Salseología, el creador de contenido que destapa a los influencers: «Mi 'hate-watching' favorito son los documentales de las 'influencers'»

MARTA REY / M.V.

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MARINA ORTIZ

Empezó poco a poco y ahora acumula casi 120.000 seguidores en Instagram gracias al contenido sobre «influencers». Después de estrenar pódcast, publica su libro. «María Pombo reniega del concepto 'influencer', pero si deja de crear contenido, se hunde», afirma

23 sep 2024 . Actualizado a las 14:20 h.

Se creó un perfil de Instagram junto a sus amigos y nunca pensó que derivaría completamente en contenido para hablar de lo que «crean» las influencers. Prefiere guardar su anonimato, pero en redes se le conoce por Salseología y ahora publica su primer libro, Todo lo que hay detrás que no se ve, para hablar de lo que se esconde en las redes, el sharenting o las «neopititas».

—¿En qué momento decides abrirte un perfil en Instagram para crear este tipo de contenido?

El perfil no lo abrí yo solo, lo abrimos cuatro amigos un día de cañas. Al principio, no tenía nada que ver con lo que es ahora. Salseología nació de salseo y filología. Poco a poco, mis amigos, entre los exámenes y los trabajos, la dejaron de lado y la cogí yo, porque al final me gustaba y me sigue gustando crear contenido. Poco a poco fui viendo que a la gente también le hacían gracia las bromas que hacía de Dulceida, y acabé tirando hacia el camino del salseo. Desde el principio no busqué hablar sobre ello porque hubiese un nicho de mercado, como por ejemplo, la gente que ve que el skin care funciona, y ahí van todos a hacerlo, ¿sabes? Al final, fue algo muy orgánico. No me desperté con 10.000 seguidores de repente, fue progresivo.

—¿Algún «influencer» te presionó para que borrases contenido?

Sí, alguna vez hubo como malos entendidos, aunque siempre suele haber buen rollo. Me acuerdo de una situación con Ana Moya. Subió una historia a Instagram con una amiga poniendo: ‘Eres la última que se queda soltera, no sé qué, no sé cuánto’. Parecía como un cuchillazo muy grande. No le digas eso a tu amiga. Es como: ‘Eres fea y te vas a quedar sola’. Siempre me hablaba de buenas maneras, pero ese día no le hizo gracia. No me pidió que lo borrase directamente, pero terminé eliminándolo. Tomás Páramo me respondió a una historia porque puse que seguramente se estarían tirando de los pelos al no salir en la lista Forbes y lo hizo en tercera persona poniendo: ‘Tomás Páramo no se tira de los pelos’. Fue como: ‘¿Quieres que lo borre? Pues no lo voy a borrar’. También me pasa mucho cuando un influencer sube un story, yo lo subo, y después lo borra. Vienen a decirme que lo eliminaron. La gente ya lo vio y cuando una cosa entra en el ciberespacio, yo la puedo subir, así que lo siento.

—Por lo que veo, el libro ha tenido una buena acogida...

¡Sí! De hecho, antes de que se cambiase la fecha de la presentación, iba a venir alguna influencer. El libro se lo mandé a varios, y otros me lo pidieron, como Lola Lolita. Durante el proceso de escribirlo, con los que me llevo, fui enseñándoles cosas y diciéndoles: ‘Mira, aquí hablo de ti, ¿te importa?’. Que me daba igual, pero si me decían que no, pues igual lo rebajaba un poquito [risas]. Así como digo que en redes sociales no hay amistades reales, también tengo que decir que gracias a ellas, he conocido a gente muy guay.

—En el libro dices que tu «hate watching» favorito es ver documentales de «influencers». ¿Alguno en concreto?

Me parecen todos deleznables, pero como hate watching, Pombo. Aunque el de Marta Díaz es la mayor basura que se hizo. En su documental se ve cómo va a los Premios Ídolo y le dice a su novio: ‘Estoy nominada’. Él le responde: ‘¿A qué?’ y ella contesta: ‘A Lifestyle, ¿a qué va a ser?’. Todo es lifestyle a día de hoy. No lo odio, pero sí que pienso que tenía una plataforma maravillosa como Amazon para hablar con su gente y que la conocieran, y lo único que hizo fue lo mismo de siempre, no mostrarse. Lo dejó con su novio durante la grabación, podría haber hablado de por qué no subía contenido. No dijo absolutamente nada, lo único que hizo fue: ‘Mira qué guapa estoy, mira qué pelo, mira mi vestido de Cannes’, fue lo único que hizo. Y eso no es hate watching, ¡es que me da rabia! Con otros perfiles también me pasa, como con Laura Yanes. No se dedica a nada, solo a vender humo, pero no puedo dejar de ver sus hauls de Primark.

