Portugal busca explicaciones a sus incendios más allá de los pirómanos

Brais Suárez
Brais Suárez OPORTO / E. LA VOZ

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Una mujer pasa por un bosque quemado en Vilarinho de São Luís, en Oliveira de Azeméis.
Una mujer pasa por un bosque quemado en Vilarinho de São Luís, en Oliveira de Azeméis. PAULO NOVAIS | EFE

Los expertos exigen determinación política para ejecutar el plan contra los fuegos

21 sep 2024 . Actualizado a las 17:12 h.

El 12 de septiembre, Protección Civil alertó de una «situación excepcional»: vientos fuertes y secos del este, semanas sin lluvia, humedad inferior al 30 % y temperaturas altas. Paradójicamente, los benévolos julio y agosto habían alimentado los combustibles finos; es decir, hierba que crece y se seca rápido, y que ahora alimenta el fuego. Todos, factores que situaban el índice climático de incendio forestal (FWI) en valores superiores a 80. «A partir de 38, ya es muy difícil combatir el fuego», explica a La Voz un perito de incendios luso.

Esta semana, el éxito de la primera intervención ha superado el 90 %. «Pero, con que se escape el uno por ciento de fuegos, sus posibilidades de crecer son muy altas y, con este FWI, es casi imposible apagarlos; siempre faltarán medios». Otra paradoja: cuanto más rápido se apaga un incendio, más combustible tendrá el siguiente.

Por eso, «los incendios se apagan en invierno», explicaba la Agencia para la Gestión Integrada de Fuegos Rurales (AGIF) hace dos años. La propia AGIF ya advertía, en el 2022, de que «hay que tomar más medidas». Y en el 2023 insistió en «movilizar a propietarios, productores, empresas y municipios» para cuidar sus terrenos. «El peligro se mantendrá si no hay determinación política para coordinar, acelerar y ejecutar el programa», insistía.

Ahora, la frustración acumulada exige culpables inmediatos, como eucaliptos o criminales, y el Gobierno ha prometido un nuevo equipo para castigar a los pirómanos. En realidad, aunque las negligencias son abundantes, los estudios indican que el porcentaje de incendios provocados es mínimo. De los 63 detenidos en el 2023, solo nueve lo fueron por incendio intencional.

El problema es estructural. El 30 % del Portugal continental es bosque, un 50 % más que hace un siglo. Además, desaparecen los núcleos rurales, pero hay casas a lo largo de todo el territorio, lo que impide un abordaje estratégico del incendio al priorizar salvar las casas.

El climatólogo Mário Marques, en Expresso, puso el foco contra el empobrecimiento de la vegetación por monocultivos, así como contra los planes nacionales contra incendios, que «deben durar generaciones», pero que se modifican al cabo de una década. 

Giro de timón

Tras la catástrofe del 2017, cuando murieron 117 personas en Pedrógão Grande, el área ardida fue inferior a las 66.000 hectáreas todos los años, excepto este. Con el Plan Nacional de Gestión Integrada de Fuegos Rurales, se invirtió la inversión y se multiplicó por nueve el gasto en prevención, y solo por dos en extinción. Así, se daba un giro de timón a la anterior estrategia, del 2006, que se proponía un «Portugal sin fuegos». El objetivo, más estructural, implica intervenir en el paisaje, darle valor para que los propietarios lo cuiden. «La estrategia comenzó implementándose muy bien a nivel nacional y regional, pero los cambios son profundos y no se han absorbido en los niveles subregionales y locales», explica el perito. Uno de los retos principales es realizar un censo del monte. Hasta un 97 % es privado y la propiedad de una gran parte sigue siendo desconocida. Por último, la mayor parte de bomberos siguen siendo voluntarios; «hacen lo que pueden, pero saldría más barato pagar a profesionales».

Las autoridades sí valoran que, frente al 2017, «hay más planeamiento, mayor anticipación en los avisos, mayor rapidez de intervención y la movilización de medios europeos fue célere», escribió António Cunha, presidente de la CCDR-Norte, en Jornal de Notícias. Hay más medios que entonces y también se entienden mejor las causas de los incendios. Pero el plan actual solo tendrá resultados en varias décadas.

El predominio de árboles resinosos no es bueno, pero «lo más grave no es el tipo de ocupación, sino la ausencia de gestión. No se puede resolver en dos horas los que no se resuelve en dos décadas», concluye el experto. Según Manuel Carvalho, la guinda está en el centralismo político: «La culpa es de los eucaliptos y de los pirómanos; nuestra organización medieval del Estado o nuestra falta de exigencia nada tienen que ver», ironizó en Público.