartamento en Park Lane, en el centro de Londres; en Villa Windsor, su monumental residencia del parisino parque Bois de Boulogne; en el Hotel Ritz de la capital francesa e incluso a bordo de su avión privado. Otros testimonios mencionan Saint Tropez y Abu Dabi.
En los grandes almacenes imperaba un clima de terror: la empresa interceptaba teléfonos y usaba cámaras para grabar conversaciones y movimientos de sus empleados; nadie debía irse de la lengua. «Cada vez que una cruzaba la puerta, todas nos mirábamos pensando: ‘‘Pobre niña, hoy va a ser ella''. Nos sentíamos completamente impotentes para detenerlo», declara en el documental una antigua empleada. «Era un monstruo, un depredador sexual y todos los trabajadores de Harrods eran juguetes en sus manos —añade otro de los testimonios—. Estábamos muy asustados. Si nos hubiese dicho que saltásemos, únicamente le habríamos respondido: ‘‘¿Desde qué altura?''».