La prueba de fuego de Macron

Hugo Drochon PROJECT SYNDICATE

ACTUALIDAD · Exclusivo suscriptores

María Pedreda

Aunque pueda devolver la estabilidad a Francia, la pregunta más importante es qué pasará con el macronismo y su estrategia de aunar ideas de izquierda y derecha

15 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

El presidente francés, Emmanuel Macron, tuvo unos buenos Juegos Olímpicos y ahora ha reafirmado que tiene el control político con el nombramiento como primer ministro de Michel Barnier, que fue negociador principal de la Unión Europea para el brexit y ministro de Asuntos Exteriores con Jacques Chirac. Pero, al igual que está transcurriendo el segundo mandato presidencial de Macron, este verano reinó la incertidumbre.

Después de la fuerte proyección de la extrema derecha francesa en las elecciones al Parlamento Europeo y unos comicios nacionales que dejaron a Francia con un Parlamento sin mayoría, los Juegos Olímpicos de París comenzaron, de forma desfavorable, con ataques incendiarios por parte de saboteadores de la extrema izquierda contra la red ferroviaria de alta velocidad en vísperas de la ceremonia inaugural. Luego, llovió durante el acto, coronando un año en el que los parisinos se habían estado quejando (como siempre hacen) de las perturbaciones en la vida de la ciudad derivadas de los Juegos.

Los preparativos habían incluido la vuelta del temido código QR, un legado de los confinamientos de la pandemia, para acceder a la zona central alrededor del Sena. Pero quizás la mayor decepción para los parisinos —que de todos modos se van de la ciudad en agosto durante sus vacaciones de verano— fue que no pudieron alquilar sus pisos a precios desorbitados, como había prometido Airbnb. Mientras, a los negocios les resultó complicado trabajar en el centro de la ciudad; los trabajadores de la limpieza estaban bajo presión para garantizar que el metro estuviera impecable y los comedores sociales se trasladaron a áreas periféricas para mantenerlos fuera de la vista de la prensa internacional.

Pero luego llegó el icono del fútbol francés Zinedine Zidane con la antorcha olímpica. La bandera de Francia iluminó el puente de Austerlitz, Lady Gaga cantó junto a los muelles parisinos, una María Antonieta decapitada apareció al son de música de heavy metal en la Conciergerie y los barcos con los equipos olímpicos navegaron por el Sena. La llama olímpica se encendió al son de Céline Dion, que salió de su retiro para la ocasión, dando una serenata a los espectadores de todo el mundo desde la torre Eiffel. Con eso, todo cambio. Incluso los parisinos dejaron de quejarse y empezaron a sentirse orgullosos. Los Juegos Olímpicos podían comenzar.

Francia logró su objetivo de estar entre los cincos primeros del medallero, quedando en quinto lugar —un logro considerable para un país con la mitad de población (o menos) que los que están por encima (menos Australia)—. Además, Francia quedó primera entre los países europeos. La estrella fue el joven nadador francés Léon Marchand, que ganó cuatro medallas de oro.

Macron lo disfrutó, multiplicándose en todas partes para animar a los atletas franceses. Uno de los momentos más memorables fue cuando abrazó al gigante yudoca francés Teddy Riner, después de que ganara otra medalla de oro.

Son muchas las imágenes de Macron celebrando los éxitos deportivos franceses a lo largo de los años. Quizás la más famosa sea en la que aparece celebrando la Copa Mundial de Fútbol de Francia en el 2018. Parece haber desarrollado una relación con Killian Mbappé, la estrella del fútbol de Francia, consolándolo tras la derrota ante Argentina en la final del 2022. Luego, después de que Macron sorprendiera a todos al convocar elecciones anticipadas a principios de verano, Mbappé le devolvió el favor durante la segunda vuelta, cuando instó públicamente a los franceses a votar contra el partido de extrema derecha Agrupación Nacional, de Marine Le Pen.

Ese apoyo no fue trivial. Si bien Le Pen casi duplicó sus escaños en la Asamblea Nacional, Macron consiguió evitar el escenario de un gobierno de Agrupación Nacional, con Jordan Bardella como primer ministro, presidiendo los Juegos Olímpicos.

Desde entonces, y tras su fracaso en la formación de un gobierno, Agrupación Nacional ha estado extrañamente callado, lamiéndose las heridas después de otro intento fallido de llegar al poder. El éxito de los Juegos no le hizo ningún favor al partido. Francia fue presentada al mundo como el tipo de sociedad abierta y multicultural que la extrema derecha aborrece. Riner, el compañero de Macron, es negro, e incluso más irritantes para Agrupación Nacional fueron las imágenes de la cantante Aya Nakamura interpretando un popurrí de canciones con la Guardia Republicana Francesa durante la ceremonia de apertura.

Macron también se benefició del hecho de que las elecciones al Parlamento Europeo de junio no se caracterizaron por la ola de extrema derecha que muchos temían. En julio, Ursula von der Leyen fue reelegida cómodamente para un segundo mandato como presidenta de la Comisión Europea a pesar del voto en su contra de la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni. El centro europeo se mantuvo.

Pero lo más importante es que los Juegos Olímpicos dieron tiempo a Macron, que puede ser un recurso invaluable en política. A medida que se acercaba la cita, declaró una «tregua olímpica» invocando la antigua tradición de las ciudades-estado griegas en guerra que deponían las armas para que sus atletas pudiesen competir. Al hacerlo, se convirtió en el maestro de los relojes. En vísperas de los Juegos, declaró en televisión nacional que «la cuestión no es si tenemos un nombre [para el cargo de primer ministro], sino si podemos tener una mayoría en la Asamblea».

La inmortalidad política de Júpiter 

Ahora, el desafío al que se enfrenta Macron es asegurar su legado encontrando una coalición que funcione y que pueda seguir haciendo realidad su visión.

Incluso si Macron sobrevive por ahora, la pregunta más importante es qué pasará con el macronismo y su famosa estrategia de reunir ideas de izquierda y de derecha «al mismo tiempo». Cuando Macron convocó elecciones anticipadas, uno de sus primeros ministros, Édouard Philippe, argumentó que eso marcaba «el fin del macronismo». Philippe ya ha declarado su intención de postularse a la presidencia francesa en el 2027, o antes en el improbable caso de que Emmanuel Macron renuncie. El llamamiento a elecciones anticipadas también invitó a una respuesta similar de su primer ministro en funciones, Gabriel Attal.

Como es habitual en los momentos de transformación que redefinen la vida política, Francia está presenciando el surgimiento de una nueva izquierda y una nueva derecha a partir de un centro político redefinido. Macron estableció un nuevo centro en la política francesa al reunir a la vieja izquierda socialista y a la derecha conservadora. Además de Attal en la izquierda y Philippe en la derecha, otra ex primera ministra, Élisabeth Borne, de izquierda, está compitiendo por liderar el partido de Macron, Renacimiento.

Si Philippe o Attal resultarán elegidos presidente en el 2027 y se consigue mantener a raya a los extremos de Le Pen o Mélenchon, el legado de Macron estaría asegurado. Una vez más, el centro necesitará mantenerse. Solo entonces sabremos si Júpiter (con quien se compara Macron) consiguió dar a la República un escudo para defenderse de un desastroso diluvio político.

Hugo Drochon profesor asociado de Teoría Política en la Universidad de Nottingham. © 2024 Project Syndicate. Traducido por S. P.