—También hablas sobre la exposición de menores en redes...

A veces llego a dudar de la conciencia de la gente y pienso: ‘¿Qué necesidad tienes de subir eso? Recuerdo perfectamente a Carla Barber enseñando los bodies de sus hijos todos cagados. Lo tuve que pixelar y fue como: ‘Ubícate, tía’. Al final, el sharenting no es compartir una foto de tu hijo, sino ese bombardeo constante de fotos. Si mi hijo está llorando, grabo un vídeo, si hace lo otro, también. Respeta la privacidad, respeta a una persona. Es tu hijo, no tu muñeco reborn.

—¿Crees que las redes funcionan como los nuevos «castings» de los actores y actrices?

Absolutamente. Tengo una amiga que es actriz y le dije una vez que igual el hecho de tener tantos seguidores le había valido para que la cogiesen. Ella me dijo que no, que hasta el último proceso de casting no sabían nada de eso. Pero es que hay gente que hace castings por Instagram. Por ejemplo, Manu Ríos. Yo digo: ‘No vales para ser actor, vales para ser guapo’. Tampoco me sorprende nada, es como Ester Expósito. Los dos están ahí porque tienen 10 millones de seguidores, porque funciona Élite y son guapos. ¿Qué papel le dieron a Ester Expósito más allá de Élite? ¿Uno? Por rellenar minutos... A día de hoy, el pretty privilege —privilegio por ser guapo— es muy fuerte. Veo perfiles que no tienen nada que decir y no suben nada, pero como son guapos y enseñan tableta, tienen likes. Luego estamos los feos, que tenemos mucho que decir y no nos dejan.

—¿Qué te pasa con Victoria Federica?

Personalmente no me pasa nada, me gustaría más preguntarle a la gente qué le pasa con Victoria Federica. Me aburre que intenten darle un bombo que no existe. De hecho, uno de los últimos titulares que vi fue: ‘Las redes enloquecen por el look de Victoria Federica’. ¿Qué redes? Ella sube una foto e igual tiene 10.000 likes y diez comentarios. Eso no es que enloquezcan. Son las mentiras que intentan meterle a la gente. Es conocida porque es hija de, familia de. Si se hace un buen look, yo lo publicaría y diría lo guapa que va, pero no es así. De hecho, ahora fue a El Desafío, y sí, muy maja, un amor o lo que sea, pero ella también pone sus normas como que no se habla de su familia. Y yo digo: ‘Amor, eres conocida por eso, igual tienes que dar tu brazo a torcer y dar un poco de ti’. Estoy en contra de la prensa con eso. Ahora paré un poco, lo reconozco, y de hecho en el libro lo quería quitar, porque creo que es un tema que ya está muy sobado. Pero lo escribí hace un tiempo y decidí dejarlo. Gente que trabaja en prensa me dijo: ‘Si lo subo, es porque da likes’, y la gente clica. Pues muy bien, denostar vuestra revista y quedar de ridículos, con tal de tener, en vez de 5.000 clics, 5.003, ¿sabes?

—¿Le ves fin a ser «influencer»?

Sí que creo que va a haber un cambio radical, porque ya hay demasiado chorizo para tan poco pan. No todo el mundo puede serlo. Se necesita que la gente vea el contenido que publicas, no solo publicarlo. Llegará un punto en el que los perfiles medios decaigan. Aquellos que tienen menos seguidores pero a los que les da económicamente para vivir de esto, como les quiten las campañas...

—Pero como tú dices en el libro, algunas como María Pombo han trascendido más allá y rechazan identificarse con ese concepto...

María realmente rechaza y reniega de eso, ella es famosa. Pero también te digo que como deje de ser influencer y de crear un poquito de contenido, se hunde. Es como: ‘Uy, tengo que volver a subir hauls’. Entonces sí que estamos en ese punto. Esto lo hablaba yo con una influencer bastante conocida, que cuando le enseñé trozos del libro, me dijo que todas habían empezado con contenido de lifestyle, pero con el paso del tiempo, como dejaron de enseñar su vida, lo cambiaron. Por ejemplo, Laura Escanes vivía con sus padres en un piso, y ahora vive, a lo mejor, en un pisazo de un millón de euros. Su día a día no es hacerse un huevo, porque ya tienen a alguien que se lo haga, ¿sabes? Es como que ya no pueden enseñar su vida con naturalidad, porque su vida no es natural y no va a gustar. Entonces está ahí el punto.